Apuntes - por Pilar Alonso
Gioacchino Rossini (1792-1868), el compositor de El barbero de Sevilla, cosechó un gran éxito en vida, cosa poco habitual entre los músicos de su tiempo. A los 22 años se convirtió en el compositor más popular de Italia y a los 37 decidió retirarse, no volvió a componer ninguna otra ópera. La última había sido Guillermo Tell, que estrenó con escaso éxito, y entendió que debía pasar la batuta a talentos más jóvenes, con los que se veía incapaz de competir.
Desde entonces se dedicó a su otra gran pasión: la gastronomía, como comensal y como cocinero. Instauró la costumbre de celebrar cada sábado por la noche una cena especial para dieciséis comensales, cuidadosamente escogidos entre príncipes, artistas, nobles y políticos, con especialidades culinarias como los canelones rossini, los tournedós rossini o los macarrones, su plato predilecto. Exquisita decoración, vajillas de lujo y música componían los sábados musicales de Rossini, un hombre de gran sentido del humor y, al parecer, querido por todos.
Los requisitos para asistir a sus cenas eran tres: tener la capacidad de entretener al anfitrión, mostrar deferencia hacia su esposa Olimpia y destacar en algún ámbito. Los invitados, que debían vestir de gala, recibían la invitación impresa y, en ocasiones, un programa sobre la velada musical. Entre los asistentes figuraron Giuseppe Verdi, Alejandro Dumas, Gustave Doré, o el barón Rothschild, de cuyo cocinero, Carême, se hizo gran amigo.
Música, buena mesa y excelente compañía. ¿Qué más se le puede pedir a una noche de sábado?
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Perdóneme por lo inapropiado del comentario, pero son las 13:51. ¡Pardiez qué hambre!
ResponderEliminarPor otro lado, cuando cita, "y entendió que debía pasar la batuta a talentos más jóvenes, con los que se veía incapaz de competir", algo no me cuadra. No sé rebatírselo a usted, ni a sus fuentes ni siquiera al propio Rossini, pero me parece sorprendente. Me da más la impresión de que el buen hombre se retiró porque quiso y esa fue la excusa que puso.
A mí también me da esa impresión. Pero como excusa es bastante buena ¿no?
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