martes, 27 de diciembre de 2011

El techo del mundo - David Zurdo y Ángel Gutiérrez

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

Plaza&Janés, Junio 2011
Género: Novela
576 Páginas




En 1929, el crack de la Bolsa de Nueva York siembra en todo el mundo el caos y el desconcierto.

Tom, Jay y Beth son tres hermanos criados en una granja de la América profunda cuyos destinos, finalizada la Primera Guerra Mundial, siguieron caminos distintos.

No será hasta 1930 cuando volverán a encontrarse, cuando se inicie la construcción del edificio más alto del mundo: el Empire State Building, una obra en la que trabajará el propio Tom.
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La crisis económica en la que estamos actualmente sumergidos se ha plasmado también en muchas de las novelas que se han publicado últimamente, condicionando personajes y tramas para ilustrar esta época incierta. David Zurdo y Ángel Gutiérrez han ido un poco más allá y han escrito una novela ambientada en la peor crisis de todos los tiempos: la que siguió al crack del 29 y que dio lugar a la que sería conocida como la Gran Depresión de los años 30.

En esa época de miseria y desesperanza comenzó a construirse el Empire State Building de Nueva York, inaugurado el primero de mayo de 1931, después de veintiún meses de iniciada su construcción. Durante más de cuatro décadas se irguió como el rascacielos más alto del mundo, convirtiéndose en un icono de la ciudad y en un motivo para la esperanza. Más de 3.400 personas se emplearon para construir sus más de cuatrocientos metros de altura, sus 6.500 ventanas y sus 73 ascensores. Una obra colosal levantada en un tiempo récord y que es el eje sobre el que gira esta historia.

La acción se inicia a principios de 1930, pocos meses después del fatídico octubre del 29, cuando Tom Carter se dirige hacia el solar donde va a construirse el edificio para pedir trabajo. Es entonces cuando la historia da un salto hacia atrás y se traslada a 1910. En esa época Tom vive en Filadelfia, y es un huérfano sin hogar que es acogido por un hombre al que ha pretendido robar. Frank Carter se lo lleva con él a su granja para criarlo junto a sus hijos Jay y Beth y ofrecerle una vida y un futuro.

Y aquí es donde se hace cierta aquella afirmación de Ramón y Cajal cuando decía “Hay pocos lazos de amistad tan fuertes que no puedan ser cortados por un cabello de mujer”. Porque será precisamente una chica la que se interpondrá en la relación fraternal entre Jay y Tom, de tal modo que terminará por destruirla y por marcar el destino de todos.

Junto a los personajes de la novela, de Tom sobre todo, recorreremos parte de la historia de los Estados Unidos, aunque sea de manera sucinta: la dura vida en las calles, el auge de los sindicatos en Filadelfia, la Primera Guerra Mundial, el crack del 29, la Ley Seca, la Gran Depresión… Todos los protagonistas van a padecer de uno u otro modo los males de su tiempo, tratando de adaptarse y de sobrevivir a una crisis devastadora.

La construcción del Empire State se convierte así en un símbolo de superación, en un rayo de esperanza no sólo para Nueva York, sino especialmente para los protagonistas de esta novela, marcados por la amargura y la adversidad.

La historia está construida con esmero mediante una trama bien hilvanada y un ritmo fluido. Los personajes son el reflejo de la época en la que se ubican y los autores han introducido incluso a un español en ella: un capataz de origen catalán que había trabajado con Gaudí, y a través del cual vamos a conocer algunos de los datos técnicos del Empire State.

El amor es el tema principal de esta obra. El amor a los hijos de Frank Carter; el amor fraternal entre Jay, Tom y Beth; el amor romántico de Tom y Jay por Jennifer o el de otras parejas de la historia; el amor de un hombre por de su trabajo y por el edificio que construye, representado por Mateu Casals; y el amor, en definitiva, por una ciudad que vivió los peores momentos de su historia y que se irguió orgullosa por encima del mundo.


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