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Reseña - por Pilar Alonso
Inédita Editores
358 páginas
Género: Novela
Segunda Guerra Mundial. Los alemanes se dirigen hacia Moscú y un batallón soviético debe defender la carretera de Volokolamsk, la ruta más directa hacia su objetivo.
Baurdzhán Momish-Ulí, un kazako, será el jefe de ese batallón, al que primero deberá adiestrar y luego mandar durante la contienda, una tarea para la que en un principio no se siente preparado debido a su falta de experiencia. El tiempo le demostrará cuán equivocado estaba.
Reseña - por Pilar Alonso
Inédita Editores
358 páginas
Género: Novela
Segunda Guerra Mundial. Los alemanes se dirigen hacia Moscú y un batallón soviético debe defender la carretera de Volokolamsk, la ruta más directa hacia su objetivo.
Baurdzhán Momish-Ulí, un kazako, será el jefe de ese batallón, al que primero deberá adiestrar y luego mandar durante la contienda, una tarea para la que en un principio no se siente preparado debido a su falta de experiencia. El tiempo le demostrará cuán equivocado estaba.
Alexandr Bek está considerado como uno de los autores soviéticos más importantes de la posguerra y esta novela en concreto se convirtió durante la década de 1960 en una obra de culto entre los movimientos milicianos de inspiración soviética, especialmente en Cuba.
El libro tiene dos partes: en la primera se narra el adiestramiento del batallón, en la segunda la lucha. Y ambas están llenas de reflexiones sobre la guerra, sobre el mando, la estrategia, el honor, el coraje, el miedo... salpicando la trama sin entorpecerla y dotando de mayor humanidad, si cabe, a sus personajes.
La historia se inicia cuando Baurdzhán Momish-Ulí se encuentra con el que va a escribir sus vivencias, al que en un principio rechaza, y al que sólo accede a contar su experiencia si promete no faltar a la verdad. El escriba/narrador acepta el trato, es evidente, y durante todo el proceso el protagonista habla con ese escriba/narrador, incluso planteándole cuestiones, de tal modo que el lector siente que se la está explicando a él mismo, que las preguntas van dirigidas a esos ojos que devoran ávidos sus páginas.
Así, sin pretenderlo, nos sumergimos también en sus cuitas, en sus miedos y en sus reflexiones, mientras él dicta su historia a ese escriba que somos nosotros mismos.
Momish-Ulí recibe el mando de un batallón para intentar frenar el avance de los alemanes. Pero, antes de eso, deberá entrenar a sus hombres, que terminan siendo unos soldados encomiables. Panfílov, el general de división, le aconsejará en todo momento y guiará sus pasos, dejándole no obstante mucha iniciativa.
Los soldados soviéticos, temerosos en un principio de los poderosos nazis, pronto aprenderán que los alemanes no son tan distintos a ellos mismos, que también caen, y sangran y mueren igual que ellos. Y con esa lección aprendida, se disponen a defender una larga extensión del frente, una única línea que trata de impedir el avance del enemigo y sobre todo, de evitar que utilice la carretera que pasa por Volokolamsk y que lleva directamente a Moscú, distante sólo 120 verstas (unos 128 kms).
Las órdenes de los alemanes son claras y concisas: “Desayuno Volokolamsk; cena, Moscú”. Pero no cuentan con la resistencia de los soviéticos, que una y otra vez tratarán de frustrar sus planes con mayor o menor acierto.
El modo en que el autor ha planteado la narración consigue que el lector se sitúe en el frente, afrontando los mismos problemas, haciéndose las mismas preguntas y reflexionando acerca de las decisiones que tomaría. Y tiembla con sus victorias y sufre con sus percances, sigue ciegamente a su líder porque es cuanto tiene, y carga su fusil una y otra vez para responder a las ráfagas de balas trazadoras nazis. Y así me sentía yo, en la trinchera con el techo de gruesos troncos o en el bosque, agazapada, con el fusil entre las manos ateridas de frío, aguardando el próximo envite, la siguiente andanada, esperando que mi artillería diera en el blanco y que aquellos malditos alemanes renunciaran a utilizar esa carretera que, ahora, también era un poco mía.
Y al llegar al final, no albergo ninguna duda acerca de unas frases que aparecen en la contraportada: “Una de las mejores novelas rusas sobre la salvaje lucha librada por soviéticos y alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.” Ninguna en absoluto.
El libro tiene dos partes: en la primera se narra el adiestramiento del batallón, en la segunda la lucha. Y ambas están llenas de reflexiones sobre la guerra, sobre el mando, la estrategia, el honor, el coraje, el miedo... salpicando la trama sin entorpecerla y dotando de mayor humanidad, si cabe, a sus personajes.
La historia se inicia cuando Baurdzhán Momish-Ulí se encuentra con el que va a escribir sus vivencias, al que en un principio rechaza, y al que sólo accede a contar su experiencia si promete no faltar a la verdad. El escriba/narrador acepta el trato, es evidente, y durante todo el proceso el protagonista habla con ese escriba/narrador, incluso planteándole cuestiones, de tal modo que el lector siente que se la está explicando a él mismo, que las preguntas van dirigidas a esos ojos que devoran ávidos sus páginas.
Así, sin pretenderlo, nos sumergimos también en sus cuitas, en sus miedos y en sus reflexiones, mientras él dicta su historia a ese escriba que somos nosotros mismos.
Momish-Ulí recibe el mando de un batallón para intentar frenar el avance de los alemanes. Pero, antes de eso, deberá entrenar a sus hombres, que terminan siendo unos soldados encomiables. Panfílov, el general de división, le aconsejará en todo momento y guiará sus pasos, dejándole no obstante mucha iniciativa.
Los soldados soviéticos, temerosos en un principio de los poderosos nazis, pronto aprenderán que los alemanes no son tan distintos a ellos mismos, que también caen, y sangran y mueren igual que ellos. Y con esa lección aprendida, se disponen a defender una larga extensión del frente, una única línea que trata de impedir el avance del enemigo y sobre todo, de evitar que utilice la carretera que pasa por Volokolamsk y que lleva directamente a Moscú, distante sólo 120 verstas (unos 128 kms).
Las órdenes de los alemanes son claras y concisas: “Desayuno Volokolamsk; cena, Moscú”. Pero no cuentan con la resistencia de los soviéticos, que una y otra vez tratarán de frustrar sus planes con mayor o menor acierto.
El modo en que el autor ha planteado la narración consigue que el lector se sitúe en el frente, afrontando los mismos problemas, haciéndose las mismas preguntas y reflexionando acerca de las decisiones que tomaría. Y tiembla con sus victorias y sufre con sus percances, sigue ciegamente a su líder porque es cuanto tiene, y carga su fusil una y otra vez para responder a las ráfagas de balas trazadoras nazis. Y así me sentía yo, en la trinchera con el techo de gruesos troncos o en el bosque, agazapada, con el fusil entre las manos ateridas de frío, aguardando el próximo envite, la siguiente andanada, esperando que mi artillería diera en el blanco y que aquellos malditos alemanes renunciaran a utilizar esa carretera que, ahora, también era un poco mía.
Y al llegar al final, no albergo ninguna duda acerca de unas frases que aparecen en la contraportada: “Una de las mejores novelas rusas sobre la salvaje lucha librada por soviéticos y alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.” Ninguna en absoluto.
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Pues sí que transmite entusiasmo tu reseña, Pilar. Habrá que tener en cuenta la novela, que parece muy interesante.
ResponderEliminarCon ese nombre el protagonista no pinta como ruso. ¿Especifica el autor su nacionalidad? ¿Hay en la novela alguna referencia al problema de las nacionalidades en la URSS?
Saludos.
Se me escapaba un detalle. Aquello de que la novela sea obra de culto para movimientos milicianos de inspiración soviética me intriga. ¿Cuál dirías tú que es la razón para esto, Pilar? ¿Qué lo fundamenta? ¿Qué tanto de propaganda hay en la novela?
ResponderEliminarNo creo que se trate tanto de una cuestión de propaganda como del modo en que el batallón logra unificarse, el grado de cohesión que alcanza. Te copio un fragmento de la solapa: “(los milicianos) encontraban en sus páginas un modelo a seguir tanto en el concepto de ejército del pueblo como en la capacidad de éste a la hora de enfrentarse y derrotar a los ejércitos profesionales”.
ResponderEliminarEn cuanto al tema de las nacionalidades lo toca sólo de puntillas, con algunas referencias pero sin detenerse en exceso.
Alexandr Bek (1903-1972) era soviético, había luchado en la Segunda Guerra Mundial y al parecer también en la Guerra Civil Española.
Espero haber contestado a tus preguntas.
Un abrazo
Claro que sí, Pilar. Muchas gracias.
ResponderEliminarLa verdad es que no soy muy aficionado a la literatura de corte tan soldadesco como entiendo que es esta novela de Bek. En Hislibris me he enterado de autores y libros por el estilo de los que no tenía idea. Sven Hassel, por ejempo. O Bernard Cornwell, del que leí los dos primeros títulos de la serie de Sharpe sin mucho provecho (uf, caeré en lista negra de algunos compañeros hislibreños si leen esto). Pero me anotaré "La carretera...".
Oye, disculpa, noté recién que sí habías especificado la nacionalidad del protagonista (kazako). Se me había escapado.
Saludos.