Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com
Umbriel Editores, Octubre 2010
Género: Novela
1088 páginas
Una expedición científica se adentra en lo profundo de la selva boliviana en busca de una sustancia milagrosa capaz de alargar la esperanza de vida. Sólo unos pocos sobreviven a la aventura y portan con ellos un virus capaz de exterminar a la raza humana.
En una base militar de Colorado se llevan a cabo una serie de pruebas con doce condenados a muerte, para tratar de averiguar el funcionamiento del citado virus. Una niña de nombre Amy es la pieza que parece faltar para su estudio, y al agente del FBI Brad Wolgast le encargan la misión de ir a buscarla. Aunque tratará de poner a salvo a la pequeña, serán finalmente capturados y conducidos a la base.
Los que trabajan allí experimentan inquietantes pesadillas inducidas por uno de aquellos seres, que consigue quedar en libertad y liberar al resto. Así es como comienza el Apocalipsis.
Casi cien años más tarde, una colonia que sobrevive a duras penas al ataque continuo de los vampiros fluorescentes recibe la visita de una adolescente: Amy. A partir de ahí se desencadenarán una serie de hechos que obligarán a un grupo de residentes a abandonar la seguridad de su enclave en busca de respuestas y de la salvación para todos ellos.
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En una base militar de Colorado se llevan a cabo una serie de pruebas con doce condenados a muerte, para tratar de averiguar el funcionamiento del citado virus. Una niña de nombre Amy es la pieza que parece faltar para su estudio, y al agente del FBI Brad Wolgast le encargan la misión de ir a buscarla. Aunque tratará de poner a salvo a la pequeña, serán finalmente capturados y conducidos a la base.
Los que trabajan allí experimentan inquietantes pesadillas inducidas por uno de aquellos seres, que consigue quedar en libertad y liberar al resto. Así es como comienza el Apocalipsis.
Casi cien años más tarde, una colonia que sobrevive a duras penas al ataque continuo de los vampiros fluorescentes recibe la visita de una adolescente: Amy. A partir de ahí se desencadenarán una serie de hechos que obligarán a un grupo de residentes a abandonar la seguridad de su enclave en busca de respuestas y de la salvación para todos ellos.
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Esta novela es la primera de una trilogía y viene precedida por una guerra de ofertas por los derechos de publicación, cuyos homónimos cinematográficos ha adquirido la compañía de Ridley Scott.
La novela tiene dos partes bien diferenciadas: el antes y el después del Apocalipsis. El “antes”, de menor extensión, pone al lector en antecedentes, presenta a los personajes y lo que son capaces de hacer, y sienta las bases de lo que va a suceder en la segunda, que se desarrolla casi cien años más tarde.
Brad Wolgast es el protagonista indiscutible de la etapa pre-Apocalipsis. Él ha sido el encargado de buscar a los doce condenados a muerte para el experimento y, cuando recibe la misión de llevar a una niña de seis años, se despiertan en él las dudas y los remordimientos. Incapaz de cumplir su cometido, tratará en vano de ponerla a salvo. La relación que se establece entre el adulto y la pequeña es entrañable y consigue atrapar la atención del lector hasta el último momento.
Cuando se inicia la segunda parte, uno lamenta que los protagonistas ya no sean Wolgast y Amy. La acción se traslada de escenario, a una pequeña colonia que sobrevive en un mundo que ha desaparecido, y los protagonistas son desconocidos para el lector. A pesar del desconcierto inicial, uno no tarda en sumergirse de pleno en un mundo que de repente ha retrocedido al siglo XIX. No hay electricidad, ni vehículos, ni todas las comodidades a las que estamos acostumbrados: lavadoras, secadores de pelo, ordenadores… Y por si eso fuera poco, viven atemorizados ante los posibles ataques de los virales, que es como conocen a las criaturas que actúan como vampiros, aunque no se correspondan con la imagen más tópica que tenemos de ellos.
La novela tiene mucho ritmo. El autor maneja el suspense y la tensión con gran acierto, y mantiene el interés del lector hasta el final, un final que, pese a la extensión del libro, parece llegar demasiado pronto. Es tal la fuerza que Justin Cronin imprime a su historia que uno lamenta tener que despedirse de ella.
Pese a la proliferación de novelas apocalípticas y de vampiros, el autor ha sabido buscar la originalidad en su argumento, con giros y situaciones inesperadas, con una trama interesante y atractiva y con personajes bien trabajados. Tanto en el estilo como en la historia, recuerda un poco a Apocalipsis, de Stephen King, quien, tras haber leído la novela de Cronin, comentó: “Lee este libro y el mundo cotidiano desaparecerá”.
Una gran verdad.
La novela tiene dos partes bien diferenciadas: el antes y el después del Apocalipsis. El “antes”, de menor extensión, pone al lector en antecedentes, presenta a los personajes y lo que son capaces de hacer, y sienta las bases de lo que va a suceder en la segunda, que se desarrolla casi cien años más tarde.
Brad Wolgast es el protagonista indiscutible de la etapa pre-Apocalipsis. Él ha sido el encargado de buscar a los doce condenados a muerte para el experimento y, cuando recibe la misión de llevar a una niña de seis años, se despiertan en él las dudas y los remordimientos. Incapaz de cumplir su cometido, tratará en vano de ponerla a salvo. La relación que se establece entre el adulto y la pequeña es entrañable y consigue atrapar la atención del lector hasta el último momento.
Cuando se inicia la segunda parte, uno lamenta que los protagonistas ya no sean Wolgast y Amy. La acción se traslada de escenario, a una pequeña colonia que sobrevive en un mundo que ha desaparecido, y los protagonistas son desconocidos para el lector. A pesar del desconcierto inicial, uno no tarda en sumergirse de pleno en un mundo que de repente ha retrocedido al siglo XIX. No hay electricidad, ni vehículos, ni todas las comodidades a las que estamos acostumbrados: lavadoras, secadores de pelo, ordenadores… Y por si eso fuera poco, viven atemorizados ante los posibles ataques de los virales, que es como conocen a las criaturas que actúan como vampiros, aunque no se correspondan con la imagen más tópica que tenemos de ellos.
La novela tiene mucho ritmo. El autor maneja el suspense y la tensión con gran acierto, y mantiene el interés del lector hasta el final, un final que, pese a la extensión del libro, parece llegar demasiado pronto. Es tal la fuerza que Justin Cronin imprime a su historia que uno lamenta tener que despedirse de ella.
Pese a la proliferación de novelas apocalípticas y de vampiros, el autor ha sabido buscar la originalidad en su argumento, con giros y situaciones inesperadas, con una trama interesante y atractiva y con personajes bien trabajados. Tanto en el estilo como en la historia, recuerda un poco a Apocalipsis, de Stephen King, quien, tras haber leído la novela de Cronin, comentó: “Lee este libro y el mundo cotidiano desaparecerá”.
Una gran verdad.
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