miércoles, 15 de abril de 2009

Guantes de amor


Apuntes - por Pilar Alonso

La historia de la medicina está llena de descubrimientos debidos, en gran parte, al azar. Pero hay otros que tienen su razón de ser en otras causas y el que hoy nos ocupa se debe, por muy cursi que pueda sonar, al amor.

William Stewart Halsted (1852-1922) fue un médico estadounidense que obtuvo el cargo, en 1890, de jefe de cirugía del John Hopkins, en Baltimore, donde trabajaba desde hacía varios años.

Allí conoció a Caroline Hampton, que había llegado a Baltimore en la primavera de 1889, una señorita del Sur diplomada en enfermería, y a la que nombró enfermera jefe de la sala de operaciones.

Unos meses más tarde, la señorita Hampton comenzó a sufrir alteraciones en la piel de las manos y los brazos, sin duda provocadas por los corrosivos antisépticos del quirófano con que se lavaban las manos antes de operar. Como los eccemas no dejaban de desarrollarse, era evidente que la joven tendría que abandonar su puesto de trabajo.

Halsted, que al parecer era bastante tímido, temió ver desaparecer a Caroline de su vida y encargó a la Goodyear, fabricantes de neumáticos y productos de caucho, la confección de un par de guantes de goma extraordinariamente fina, para que la joven pudiese trabajar sin impedimentos. Se esterilizaban al vapor, eran resistentes, se adaptaban como una segunda piel y hacían innecesario el uso del antiséptico.

Cuando Caroline Hampton se casó con Halsted en 1890 y abandonó el quirófano, dejó los “guantes del amor” allí. Los ayudantes del médico continuaron usándolos y no tardó Halsted en comprender que había realizado un descubrimiento esencial para la historia de la medicina. Los guantes no sólo protegerían las manos de enfermeras y cirujanos, también prevendrían el riesgo de infecciones para los enfermos, una de las principales causas de mortandad entre aquellos que se sometían a algún tipo de cirugía.

Y así nacieron los guantes quirúrgicos, que no tardaron en conquistar las salas de operaciones del mundo entero.

O al menos así lo cuenta Jürgen Thorwald en El siglo de los cirujanos.
.

4 comentarios:

  1. Gracias por compartir con todos nosotros esta preciosa historia.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti por tu comentario, consumidor.

    Me alegra, en esta ocasión, no haberte irritado :)

    ResponderEliminar
  3. hola que linda la historia ..soy estudiante de instrumentacion quirurgica y tengo que hacer una monografia sobre los guantes quierurgicos....

    ResponderEliminar
  4. Hola Anónimo. Ésta es la historia que yo conozco que, como digo, aparece en un libro titulado El siglo de los cirujanos, de Jürgen Thorwald. Si lo encuentras, allí dedica varias páginas al tema.

    Un saludo

    ResponderEliminar