Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/
La Factoría de Ideas, Febrero 2011
Género: Novela
254 páginas
La Desesperación lleva más de cinco años asolando el planeta, cuyos habitantes mueren por su propia mano. Tras cada fallecimiento, un misterioso grupo acude para llevarse el cadáver: los recolectores de suicidas.
En un pequeño pueblo de Florida, un hombre llamado Norman y su vecino Pops son los únicos supervivientes. Hasta ellos llega el rumor de que en Seattle se está congregando una gran población y que un científico estudia una cura para la Desesperación.
Ambos deciden aventurarse en un viaje que les hará recorrer el país y les obligará a enfrentarse a las terribles consecuencias de un mundo dominado por la muerte.
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Al adentrarse en esta novela, el lector descubre con regocijo que en realidad no está todo escrito, que aún hay autores capaces de asombrarnos con una historia original e inteligente. Ése es el caso de David Oppegaard con Los recolectores de suicidas, su primera obra publicada, y nominada al premio Bram Stoker.
La historia se ambienta en un mundo post-apocalíptico, cinco años después de que se haya iniciado la Desesperación, un fenómeno que ha llevado a miles de millones de personas al suicidio. La idea de por sí ya resulta escalofriante. Si a ello le añadimos a una serie de personajes ataviados con túnicas negras, que aparecen cuando alguien se ha quitado la vida para llevarse su cadáver, tenemos un punto siniestro que pone los pelos de punta.
David Oppegaard comienza su historia en un pueblecito de Florida, donde sólo sobreviven tres personas de las más de cuatro mil con las que contaba. La sensación de soledad y vacío es abrumadora mientras el protagonista deambula por una población fantasma, cuyos edificios comienzan a mostrar los signos del declive y el abandono.
Cuando los supervivientes decidan marcharse hacia el norte, esa sensación los acompañará durante el camino, por unas carreteras a veces intransitables debido a los vehículos colisionados contra árboles, medianas o cualquier otro obstáculo. Y allá por donde pasen no hallarán sino pueblos y ciudades prácticamente deshabitadas. Nadie está libre de ser el siguiente, de sucumbir a la Desesperación y acabar con su vida. El autor llega a involucrar de tal forma al lector en la trama, que no deja de preguntarse si alguno de los protagonistas se convertirá en el próximo suicida, atento a sus reacciones, a sus palabras, a las situaciones que atraviesan.
Norman, el protagonista, es un hombre sencillo que sin quererlo se convierte en un héroe, en un referente. Abrumado por una realidad terrorífica, se pondrá en marcha para buscar la cura que se encuentra, según los rumores, en Seattle. Ese viaje sirve al autor para explorar la naturaleza humana a través del modo de afrontar la situación por parte de algunos sectores de la población: desde sectas religiosas, hasta comunidades organizadas para ayudarse unos a otros, pasando por rincones dominados por los instintos más primitivos.
El final de la historia resulta un tanto ambiguo, casi un misterio, pero ese detalle no le resta méritos a esta estupenda novela, inquietante, original y sorprendente, que tiene cierto aire a algunas obras de Stephen King.
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La historia se ambienta en un mundo post-apocalíptico, cinco años después de que se haya iniciado la Desesperación, un fenómeno que ha llevado a miles de millones de personas al suicidio. La idea de por sí ya resulta escalofriante. Si a ello le añadimos a una serie de personajes ataviados con túnicas negras, que aparecen cuando alguien se ha quitado la vida para llevarse su cadáver, tenemos un punto siniestro que pone los pelos de punta.
David Oppegaard comienza su historia en un pueblecito de Florida, donde sólo sobreviven tres personas de las más de cuatro mil con las que contaba. La sensación de soledad y vacío es abrumadora mientras el protagonista deambula por una población fantasma, cuyos edificios comienzan a mostrar los signos del declive y el abandono.
Cuando los supervivientes decidan marcharse hacia el norte, esa sensación los acompañará durante el camino, por unas carreteras a veces intransitables debido a los vehículos colisionados contra árboles, medianas o cualquier otro obstáculo. Y allá por donde pasen no hallarán sino pueblos y ciudades prácticamente deshabitadas. Nadie está libre de ser el siguiente, de sucumbir a la Desesperación y acabar con su vida. El autor llega a involucrar de tal forma al lector en la trama, que no deja de preguntarse si alguno de los protagonistas se convertirá en el próximo suicida, atento a sus reacciones, a sus palabras, a las situaciones que atraviesan.
Norman, el protagonista, es un hombre sencillo que sin quererlo se convierte en un héroe, en un referente. Abrumado por una realidad terrorífica, se pondrá en marcha para buscar la cura que se encuentra, según los rumores, en Seattle. Ese viaje sirve al autor para explorar la naturaleza humana a través del modo de afrontar la situación por parte de algunos sectores de la población: desde sectas religiosas, hasta comunidades organizadas para ayudarse unos a otros, pasando por rincones dominados por los instintos más primitivos.
El final de la historia resulta un tanto ambiguo, casi un misterio, pero ese detalle no le resta méritos a esta estupenda novela, inquietante, original y sorprendente, que tiene cierto aire a algunas obras de Stephen King.
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1 comentario:
Qué interesante...Me lo apunto. Gracias por la magnífica reseña.
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