Editorial Pàmies
318 páginas
Género: Novela
Esta novela, ganadora del National Book Award, narra uno de los momentos más importantes de la Historia de Occidente. Cuando Julio César muere asesinado en el año 44 a.C., establece en su testamente que Octavio, a quien ha adoptado como hijo, debe sucederle al frente de Roma.
Pero Octavio sólo tiene dieciocho años, y serán muchos los que intentarán que no se cumpla la última voluntad de César. El joven deberá enfrentarse a multitud de enemigos, Marco Antonio entre ellos, y sentar las bases de un gobierno que perduraría durante más de cuarenta años.
Opinión
Pero Octavio sólo tiene dieciocho años, y serán muchos los que intentarán que no se cumpla la última voluntad de César. El joven deberá enfrentarse a multitud de enemigos, Marco Antonio entre ellos, y sentar las bases de un gobierno que perduraría durante más de cuarenta años.
Opinión
La historia de Roma es apasionante. No importa lo lejos que quede en el tiempo, siempre me parece que todo sucedió hace apenas unos años, tal vez cuando era niña, y por eso siempre me resulta tan fascinante adentrarme en ella. No soy consciente de que todo aconteció hace ya más de dos mil años, y reparar en ello me produce una nostalgia difícil de explicar.
No todas las obras consiguen transportarme con la misma facilidad a la Roma Clásica, pero sin duda El hijo de César ha sido una de ellas. Totalmente epistolar, narra una de las épocas más importantes de la historia de occidente. El hecho de que toda la trama se desarrolle a través de las cartas de una serie de personajes fue un poco como estar allí, como ser testigo directo de los acontecimientos, como si yo fuese la destinataria de esas misivas. Y la sensación no me abandonó en ningún momento.
Así, estuve con Octavio Augusto en Apolonia (la actual Albania) adiestrándome con el ejército cuando recibí la noticia de la muerte de César. Y sentí sobre los hombros de mis dieciocho años caer el peso de un Imperio. Y tomé junto a él varias decisiones importantes: la primera, que aceptaría la última voluntad de su padre adoptivo. La segunda, que a partir de ese momento no podría confiar en nadie, todos pasaban a convertirse en un enemigo en potencia. Y la tercera, que lo primero que haría sería vengar la muerte de Julio César.
Aunque, claro, también milité en el bando del enemigo, tramando complots con Cicerón, Marco Antonio o Bruto o tejiendo telas de araña con las manos de Cleopatra.
Además, escribí versos con Virgilio y Horacio, y la historia de Roma con Tito Livio. Me enfrenté a los enemigos del Imperio junto a Marco Agripa y, en la segunda parte del libro, viví exiliada en una isla junto a Julia, la hija de Octavio.
John Williams ha sido capaz de transmitirme todo eso, de hacerme partícipe de una historia sugerente mediante un ritmo adecuado, una prosa cuidada y una buena ambientación.
No hay que olvidar, no obstante, que El hijo de César es una obra de ficción y que, como tal, se ha tomado algunas licencias con sucesos históricos o personajes. Las cartas son invención del autor, algunos hechos se han adaptado o modificado para seguir el hilo argumental, y es probable que los entendidos en la historia de Roma descubran en esta obra errores o tergiversaciones. Pero, a cualquiera que le interese mínimamente este período, encontrará en esta novela un modo de aproximarse a él y de observar, por encima del hombro de sus personajes, una época fascinante.
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