Editorial Suma de Letras
520 páginas
Género: Novela
Grace Bradley ahora es una anciana, pero antiguamente, poco antes de empezar la Primera Guerra Mundial, entró a servir en la casa de Riverton, y allí fue testigo de muchas cosas, algunas de las cuales preferiría haber olvidado para siempre.
Una carta, enviada por una guionista que quiere revivir aquellos escenarios, despertará todos sus recuerdos y la obligará, sin pretenderlo, a realizar un viaje por su memoria, que culminará con el suicidio, en 1924, de un joven poeta.
Opinión
Una carta, enviada por una guionista que quiere revivir aquellos escenarios, despertará todos sus recuerdos y la obligará, sin pretenderlo, a realizar un viaje por su memoria, que culminará con el suicidio, en 1924, de un joven poeta.
Opinión
Hay historias que te atrapan antes de comenzar a leerlas. Y eso fue lo que me sucedió con La casa de Riverton. Sabía que estaba ambientada a principios del siglo XX, un período que me gusta especialmente, y la portada era cautivadora. Así es que, antes de abrir la primera página, ya tenía varios puntos a su favor.
La novela se inicia en 1999, cuando una anciana recibe una inquietante carta. Una guionista cinematográfica prepara el guión de una película que hablará sobre la relación que mantuvo el poeta R.S. Hunter con las hermanas Hartford y su posterior suicidio, precisamente en la propiedad de las hermanas. La anciana que recibe la misiva sirvió durante años en la casa de Riverton, y necesitan consejo para recrear los escenarios donde va a filmarse la película.
Así se inicia el viaje de Grace, un regreso al pasado que la llevará hasta 1914, cuando entró a servir por primera vez en Riverton. Gracias a sus palabras podemos evocar cómo se vivía por aquel entonces, cómo afectó la Gran Guerra a los soldados y a los que permanecieron en sus casas y cómo, poco a poco, las consecuencias de aquella guerra iban a modificar la sociedad, haciendo tambalear todos sus cimientos. Fueron los locos años veinte.
La novela recrea magníficamente las relaciones entre amos y sirvientes, en una época en la que cada cual tenía muy claro a qué clase pertenecía. Cómo los criados lograban ser invisibles mientras atendían a sus señores, que continuaban con sus quehaceres exactamente como si no estuvieran allí. Testigos mudos que conocían todos los entresijos de la casa en la que trabajaban y que, habitualmente, sabían mantener los secretos de los que, voluntaria o involuntariamente, les hacían partícipes.
Pero la novela no se centra sólo en las cosas que les sucedían a los amos, también a los sirvientes, que pasaban la jornada en el piso de abajo y que también tenían sus propias historias. Grace, primero sirvienta y luego doncella, es el nexo de unión entre los dos mundos, tan próximos y a la vez tan distantes.
Hay más cosas interesantes en el libro. Una de ellas son las reflexiones que realiza la protagonista, anclada ya en la vejez, sobre el transcurrir del tiempo, sobre el amor, la vida y la guerra, las miserias humanas, los hechos grandes y pequeños que conforman nuestras propias historias... Y sobre cómo un suceso, en apariencia insignificante, como una mentira inocente o un malentendido, pueden resultar cruciales.
Y gracias a las experiencias de Hannah y Emmeline, las hermanas Hartford, es además un fragmento de lo que supuso, especialmente para las mujeres, los extraordinarios cambios que sacudieron sus, hasta entonces, limitados universos.
La casa de Riverton es, en suma, una novela completa, redonda, capaz de evocar una época, de crear una atmósfera que, en ocasiones, me recordaba vagamente a Daphne du Maurier. Intriga, drama psicológico y un poco de historia forman un cocktail que se saborea hasta la última gota.
La novela se inicia en 1999, cuando una anciana recibe una inquietante carta. Una guionista cinematográfica prepara el guión de una película que hablará sobre la relación que mantuvo el poeta R.S. Hunter con las hermanas Hartford y su posterior suicidio, precisamente en la propiedad de las hermanas. La anciana que recibe la misiva sirvió durante años en la casa de Riverton, y necesitan consejo para recrear los escenarios donde va a filmarse la película.
Así se inicia el viaje de Grace, un regreso al pasado que la llevará hasta 1914, cuando entró a servir por primera vez en Riverton. Gracias a sus palabras podemos evocar cómo se vivía por aquel entonces, cómo afectó la Gran Guerra a los soldados y a los que permanecieron en sus casas y cómo, poco a poco, las consecuencias de aquella guerra iban a modificar la sociedad, haciendo tambalear todos sus cimientos. Fueron los locos años veinte.
La novela recrea magníficamente las relaciones entre amos y sirvientes, en una época en la que cada cual tenía muy claro a qué clase pertenecía. Cómo los criados lograban ser invisibles mientras atendían a sus señores, que continuaban con sus quehaceres exactamente como si no estuvieran allí. Testigos mudos que conocían todos los entresijos de la casa en la que trabajaban y que, habitualmente, sabían mantener los secretos de los que, voluntaria o involuntariamente, les hacían partícipes.
Pero la novela no se centra sólo en las cosas que les sucedían a los amos, también a los sirvientes, que pasaban la jornada en el piso de abajo y que también tenían sus propias historias. Grace, primero sirvienta y luego doncella, es el nexo de unión entre los dos mundos, tan próximos y a la vez tan distantes.
Hay más cosas interesantes en el libro. Una de ellas son las reflexiones que realiza la protagonista, anclada ya en la vejez, sobre el transcurrir del tiempo, sobre el amor, la vida y la guerra, las miserias humanas, los hechos grandes y pequeños que conforman nuestras propias historias... Y sobre cómo un suceso, en apariencia insignificante, como una mentira inocente o un malentendido, pueden resultar cruciales.
Y gracias a las experiencias de Hannah y Emmeline, las hermanas Hartford, es además un fragmento de lo que supuso, especialmente para las mujeres, los extraordinarios cambios que sacudieron sus, hasta entonces, limitados universos.
La casa de Riverton es, en suma, una novela completa, redonda, capaz de evocar una época, de crear una atmósfera que, en ocasiones, me recordaba vagamente a Daphne du Maurier. Intriga, drama psicológico y un poco de historia forman un cocktail que se saborea hasta la última gota.
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