Apuntes - por Pilar Alonso
Las películas Psicosis, La matanza de Texas o El silencio de los corderos están parcialmente basadas en un personaje real: Edward Theodore Gein (1906-1984), cuyos crímenes conmocionaron a medio mundo. Y no porque fueran muchos, sólo se le reconocen dos asesinatos, sino por lo que fue encontrado en su casa.
Pongámonos en situación. Un pueblecito de Wisconsin, Plainfield, una granja apartada y una familia extraña. El padre, borracho y maltratador, la madre fanática religiosa y dos hijos que sufren a diario las palizas de uno y los sermones de la otra. Tras las muertes del padre y el hermano fallece por fin en 1945 Augusta, la madre, con lo que Ed Gein se queda solo, venerando el recuerdo de su progenitora. Considerado por los habitantes del pueblo como alguien trabajador aunque un poco excéntrico, realizaba chapucillas por el pueblo y en ocasiones cuidaba a los niños de otros.
Su primera víctima fue Mary Hogan, la dueña de una taberna, y la segunda Bernice Worden, que regentaba la ferretería del pueblo y a la que abatió de un disparo. Antes de morir, Bernice Worden había apuntado en su libro de contabilidad la última venta que había realizado, precisamente a Ed Gein, su verdugo. Y la policía se presentó en su casa.
Ahí se inicia la parte más asombrosa y truculenta de esta historia, porque allí fue descubierto el cuerpo colgado, decapitado y destripado de su última víctima. Pero también otras muchas cosas, que fueron las que al final lo convirtieron en un monstruo para el público.
Y esa percepción no tiene nada que ver con las ingentes cantidades de basura acumuladas en todos los rincones de la casa, sino en algunos de los muebles y utensilios que poseía Ed Gein. El hombre se había hecho pantallas de lámparas con piel humana, papeleras, fundas para cuchillos e incluso había tapizado una silla, tenía cráneos que utilizaba como cuencos para la sopa, un collar de labios humanos, un cinturón elaborado con pezones, máscaras que eran rostros auténticos y un chaleco con senos incluidos, hecho también de tiras de piel humana. Por la red circulan algunas fotografías bastante desagradables de muchos de estos hallazgos y existen dos películas sobre su vida.
Según su confesión, todos esos restos provenían de una serie de cadáveres (hasta nueve distintos) que había desenterrado en el cementerio local y llevado a su casa para curtir las pieles con las que confeccionar las prendas. Se desconoce por qué razón pasó de robar cuerpos a matar para conseguirlos.
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Las películas Psicosis, La matanza de Texas o El silencio de los corderos están parcialmente basadas en un personaje real: Edward Theodore Gein (1906-1984), cuyos crímenes conmocionaron a medio mundo. Y no porque fueran muchos, sólo se le reconocen dos asesinatos, sino por lo que fue encontrado en su casa.
Pongámonos en situación. Un pueblecito de Wisconsin, Plainfield, una granja apartada y una familia extraña. El padre, borracho y maltratador, la madre fanática religiosa y dos hijos que sufren a diario las palizas de uno y los sermones de la otra. Tras las muertes del padre y el hermano fallece por fin en 1945 Augusta, la madre, con lo que Ed Gein se queda solo, venerando el recuerdo de su progenitora. Considerado por los habitantes del pueblo como alguien trabajador aunque un poco excéntrico, realizaba chapucillas por el pueblo y en ocasiones cuidaba a los niños de otros.
Su primera víctima fue Mary Hogan, la dueña de una taberna, y la segunda Bernice Worden, que regentaba la ferretería del pueblo y a la que abatió de un disparo. Antes de morir, Bernice Worden había apuntado en su libro de contabilidad la última venta que había realizado, precisamente a Ed Gein, su verdugo. Y la policía se presentó en su casa.
Ahí se inicia la parte más asombrosa y truculenta de esta historia, porque allí fue descubierto el cuerpo colgado, decapitado y destripado de su última víctima. Pero también otras muchas cosas, que fueron las que al final lo convirtieron en un monstruo para el público.
Y esa percepción no tiene nada que ver con las ingentes cantidades de basura acumuladas en todos los rincones de la casa, sino en algunos de los muebles y utensilios que poseía Ed Gein. El hombre se había hecho pantallas de lámparas con piel humana, papeleras, fundas para cuchillos e incluso había tapizado una silla, tenía cráneos que utilizaba como cuencos para la sopa, un collar de labios humanos, un cinturón elaborado con pezones, máscaras que eran rostros auténticos y un chaleco con senos incluidos, hecho también de tiras de piel humana. Por la red circulan algunas fotografías bastante desagradables de muchos de estos hallazgos y existen dos películas sobre su vida.
Según su confesión, todos esos restos provenían de una serie de cadáveres (hasta nueve distintos) que había desenterrado en el cementerio local y llevado a su casa para curtir las pieles con las que confeccionar las prendas. Se desconoce por qué razón pasó de robar cuerpos a matar para conseguirlos.
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Al parecer estaba obsesionado con la idea del poder que las mujeres ejercían sobre los hombres y, ante la imposibilidad económica de hacerse una operación de cambio de sexo (estamos en los años cincuenta), Ed Gein optó por confeccionarse un traje de mujer a medida, hecho con los restos de mujeres que, curiosamente, se parecían físicamente a su madre.
El caso conmocionó a la opinión pública y Plainfield se vio invadida por curiosos y periodistas de toda índole. Sus posesiones fueron subastadas: el coche acabó en un circo para que todo el mundo pudiera pagar para ver su interior y la casa fue incendiada. Él fue declarado incompetente y recluido en un sanatorio mental hasta su muerte, en 1984.
Supongo que ahora comprenderán las influencias del personaje en las tres películas citadas en el inicio: la madre dominante en Psicosis, el escenario macabro en La matanza de Texas y el asesino Buffalo Bill en El silencio de los corderos. No me digan que, con personajes como Ed Gein, la realidad no supera en ocasiones a la ficción.
Al parecer estaba obsesionado con la idea del poder que las mujeres ejercían sobre los hombres y, ante la imposibilidad económica de hacerse una operación de cambio de sexo (estamos en los años cincuenta), Ed Gein optó por confeccionarse un traje de mujer a medida, hecho con los restos de mujeres que, curiosamente, se parecían físicamente a su madre.
El caso conmocionó a la opinión pública y Plainfield se vio invadida por curiosos y periodistas de toda índole. Sus posesiones fueron subastadas: el coche acabó en un circo para que todo el mundo pudiera pagar para ver su interior y la casa fue incendiada. Él fue declarado incompetente y recluido en un sanatorio mental hasta su muerte, en 1984.
Supongo que ahora comprenderán las influencias del personaje en las tres películas citadas en el inicio: la madre dominante en Psicosis, el escenario macabro en La matanza de Texas y el asesino Buffalo Bill en El silencio de los corderos. No me digan que, con personajes como Ed Gein, la realidad no supera en ocasiones a la ficción.
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Interesante articulo.
ResponderEliminarAunque a mi particularmente me resultan totalmente incomprensibles estos personajes. quiero decir que yo comprendo al "asesino por causas humanas" La ambición, el odio, el miedo, hasta el amor, pueden hacer de cualquiera de nosotros, en un momento dado, un asesino. Pero esas personas que matan, no una, sino muchas veces, sin motivo aparente y con crueldad desmesurada quedan fuera del alcance de mi inteligencia. No se puede decir que todos estan locos pero yo si diria que no son seres humanos, que algun gen diferencial los ha dejado fuera de ese grupo y han quedado simplemente como animales, animales depredadores, y como tal deberian ser controlados y/o eliminados
felicita