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martes, 3 de enero de 2012

Sangre joven. Napoleón vs Wellington I - Simon Scarrow

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

Pocket Edhasa, Noviembre 2011
Género: Novela
768 páginas



Napoleón Bonaparte y Arthur Wesley, I Duque de Wellington, se enfrentarían en la famosa batalla de Waterloo en 1815. Sangre joven narra los primeros años de la vida de ambos protagonistas desde su nacimiento en 1769.

Napoleón deberá enfrentarse a la nueva situación política de la isla de Córcega, ahora en poder de los franceses, y vivirá de cerca los sucesos de la Revolución Francesa.

Por su parte, Wellington ingresará en la Armada como único medio de ganarse la vida, y será destinado primero a Irlanda y luego a Prusia, para enfrentarse al ejército revolucionario.
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Este es el primer título de una serie de cuatro en la que Simon Scarrow desgrana las vidas de Napoleón y Wellington, que se enfrentaron en la decisiva batalla de Waterloo en 1815.

El autor abandona así el mundo romano de sus dos series anteriores para embarcarse en un proyecto muy distinto y mucho más ambicioso: novelar las vidas de dos de los hombres más influyentes de su tiempo, y de la época que les tocó vivir.

Sangre joven narra los primeros años de ambos protagonistas, desde su nacimiento en 1769 hasta 1795. Resulta curioso descubrir los paralelismos entre sus dos biografías, más allá del hecho de haber nacido en el mismo año, y sus respectivas trayectorias, que el autor va exponiendo en orden cronológico.

Unas veces a través de Wellington y otras de Napoleón, Simon Scarrow nos ofrece un fresco de la época de lo más sugerente, de la sociedad y del ejército, pero también de la vida económica, ideológica o política, que en Francia desembocaría en la Revolución Francesa. Un joven Napoleón asiste al nacimiento y desarrollo de una nueva forma de entender la vida, en la que los méritos y no el lugar de nacimiento determinan la valía de un hombre. En la novela el joven corso sufre precisamente cierta discriminación debida a sus orígenes, que le impiden acceder a puestos de relevancia en el ejército pese a estar convencido de que su potencial es muy superior a la mayoría de sus compañeros. Ese joven bravucón y orgulloso aceptará de buen grado las ideas que propugnan hombres de la talla de Maximilien Robespierre.

Wellington, de origen noble, concibe un mundo en el que su estamento es el único preparado para gobernar y dirigir los destinos de los hombres, aunque sea consciente de la ineptitud de muchos de los integrantes de su reducido mundo.

Esas dos formas de entender la vida van a chocar desde los inicios de la Revolución Francesa. Los ingleses temían que las ideas revolucionarias cruzaran el Canal de la Mancha y se asentaran en sus tierras, con el consiguiente caos económico, político y social. Por eso no dudaron en declararle la guerra a los galos en cuanto estos invadieron Austria en 1792.

Simon Scarrow narra todos esos hechos con gran lujo de detalles, otorgando mayor protagonismo a Napoleón, cuya azarosa vida sin duda lo requiere. Desde la infancia de ambos, cuajada de sueños imposibles, hasta los campos de batalla, las trayectorias de estos dos personajes van discurriendo en paralelo, y el lector puede constatar las grandes similitudes y las no menos importantes diferencias entre los dos hombres.

La calidad narrativa de Simon Scarrow es innegable: una prosa fluida, unos diálogos ágiles y un ritmo excelente. Sangre joven es una novela absolutamente cautivadora, con un excepcional manejo de los personajes y una recreación histórica magnífica.


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lunes, 26 de abril de 2010

La Guerra de las Naranjas

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Apuntes - por Pilar Alonso





No, no se trató de una batalla a golpe de cítricos lo que dio nombre a este breve enfrentamiento entre España-Francia y Portugal, allá por 1801. Se la llamó así porque Manuel Godoy, el primer Generalísimo que parió este país, envió la rama de un naranjo a su supuesta amante, la reina María Luisa, cuando los españoles llegaron a los jardines de la ciudad de Elvas, en cuyo castillo se habían refugiado los portugueses.

Y es que, en su eterno enfrentamiento contra los ingleses, Napoleón había firmado con España el Tratado de Madrid en 1801, en el que ésta se comprometía a atacar a Portugal si continuaba apoyando a los británicos. Como Portugal debió reírse en las barbas de Godoy, el Ministro les declaró la guerra en febrero de 1801. Y como los portugueses no parecía que se hubiesen echado precisamente a temblar, en el mes de mayo Godoy se puso al frente de un ejército e invadió el país vecino, sin encontrar mucha resistencia por parte de los lusos, convencidos de que los españoles no tenían pretensiones territoriales.

Dieciocho días duró la guerra. Tiempo, digo yo, para que los portugueses se dieran cuenta de que la cosa iba en serio y se avinieran a firmar el Tratado de Badajoz, que establecía la nueva frontera de España en el Guadiana, y por el que Portugal cerraba sus puertos a los barcos ingleses.

Napoleón, que no había asomado ni la punta de un zapato por la frontera, tampoco se fue de vacío y, pese a no querer reconocer el Tratado, obtuvo parte de la Guayana, aunque no las islas de Trinidad y de Malta, que era lo que pretendía. Si a ello le añadimos que con el anterior acuerdo firmado con España se le había devuelto la Luisiana, y que había conseguido cabrear a los ingleses, no hizo mal negocio el gabacho.
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domingo, 3 de mayo de 2009

Napoleón, batallas y campañas - Richard Holmes

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Reseña - por Pilar Alonso
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Hay libros que, con independencia del texto que figure en sus páginas, son una obra de arte. Y ése el caso que nos ocupa, una publicación del 2007 de Librería Universitaria S.L., un volumen de 80 páginas cuyo precio se aproxima mucho a los 40 euros.

El libro, dentro de una funda, está encuadernado en imitación de piel, las páginas son gruesas e ilustradas con más de 250 cuadros y grabados de la época. Pero lo que lo hace especial es el contenido extra: documentos originales en facsímil.
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La historia sigue un orden cronológico desde la Revolución Francesa hasta la muerte de Napoleón en Santa Elena, con especial énfasis en las batallas, pero también con otros aspectos de interés: armas, medicina militar, uniformes, personajes...

Richard Holmes, especialista en Historia Militar, nos brida así la historia resumida de una figura tan emblemática como fue la del Emperador francés, en un formato de gran belleza.

Entre los más de 40 documentos figuran mapas de batallas y campañas, cartas, proclamas, informes, códigos, hojas de servicio, fragmentos de diarios, boletines, certificados de defunción, órdenes, e incluso el codicilo de Napoleón, donde pedía que sus cenizas reposasen junto al Sena. El volumen dispone además de un cuadernillo donde aparecen traducidos todos los documentos y de otro que contiene 10 mapas de las principales batallas.
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De este modo accedemos no sólo a la biografía de Napoleón, sino que podemos leer algunas cartas escritas por su propia pluma, un informe del almirante Nelson o un fragmento del diario del duque de Wellington.

Sin necesidad de acudir ni a museos ni a archivos oficiales, el lector puede disfrutar en la comodidad de su hogar de todo un privilegio. Y es una experiencia cautivadora.
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martes, 21 de octubre de 2008

El veneno de Napoleón - Edmundo Díaz Conde

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

Editorial Martínez Roca
510 páginas
Género: Novela



FINALISTA PREMIO NOVELA HISTÓRICA ALFONSO X EL SABIO 2008


Esta novela, finalista del Premio Alfonso X El Sabio de Novela Histórica del 2008, narra la historia de un joven que, al poco de nacer, es abandonado en un prostíbulo.

Muchos años después, el joven “sin nombre” viajará hasta Nueva Orleans y entrará en contacto con una experta en vudú y venenos. Gracias a sus enseñanzas se convertirá en un legendario envenenador, cuyos servicios serán requeridos por multitud de personajes.

El último de sus encargos: envenenar a Napoleón.


Opinión

Díaz Conde parte de la exhumación del cadáver de Napoleón en 1840 y la hipótesis de que había arsénico entre sus, por otra parte, prácticamente intactos restos. Esos hechos le sirven de base para plantear la trama de su novela, primero en París, luego en Nueva Orleans y finalmente en la isla de Santa Elena.


La muerte de Napoleón, al igual que la de Hitler, ha planteado a lo largo de la historia multitud de sospechas y unas cuantas hipótesis. El veneno de Napoleón explora una de ellas de forma bastante creíble.


No obstante, hay que tener en cuenta que la novela se centra en la vida y los “logros” del niño sin nombre, más que en la figura del Emperador, que no aparece hasta el final y cuya importancia en el desarrollo del argumento es secundario.


El retrato que hace el lector del París posterior a la Revolución es sin duda uno de los aspectos más interesantes del libro, al igual que el extenso conocimiento acerca de los venenos que destila toda la novela.


La parte negativa, para mi gusto, es la que se desarrolla en Nueva Orleans y las consecuencias para el protagonista de su estancia allí. Es sin duda la parte más fantasiosa y la que cuesta más encajar en la trama.


Una novela interesante, amena, bien escrita y documentada, cargada de aventuras, traiciones y magia, y que se lee con sumo agrado.
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