viernes, 1 de abril de 2011

Mar de fuego - Chufo Lloréns

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/


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Grijalbo, Marzo 2011 Género: Novela 858 páginas

Barcelona, año 1063. Martí Barbany, uno de los hombres más acaudalados de la ciudad, trata de sobreponerse a la muerte de su esposa. Su atención se centra en su pequeña hija, Marta, y en sus variados negocios. Pero una amenaza se cierne sobre él de la mano de un siniestro personaje, que llega a Barcelona con la intención de buscar venganza por un asunto del pasado.


Mientras tanto, en la corte, el primogénito de Ramón Berenguer I, Pedro Ramón, se enfrenta a su madrastra Almodis de la Marca, que pretende cambiar el orden de sucesión para que sea el mayor de sus gemelos quien herede el título. A esa corte dividida entre partidarios de uno y otro, llega Marta, la hija de Barbany, a pasar una temporada mientras su padre realiza un largo viaje.

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La historia de la Barcelona de la Edad Media resulta tremendamente interesante, y ese hecho ya quedó claro en Te daré la tierra. Ahora, en Mar de fuego, son los hijos de aquellos protagonistas quienes toman el relevo para seguir narrando una etapa fascinante de la ciudad condal. A pesar de ello, la lectura de esta novela es independiente y los lazos que pueda tener con la anterior quedan debidamente explicados.


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El autor comienza presentando a sus protagonistas y perfilando sus caracteres. Los buenos son muy buenos y los malos muy malos, delimitando bien a víctimas y verdugos desde el inicio. Ya en las primeras páginas el lector tiene muy claro quiénes son unos y otros, y sólo le queda asistir, expectante, al desarrollo de la trama.


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Dicha trama engancha desde el principio, y lo hace por varios motivos. El primero de ellos es la situación en la corte, con un primogénito colérico y tiránico, Pedro Ramón, enfrentado a la última esposa de su padre: Almodis de la Marca. Ésta, que ha tenido dos gemelos con el conde, pretende que el primero de ellos, Ramón, sea quien herede el título debido a su buena disposición y carácter. Por si eso fuera poco, el menor de los gemelos, Berenguer, se siente desplazado, y su carácter hosco y desabrido provocará numerosos enfrentamientos con su hermano.


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Llama la atención el derroche de imaginación de las gentes de aquella época, pues habiendo tantos nombres en el santoral, todos terminaban llamándose igual: Pedro Ramón, Ramón Berenguer, Berenguer Ramón… Supongo que, debido a la alta mortalidad infantil, era un modo de asegurarse que los supervivientes llevasen los nombres de la familia, pero es innegable que la costumbre puede provocar más de una confusión. En el caso de esta novela, el autor ha sabido soslayarla muy bien, utilizando sólo el primer nombre de cada protagonista y los dos en el caso del primogénito, y así sabemos en todo momento, sin posibilidad de error, de quién nos está hablando.


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Otro de los motivos que consiguen que la historia nos atrape, además de los concernientes a la corte, tiene que ver con Martí Barbany y su entorno, especialmente su hija Marta, y con ese recién llegado que busca venganza. Dicho personaje va haciéndose un hueco en la ciudad a través de sus dudosos negocios, y entablando relaciones con personajes importantes que le pueden servir de ayuda en el futuro. Chufo Lloréns va desgranando ese proceso poco a poco, haciéndonos partícipes de los avances de Bernabé Mainar, que es el nombre que adopta.


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Por último, la etapa elegida por el autor resulta impresionante históricamente hablando. Aunque se eliminaran todos los personajes y situaciones producto de la ficción, aún quedaría una historia digna de contarse, llena de intrigas, venganzas y traiciones, de cuyas últimas consecuencias nos informa en una nota al final del libro. Todo ese marco histórico está perfectamente ensamblado con la parte ficticia, gracias a un laborioso proceso de documentación sobre los personajes históricos y sobre la ciudad.


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La trama está salpicada de intrigas y aventuras, de romances y traiciones, y todo narrado en capítulos cortos, con una prosa fluida y un ritmo bien dosificado. Los diálogos, por el contrario, adoptan los circunloquios propios de la época, en la que se daban mil rodeos antes de llegar a la cuestión a debatir por exigencias del decoro o la cortesía. Aunque el planteamiento de los personajes pueda parecer un tanto simple, es evidente el entramado complejo en el que se mueven y las diversas ramificaciones de sus actos. El estilo elegido por el autor tiene como resultado una novela asequible, amena y entretenida, con algunos giros inesperados y alguna que otra sorpresa. Para disfrutar de principio a fin.


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