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miércoles, 11 de agosto de 2010

Viento rebelde - Folco Quilici

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com


Plaza&Janés, Julio 2010
Género: Novela
208 páginas


Gaddo Frediani, apodado Beche, es un joven anarquista que a finales del siglo XIX decide abandonar su Italia natal junto a dos amigos. Su objetivo es llegar a América, tierra de oportunidades.

Cincuenta años más tarde regresa desde Alaska, donde poseía una concesión para explotar una mina de plata. Como único equipaje, una caja metálica que guarda celosamente bajo su cama.

A su muerte, la caja desaparecerá de su escondite y sus numerosos sobrinos comenzarán a sospechar unos de otros, convencidos de que en ella guardaba un tesoro.
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Folco Quilici, cineasta, periodista y escritor, arranca esta novela en Alaska, donde su protagonista explota una mina de plata junto a dos amigos. A partir de ese momento, valiéndose de saltos en el tiempo hacia delante y hacia atrás, el autor irá desgranando la vida de ese enigmático personaje y del misterio que rodea sus últimos años de vida, ya de regreso a su Italia natal.

La información se va entregando en pequeñas dosis y de ese modo vamos descubriendo las diferentes etapas del largo viaje de Beche hasta Alaska, así como a los distintos sobrinos que, muchos años más tarde, se presentarán en su funeral.

La epopeya de Beche y sus amigos es fascinante. Cómo, en lugar de llegar a América del Norte, desembarcaron en Buenos Aires, y todas las etapas que les llevaron a su destino final: Alaska. En el proceso, trabajaron duro en las minas de plata de Potosí y también a bordo de un mercante para obtener fondos que sufragaran su costoso viaje. Finalmente, a su regreso a Italia, inmersa en la Segunda Guerra Mundial, es extraordinaria la relación que establece con algunos personajes, el cartero mudo entre ellos, a los que irá relatando su vida en pequeñas tomas.

El grueso de la familia, no obstante, poco o nada conocerán sobre sus aventuras. La parte dedicada a presentar a los sobrinos y hablarnos sobre sus vidas es la que menos interés despierta. Con el único fin de introducir el misterio sobre la caja desaparecida, se despliega una red de personajes que ocupan gran parte de la obra y que podrían haber resultado prescindibles. Unas simples pinceladas en los momentos clave habrían sido suficientes como golpe de efecto final, y podría haber dedicado más espacio a profundizar en la relación de Beche con sus amigos, en los pormenores de su periplo, en la etapa con su hermana Betta una vez de vuelta en casa, o incluso con Baldi, su médico y amigo.

El ritmo se resiente en los episodios que tienen que ver con sus sobrinos, en los que prima más el aspecto de saga familiar que de novela de aventuras, consiguiendo a menudo aburrir al lector.

Una novela interesante aunque irregular, con muchos puntos mejorables. A destacar el final, que es extraordinario.
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sábado, 19 de diciembre de 2009

Golpe a Venecia - Manuel Ayllón

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

Styria Ediciones, Marzo 2009
Género: Novela histórica
396 páginas


Manuel Ayllón, autor de El enigma Goya y La conjura del Greco, aborda en esta ocasión la figura de Francisco de Quevedo, poeta y espía en la España de Felipe III.

Quevedo, amigo del duque de Osuna, recibe de éste el encargo de trasladarse a Sicilia, donde es virrey, para ayudarle a preparar el camino que ha de llevarle a derrotar a Venecia y con ello conquistar toda Italia.

Para cumplir su misión el poeta deberá tratar con toda suerte de personajes, entre ellos los piratas berberiscos, con los que pretende controlar el Mediterráneo y aislar a la República veneciana.
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Muchas veces tendemos a olvidar que tras los versos de algún poeta se oculta una persona de carne y hueso, una persona con intereses y aspiraciones distintas a la simple labor de componer versos. Y Francisco de Quevedo es sin duda un buen ejemplo de ello. Además de ser uno de los mejores escritores de nuestra historia fue también un personaje muy vinculado a la situación política de su tiempo, en el que fue acusado de espionaje al servicio del duque de Osuna.

Manuel Ayllón ha profundizado en esta última faceta del gran literato para ofrecernos una novela en la que, no sin ciertas dosis de ficción, se nos presenta un Quevedo absolutamente cautivador, un gran estratega y un espía en toda regla.

Al principio la novela es un poco dispersa y cada paisaje o situación se inicia con una explicación pormenorizada que se remonta en ocasiones a varios siglos atrás. Por ejemplo, cuando el protagonista llega a Sicilia al autor aprovecha para explicarnos la historia de la isla desde la época micénica, algo sumamente interesante pero completamente innecesario. Un párrafo o dos que sirvieran de introducción histórica al escenario habrían bastado, sin necesidad de remontarse tan atrás en el tiempo y romper así el ritmo de la narración. Por fortuna, no son demasiados los casos en los que el autor ha abusado de ese recurso y la trama, excepto un poco en el primer tercio de la novela, se desarrolla con fluidez.

Y esa trama va aumentando en interés a medida que avanzamos en la lectura. Quevedo se devela como un personaje de una inteligencia abrumadora, apasionado, manipulador, a quien su complejo de inferioridad, debido a su físico y escasa fortuna, le vuelven en ocasiones rencoroso e incluso retorcido, y en el que todos sus actos persiguen un fin determinado. Y ese personaje se ubica en un escenario histórico de lo más sugerente: Madrid, Sicilia, Nápoles y Venecia en el siglo XVII, cuando las posesiones de la corona española se extendían a la península itálica. Todo un entramado de rivalidades, traiciones y conspiraciones que giran en torno a su figura y en la que destacan otros personajes sino tan complejos sí igual de interesantes.
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domingo, 7 de septiembre de 2008

El anillo de Rafael - Diane Haeger

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial Seix-Barral
380 páginas
Género: Novela



Roma, 1520. El pintor Rafael Sanzio acaba de morir. Entretanto, en el convento de Sant’Apollonia, ingresa Margherita Lutti, amante y modelo del pintor. Para aceptar su admisión, la abadesa le pide el anillo de rubí que lleva en el dedo.

Roma, 1514. Rafael busca, con escaso éxito, una modelo para una Madonna que tiene que pintar. Accidentalmente se encuentra con Margherita y, convencido de que es el rostro que necesita, la convence para que pose para él. A raíz de ese trabajo, surgirá entre ellos una historia de amor que deberá enfrentarse al repudio de nobles y clérigos, incluido el Papa.


Opinión


La Fornarina es el nombre con el que se conoce un cuadro que representa el desnudo de la supuesta amante de Rafael y cuyo rostro aparece en otras obras del artista.

Al parecer, el retrato ha suscitado distintas hipótesis a lo largo de la historia, desde que sobre el seno izquierdo aparece un tumor, a que era una cortesana que fue amante de varios artistas, o que fue pintado por Giulio Romano en lugar de por Rafael, por citar sólo algunas. De lo que no hay duda es de que se trata de un personaje casi desconocido y rodeado de misterio.

Diane Haeger ha basado su obra en el anillo que permanece oculto bajo una capa de pintura y que se descubrió en el año 2000. Partiendo de ese hecho desarrolla una trama que resulta de lo más verosímil.

A través de la relación entre el artista y la panadera, la autora pinta un fresco de una de las épocas más fascinantes de la historia: la Roma del Renacimiento, mientras se construía la Basílica de San Pedro, se realizaban excavaciones para recuperar la Roma clásica, un Médicis era Papa bajo el nombre de León X, y Leonardo y Miguel Ángel se mantenían en escena.

La novela se centra en los últimos siete años de la vida de Rafael, desde que se encuentra con Margherita, y los obstáculos a los que deberán enfrentarse, especialmente el pintor, víctima de las intrigas y los intereses de los poderosos.

El anillo de Rafael es además un recorrido no sólo por su vida, sino por su obra y el modo de ejecutarla (que hacen incluso que el lector acuda a internet en busca de las pinturas mencionadas), su taller, sus alumnos, sus bocetos y sus técnicas, y la rivalidad con Miguel Ángel y con uno de sus protegidos: Sebastiano del Piombo, y esa información se convierte en uno de los aspectos más atractivos de la novela.

La novela tiene algún gazapo, como el fallecimiento del padre de Rafael, que unas veces parece haber muerto cuando el pintor tenía once años y otras cuando ya había cumplido los catorce. Pero son detalles menores. La obra está bien ambientada, y la trama es lo bastante interesante como para atrapar al lector, que disfrutará con la obra desde la primera página.
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jueves, 19 de junio de 2008

La Dama del Dragón - José Calvo Poyato

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial Plaza&Janés
604 páginas
Género: Novela

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Esta nueva obra de José Calvo Poyato nos traslada a la Italia del siglo XV y se centra en la vida de Caterina Sforza, hija ilegítima del duque de Milán, casada con un sobrino del Papa Sixto IV, y una de las figuras más apasionantes de su tiempo.

Con sólo veinte años se apoderó del castillo de Sant’Angelo de Roma, más tarde se enfrentó a los Médicis y a los Borgia, negoció con Maquiavelo y cultivó la amistad de Leonardo da Vinci.

Causó admiración entre sus contemporáneos por la defensa de sus dominios, fue acusada de brujería por sus enemigos y no se dejó amedrentar por nadie.

Una mujer apasionada y apasionante que José Calvo Poyato ha recuperado para esta novela.


Opinión


En un mundo dominado por los hombres, destaca con fuerza la figura de Caterina Sforza, una luchadora inmersa en una sucesión de intrigas políticas y alianzas estratégicas que supo resolver a la altura de sus coetáneos.

La novela se enmarca en la época dorada del Renacimiento y no es de extrañar que la figura de Caterina Sforza quedara eclipsada por protagonistas históricos de la talla de Leonardo da Vinci, Maquiavelo, Lorenzo el Magnífico o la familia Borgia. Es indudable que el autor ha sabido rescatar de la historia la vida y el entorno de esta enigmática mujer, en una novela profusamente documentada y magníficamente ambientada.

La construcción de la Capilla Sixtina, la propagación de la imprenta, los inventos de Leonardo, la alquimia y la búsqueda del elixir de la eterna juventud... muchos de los temas que interesaron a sus contemporáneos tienen cabida en la novela, y el autor nos ofrece incluso algunas deliciosas curiosidades.

En alguna ocasión, no obstante, peca de todo lo contrario. Nombra a una serie de personajes o acontecimientos (Savonarola es un ejemplo) sin añadir nada más, y puede crear un poco de confusión en el lector que no conozca un poco la época que retrata.

Autores de la talla de Vicente Blasco Ibáñez nos mostraron a una Caterina Sforza carente por completo de atractivos, cruel y sanguinaria, una mujer demasiado viril para los cánones de la época, incluso para César Borgia que, según el valenciano, tenía gustos refinados en sus conquistas. José Calvo Poyato, en cambio, nos ofrece la biografía novelada de toda una heroína, una mujer culta y valerosa, decidida y atractiva, madre preocupada y entregada amante, probablemente mucho más acorde con la realidad, y logra que el lector se sumerja en los acontecimientos casi con fervor.

La Dama del Dragón es, además, una novela de aventuras, con escapadas a caballo en mitad de la noche, crímenes y venganzas, torturas, desfiles, guerras, carnavales, intrigas, y un sinfín de componentes que consiguen que resulte casi imposible abandonar la lectura.

Caterina Sforza resulta ser un personaje de lo más sugerente y José Calvo Poyato ha sabido narrar su vida con una prosa esmerada y amena, con una trama fluida y de interés creciente y con la pasión que merece una mujer de su talla.
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Entrevista a José Calvo Poyato por "La Dama del Dragón"



Realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


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José Calvo Poyato es catedrático de Historia, especializado en el tránsito del siglo XVII al XVIII, época que constituye la mayor parte de su labor de investigación y ha publicado varias novelas de base histórica. Su obra La Orden negra fue finalista del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2005.
La Dama del Dragón es su último trabajo.


Caterina Sforza es un personaje apasionante pero poco conocido. Vivió en una época convulsa y plena de acontecimientos, en la que la familia Borgia, artistas de la talla de Miguel Ángel o Leonardo y personalidades como la de Maquiavelo o Savonarola, han acaparado toda la atención tanto de historiadores como de novelistas. ¿Cómo descubrió José Calvo Poyato a Caterina Sforza y qué le decidió a escribir sobre ella?

La descubrí en un libro sobre el gobierno de los estados italianos durante el renacimiento, donde Roma tenía singularidades derivadas del gobierno de los pontífices, ya que la muerte del Papa suponía un vacío de poder durante las semanas o meses que duraba el cónclave. La ciudad quedaba en manos de las facciones de las grandes familias de la aristocracia romana o de la plebe del trastévere, que campaba a sus anchas.
A la muerte de Sixto IV, Caterina, casada con un sobrino del pontífice, se apoderó de la fortaleza de Sant´Angelo para imponer sus condiciones a la curia. Me llamó la atención que en aquel momento tenía veinte años y estaba embarazada de siete meses. Pensé que tenía que ser un personaje extraordinario y decidí saber más sobre ella.



Tal vez Ludovico el Moro sea uno de los Sforza más conocidos. Sobre los otros miembros de la familia es probable que no exista mucha documentación. ¿Ha resultado muy ardua la tarea de investigar a Caterina Sforza? ¿Hay posibilidades de que en el futuro puedan aparecer más documentos acerca de su persona de los que no se tiene conocimiento?

En España hay muy poca información sobre los Sforza, lo que en cierto modo es lógico, tratándose de una familia italiana. Sin embargo, no me resultó excesivamente laborioso documentarme sobre ellos. Su origen está en un campesino de la Romaña, que se hizo condottiero y alcanzó fama y fortuna, de modo que sus descendientes se hicieron con el ducado de Milán, gobernado por la decadente familia de los Visconti. Muchos los consideraron siempre unos usurpadores.
Acerca de que aparezcan documentos sobre una familia es una posibilidad que siempre existe. ¡Hay tanto documento oculto, perdido u olvidado!



El primer matrimonio de Caterina Sforza fue con Girolamo Riario, sobrino del Papa Sixto IV, concertado cuando ella tenía once años y consumado a los catorce. Se trató de un enlace político que interesaba a ambas partes. Pero Girolamo Riario ya estaba casado y el Papa tuvo que anular ese otro matrimonio con una bula pontificia. Ese tipo de prácticas, que hoy nos parecen impensables ¿eran realmente muy comunes en la época?

Los matrimonios entre miembros de grandes familias eran comunes. A las mujeres se las utilizaba como moneda de cambio para alcanzar objetivos políticos, sin que para nada contasen los sentimientos. En muchas ocasiones, se anulaban matrimonios para convertir en realidad objetivos políticos. El papado no fue ajeno a tales manejos y accedió a las anulaciones, sobre todo si encajaban con los intereses del pontífice que ocupaba el trono.



Caterina era una mujer culta y apasionada, pero su interés por la alquimia es, a juzgar por la novela, una de las cosas que más la absorbían: hierbas, ungüentos, jarabes... Las ciencias ocultas y la astrología también eran temas que atraían poderosamente su atención. Resulta curioso que no se atrevieran a acusarla de brujería hasta el final. En relación a esas cuestiones aparecen en el libro una serie de personajes que la ayudan o colaboran con ella en ese tipo de labores: Mícer Romualdo, la judía Ana, Argila, Alberti, Antonio Maragon.... ¿Son todos personajes de ficción?


Es cierto que Caterina Sforza estuvo interesaba a lo largo de su vida por la confección de pomadas, ungüentos, pócimas, lociones y otros productos que asociados a los alquimistas. También que la línea que separaba la alquimia de la brujería era muy sutil. Hasta nuestros días ha llegado un voluminoso recetario, donde están recogidos varios centenares de recetas de Caterina. Era una profunda conocedora de las propiedades de las plantas y de las combinaciones de plantas con otros productos. Los personajes que menciona y que aparecen en “La Dama del Dragón” son ficticios, aunque Ana la judía es el nombre de una famosa alquimista que vivió en Roma.



Leonardo da Vinci es un referente a lo largo de toda la novela, desde los inicios cuando se encuentra con ella en el jardín, le explica lo de la lluvia y las hormigas y le escribe unas líneas con las que se obsesionará durante años, hasta el final de su vida, en la que ambos intercambian impresiones por última vez. ¿Realmente marcó tanto a Caterina la figura del artista?

Leonardo da Vinci es un referente de todo el Renacimiento. Fue contemporáneo de Caterina Sforza y durante muchos años estuvo al servicio de su familia, concretamente al de su tío Ludovico el Moro. En “La Dama del Dragón” he creado una relación entre Caterina y Leonardo, que no está documentada, pero que es verosímil.



Se apunta que el cardenal Riario desempeñó algún papel en la conjura que acabó con la vida, en abril de 1478, de Giuliano de Médicis e hirió a su hermano Lorenzo, conocida como la Conspiración de los Pazzi. En la novela también Girolamo Riario parece haber participado de algún modo en uno de los episodios tal vez más estudiados de la historia de Florencia.

El cardenal Riario estuvo involucrado en la llamada conjura de los Pazzi, cuyo objetivo era acabar con el poder de los Médicis en Florencia. Se encontraba en la ciudad, cuando se produjeron los acontecimientos y su presencia no era casual. En medio de la oscuridad que se extiende por muchos aspectos de esta conjura, hay numerosos indicios que apuntan a que el papa Sixto IV estaba detrás de sus entresijos. Las relaciones entre la poderosa familia florentina y el pontífice estaban tan deterioradas, que habían dejado de ser sus banqueros y ese papel había sido asumido por los Pazzi. También es verosímil que un papa, tan apegado a su familia -con toda justicia fue acusado de nepotismo- compartiese sus proyectos con su sobrino preferido, que era Girolamo Riario.



Girolamo parece un personaje absolutamente frívolo, más preocupado por gastar el dinero y disfrutar de los placeres que por el gobierno de sus posesiones o las cuestiones de la familia. Esa actitud sin duda avivó el espíritu, ya de por sí apasionado, de su esposa, que la obligó a ocuparse de cuestiones que en rigor correspondían al varón. ¿Cree José Calvo Poyato que, tal vez casada con otro hombre, Caterina habría ocupado el puesto que le correspondía en aquella época como mujer, en lugar de ocuparse del gobierno, las finanzas o la defensa de sus dominios?

Me pregunta sobre algo que no deja de ser un futurible, una posibilidad acerca de algo que ocurrió de otra manera. Efectivamente, Caterina Sforza hubo de asumir papeles y tomar decisiones que correspondían a su marido. Tal vez con un esposo diferente no habría tenido que hacerlo. Sin embargo, opino que un temperamento como el suyo no se habría avenido fácilmente a desempeñar el rol que la sociedad de la época asignaba a las mujeres. Era un espíritu indomable, como puso de manifiesto al enfrentarse a los Borgia y al ejército francés, cuando pudo haberse plegado fácilmente a sus exigencias, como hicieron otros.



Caterina Sforza se convirtió en una leyenda viva. Primero fue la Dama del Dragón en Roma, en el episodio de Sant’Angelo; más tarde, como apunta en un artículo de la revista Historia y Vida, la Leona de la Romaña. En el momento más decisivo de su vida acudieron de todas partes a ayudarla en la defensa de Forli. Capturada, vejada, humillada, acusada de brujería e intento de asesinato... Parece indudable que nos encontramos ante una heroína que haría empalidecer al mismo Ivanhoe.

He de señalar que el apelativo de la dama del Dragón es el título de mi novela y en ningún caso una denominación que los contemporáneos le diesen. Sí la llamaron la Leona de la Romaña, la Loba y incluso la Diablesa de la Romaña, calificativos todos ellos que me parecen injustos. Era una mujer vehemente, pero no una loba o una diablesa; por eso decidí que encajaba mejor el apelativo de dama; lo del dragón está relacionado con el escudo de los Sforza: en su enseña heráldica aparecía un dragón.



El episodio del levantamiento de faldas en los muros de Ravaldino acontece en el momento en que Checo Orsi pretende arrebatarle el poder a Caterina. Autores como Mario Puzo lo han situado en el mismo lugar pero en el momento en que César Borgia está frente a sus muros. ¿Qué hay de real y qué de exageración en dicho acto, realmente impresionante?

El hecho es real. Caterina Sforza desafió a sus enemigos desde las murallas de Ravaldino levantándose las faldas y afirmando que podía ser madre de más hijos, señalando sus genitales. ¿Se imagina lo que debieron decir sus contemporáneos? Sin duda su imagen se deterioraría mucho: aparecería como una malvada exhibicionista, mala madre y muchas cosas más. La mujer tenía un papel asignado que ella rompía. Piense que en la historia de España Guzmán el Bueno fue protagonista de un acontecimiento parecido, sólo que él, en lugar de mostrar sus genitales, arrojó el puñal para que matasen a su hijo, prisionero de los musulmanes que asediaban Tarifa. Todo el mundo lo consideró un héroe.

El hecho ocurrió en su enfrentamiento con los Orsi; a Mario Puzzo le parecería un gesto tan lleno de fuerza que decidió utilizarlo, pero como el libro que escribía era sobre los Borgia lo situó en ese momento para poder encajarlo.


Los dos últimos matrimonios de Caterina fueron por amor: con Giacomo Feo, un militar a su servicio, y con Giovanni de Médicis, un enlace que se mantuvo en secreto por evidentes cuestiones políticas. Ambas uniones, en aquel momento, serían “reprochables” a los ojos de los demás. Imagino que no sería una práctica muy común casarse por razones sentimentales, ni siquiera en segundas o terceras nupcias.

El matrimonio por amor era algo extraordinario en aquel tiempo. Ya he comentado que las mujeres de las grandes familias eran utilizadas como moneda de cambio y entre las clases populares se imponían las necesidades. También en esto, como en tantas otras cosas, Caterina rompió los moldes de su tiempo. Cuando se supo su matrimonio con un Médicis, en Italia se hizo la lectura correcta de aquel matrimonio: una alianza entre los Sforza y los Médicis: todos se equivocaron, se había casado por amor.


A Giacomo Feo, el segundo marido de Caterina, se le subió el poder a la cabeza y sus desmanes provocaron su asesinato. La represión y la venganza de la esposa fueron implacables. ¿A qué cree que se debió dicha reacción? ¿Fue sólo porque le habían arrebatado a su amado o se trató de algo más, de algún tipo de demostración?

Caterina era una mujer vehemente y estaba enamorada. Su venganza fue terrible, tanto que se excedió, como suele ocurrir con todas las venganzas. Por eso en “La Dama de Dragón”, Giusti, un personaje de ficción, le reprocha su actitud. Esas acciones, en las que se desataba su cólera, le crearon no pocos enemigos.



Cuando César Borgia llegó a Forli, los mismos ciudadanos le abrieron las puertas. Maquiavelo comenta en El Príncipe que “el pueblo, hostil a su dominio, se puso al lado de los invasores... habría sido para ella más seguro... no haberse ganado el odio del pueblo en vez de conservar sus fortalezas”. Y en la novela, en un principio, parece que hay algo de eso, pero ¿qué cree que hay realmente de verdad en esa afirmación del florentino?

Maquievelo está considerado uno de los grandes de la teoría política, independientemente de que se compartan o no algunos de sus planteamientos. Sin embargo, pienso que dadas las circunstancias en que Caterina se encontraba cuando se produce el enfrentamiento con los Borgia, actuó correctamente desde un punto de vista estratégico. Lo más lógico era atrincherarse en la fortaleza, precisamente porque no se fiaba de los forliveses. Había tenido sobradas muestras de su versatilidad en ocasiones anteriores y no se equivocó.



La rabia de César Borgia en el asedio a la fortaleza de Ravaldino es brutal. ¿Considera que su actitud habría sido distinta si Caterina hubiese sido un hombre?

No lo sé, eso es otro futurible. En cualquier caso, al duque Negro le dolió la resistencia de Caterina, lo que explica que su venganza estuviese llena de crueldad, como yo recojo en la novela.


A la muerte del Papa Alejandro VI, Caterina se ve forzada a retirarse a Florencia y a vivir, casi hasta el día de su muerte, una existencia mucho más apacible. A pesar de las penurias de los meses anteriores, no puedo dejar de preguntarme si para ella resultó una especie de alivio poder dedicarse por fin casi por completo a sus estudios o echó de menos en algún momento la ajetreada vida que había llevado hasta entonces.

En mi opinión sus últimos años en Florencia supusieron un tiempo más sereno para su agitada vida, pero está claro que no eran un alivio. Fue a Roma para continuar con la reclamación de lo que consideraba los derechos de su familia. Probablemente la actitud de esta supuso un golpe muy duro para ella. Sus hijos con Girolamo Riario se parecían más al padre que a ella. ¡Una lástima! El espíritu combativo de Caterina apareció en el único hijo de su tercer matrimonio. Con el paso del tiempo ese niño se convertiría en Giovanni de las Bandas Negras, el último de los grandes condottieri de Italia.



Jacopo Giusti es el mayordomo, leal hasta la muerte, que acompaña a Caterina en todos los momentos cruciales de su vida. Sin duda, aparte de la propia protagonista, es mi personaje favorito. ¿Siente José Calvo Poyato especial predilección por alguno de los personajes de su novela, ficticio o no?

Jacopo Giusti, como ya he comentado es un personaje de ficción, donde el novelista ha podido moverse a su gusto. Decidí crear un personaje atractivo -pienso que Giusti lo es, algunos lectores y sobre todo lectoras me han reprochado su final en la novela- porque ninguno de los hombres con los que Caterina compartió su vida estuvo a la altura de las circunstancias. Alguna lectora me ha dicho que es el tipo de hombre (sensible, sincero, leal, valiente) que toda mujer querría tener a su lado.



Giovanni de Médicis, el de las Bandas Negras, hijo del último matrimonio de la Contessa, ha pasado a la historia como el último condottiero. Su vida, a pesar de su cortedad (murió antes de cumplir los treinta) podría dar para escribir otra novela. ¿Se ha encontrado a la hora de escribir La Dama del Dragón con muchos personajes que se merecerían su propia novela? ¿Es posible que asistamos a otro descubrimiento, como ha supuesto el de la propia Caterina?


Ciertamente Giovanni de las Bandas Negras es un personaje de novela, pero no me he planteado escribirla, creo que la madre lo supera con creces. Si Caterina Sforza no hubiese sido mujer, sería tan famosa como los grandes personajes del renacimiento.

Contestando a la segunda parte de su pregunta le diré que la historia está llena de personajes, cuya fuerza literaria es muy grande. Yo no descarto encontrarme algún día con otro o con otra que me seduzca tanto como la que yo he querido llamar la dama del Dragón.



Escribir sobre un personaje como el de esta indomable y carismática mujer debe haber resultado un desafío. ¿Se ha sentido cómodo trasladándose a una época que hasta ahora no había sido su especialidad?

Ha sido un desafío porque conforme avanzaba en el conocimiento de Caterina más me atraía: acabó por seducirme. Me he sentido muy cómodo escribiendo esta novela porque el personaje “tiraba” con fuerza del novelista y eso facilita mucho el trabajo. Por lo que respecta a la época, el Renacimiento es un tiempo fascinante. ¿A quién no le atrae la Roma de los Borgia o la Florencia de los Médicis o el Milán de los Sforza?


Ha sido un verdadero placer leer su novela y haber tenido la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias y mucha suerte en sus próximos proyectos.

Gracias a usted.

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sábado, 31 de mayo de 2008

La Florencia de los Médicis. Arte, poder y muerte.

Artículo - por Pilar Alonso. .


Quien quiera ser feliz, séalo; del mañana no hay certidumbre...”
Lorenzo el Magnífico


Los Médicis fueron una familia temida y respetada, odiada y admirada. Hábiles políticos, buenos hombres de negocios y, especialmente, grandes mecenas del arte y las letras. Gracias a ellos, a Florencia se la conoce como la cuna del Renacimiento.


Las epidemias que asolaron Europa durante los siglos XIV y XV, especialmente la peste, no perdonaron a la ciudad de Florencia, que alrededor del año 1300 contaba con cerca de 100.000 habitantes, y que a principios de la segunda mitad del XIV, apenas tenía 50.000. Al igual que hicieron otras ciudades italianas, como Venecia o Génova, trató de aumentar sus territorios. Mantuvo luchas permanentes contra Pisa y Siena, y compró la ciudad de Livorno, hasta obtener, al fin, un acceso independiente de salida al mar.

El auge económico de Florencia tuvo lugar especialmente durante el siglo XIV y se debió en gran medida a tres factores: la industria de la lana, el comercio de tejidos y otros productos, y las operaciones bancarias. Los empresarios-mercaderes tenían sucursales, agencias y contactos en todas las ciudades importantes, tanto fuera como dentro de Italia. Eran expertos en finanzas y negocios, hasta tal punto que el florín de oro no tardó en adoptarse como moneda internacional de las operaciones de mercado. Y así se convirtieron, también, en los banqueros más poderosos de la cristiandad, manejando las finanzas tanto de las cortes europeas como de los Papas.

La desigualdad en la distribución de la riqueza se fue haciendo cada vez más patente a medida que el capital se concentraba en pocas manos. Y el poder político se dividía entre la oligarquía, centrada alrededor de los Albizzi (miembros de la lana y grandes terratenientes) y los Strozzi (los banqueros más poderosos).

Juan de Médici, conocido como Bicci, era hijo de Averardo de Médici, banquero, e inició su carrera como prestamista del “pueblo menudo”, formado en esencia por artesanos y clases populares. A su muerte, en 1429, fue su hijo mayor, Cosme, quien heredó la dirección de los negocios. Pero él no se contentó con mantener o ampliar la empresa familiar, quería participar en la política. La familia de los Albizzi, que lo consideraron una amenaza, trataron de quitarlo de en medio, primero encarcelándolo y luego exiliándolo. Los errores de Rinaldo degli Albizzi permitieron a Cosme el Viejo regresar un año más tarde, acceder al poder y convertirse en Señor de la ciudad. Lo primero que hizo fue expulsar a sus enemigos políticos y arruinar a los que se quedaron. No obstante, llegó a admitir en sus filas a sus antiguos adversarios siempre y cuando se doblegasen a sus exigencias.

Debido a la intercesión de su policía política, los Otto di Guardia, Cosme el Viejo se aseguró la elección de sus candidatos a las magistraturas, creó un nuevo Consejo con miembros vinculados a los Médicis y, tras el Tratado de Lodi (1454) por el que Milán, Venecia, Roma, Nápoles y Florencia se aseguraron mutuamente la no agresión, se convirtió en árbitro del entramado peninsular. Todo ello contribuyó a que la república florentina se fuese transformando en un principado.



Cosme había recibido una sólida educación y se mostró abierto de mente ante las novedades que se iban introduciendo en la cultura florentina. Coleccionó manuscritos, monedas, gemas... y protegió a escultores, pintores y eruditos, convirtiéndose en el mayor mecenas de su generación. Mandó erigir la Biblioteca Medicea, la primera abierta al público, encargó al pintor Paolo Uccello las tres pinturas que representan la victoriosa batalla de San Romano, continuó con el conjunto de San Lorenzo iniciado por su padre (cuya iglesia se encargó a Brunelleschi y donde Donatello esculpió los bronces de las puertas de la Sacristía Vieja), restauró el convento de San Marcos y encargó a su arquitecto oficial, Michelozzo, la construcción del palacio de la Via Larga, el Palazzo Médici. Durante esos años, especialmente tras 1454, en el que finalizó las guerras que había emprendido, Florencia disfrutó de una considerable prosperidad económica, con una actividad constructora muy intensa.

A su muerte en 1464, le sucedió su hijo Pedro el Gotoso, con el que se iniciaron los primeros problemas bancarios de la familia y los primeros atentados contra su vida, el más conocido de los cuales tuvo lugar en agosto de 1466. Uno de sus mayores logros consistió en casar a su hijo Lorenzo con una Orsini, una antigua familia noble romana, con lo que se aseguraba contactos, poder militar y la entrada en la aristocracia para las futuras generaciones. A su fallecimiento, en 1469, dejó dos hijos: Lorenzo, de apenas veinte años, y Giulianno.

Igual que hiciera su abuelo Cosme, Lorenzo se supo rodear de afectos a su persona y alejó a los potencialmente peligrosos. Gracias a la prosperidad de la ciudad y a la paz exterior que acompañaron su gobierno, se granjeó la simpatía de los ciudadanos florentinos. Además, abrió sus puertas al pueblo de Florencia y, a cambio de cualquier cosa que pudieran permitirse, ofreció ayuda a los ciudadanos corrientes de la Toscana, con lo que fue tejiéndose una red por todo el territorio, gli amici delle amici.

Lorenzo el Magnífico representó el ideal del humanismo florentino: dotes literarias, aficiones intelectuales, talento político... Procuró evitar la ostentación y vivir con cierta sencillez. Era refinado, culto y carismático. Se convirtió en protector de Miguel Ángel, a quien llevó a vivir a su casa con sus hijos, descubrió a Leonardo Da Vinci y protegió a Botticelli. A su muerte, en 1492, se realizó un inventario de sus propiedades, entre las que destacan cuadros de Botticelli, esculturas de Donatello y obras de artistas extranjeros, así como vasos con incrustaciones de piedras preciosas y una importante colección de camafeos, que adquiría con afán. Formó parte de la Academia Platónica de Marsilio Ficino, que su abuelo Cosme había ayudado a fundar, y que reuniría a los hombres más brillantes de su época, como a Pico della Mirandola, y cuya influencia alcanzó a los grandes artistas del Renacimiento: Miguel Ángel, Botticcelli, Rafael... En un mundo dominado por la Iglesia, Lorenzo inyectó un espíritu de libertad secular.


Pero las grandes familias florentinas no estaban dispuestas a consentir que Lorenzo continuara gobernando la ciudad y, con ayuda del Papa Sixto IV, al que el Médici había negado un préstamo, se urdió la conjura de los Pazzi. Los Pazzi eran una familia de banqueros rival, la segunda familia más rica de Florencia, con un linaje más antiguo y más noble que la de los Médicis. Cuando Lorenzo asumió el poder procuró apartarlos y éstos decidieron asesinarle, a él y a su hermano. En la misa de Pascua de 1478, en el interior de la catedral, delante de todos los fieles, los conjurados asestaron diecinueve puñaladas a Giulianno, que murió en el acto, e hirieron levemente a Lorenzo, que logró refugiarse en la sacristía y escapar. Contrariamente a lo que esperaban los conspiradores, los florentinos se volcaron en el Médici y, cuando recuperó el poder, sus partidarios dieron buena cuenta de sus enemigos mediante una durísima y sangrienta represión. Cuando supo que el Papa se había aliado con el rey de Nápoles y enviado tropas para acabar con los Médicis, decidió viajar solo, asumiendo un gran riesgo, a negociar con sus enemigos del sur. Durante un mes bordeó la costa, y su barco atracó en Nápoles justo antes de la Navidad de 1479. Llegó con dinero y regalos para todos los cortesanos, y su enorme carisma y sus riquezas le permitieron ganarse al rey Fernando I de Nápoles, un hecho que obligó al Papa a congraciarse con Lorenzo.


De vuelta en Florencia, asumió poderes casi monárquicos, estipulando que cada ley que se promulgase requeriría de su previa aprobación, aumentó su control sobre el conjunto de la población y consiguió que su hijo Juan, el futuro Papa León X, fuese nombrado cardenal en 1489. Pero su talento comercial no fue igual que el de sus antepasados, y empleó el capital familiar para financiar sus gustos artísticos, hecho que se vio agravado cuando varios monarcas europeos no pudieron hacer frente a las deudas que habían contraído con su casa, lo que provocó el cierre de varias sucursales en todo el continente y, por ende, la bancarrota.
La banca había quebrado, la ciudad atravesaba una crisis económica, con muchos talleres cerrados y gran número de desempleados, y Savonarola, un monje dominico, fanático y gran orador, soliviantaba a las masas contra los Médicis, alegando que Lorenzo conducía a la ciudad por un sendero decadente hacia la destrucción. El Magnífico cayó gravemente enfermo en 1492, cuando tenía 43 años y, pese a los esfuerzos de los médicos, uno de los cuales le aconsejó un remedio a base de perlas y piedras preciosas pulverizadas, murió. Las predicciones de Savonarola parecían hacerse realidad y cada día cosechaba mayor número de adeptos, aduciendo que era necesario adoptar una vida más cristiana y pura. El imperio Médicis se desmoronaba.


A Lorenzo el Magnífico le sucedió su hijo Pedro el Desafortunado, que se vio obligado a abandonar la ciudad en 1494, tras pactar con Carlos VIII de Francia el paso de sus tropas por Florencia, camino de la conquista de Nápoles, un acuerdo que los florentinos no le perdonaron. El pueblo saqueó el Palazzo Médici y el gobierno subastó la mayor parte de sus obras de arte. Los aristócratas rivales encargaron a Savonarola tratar con el monarca francés, al que veían como el salvador que los había librado de los Médicis. El monje se convirtió así en el líder político de la urbe.


Tras la marcha de los franceses, el dominico se encargó de suprimir el ordenamiento político instaurado por los Médicis y propugnó una purificación moral en la que nada mundano estaba permitido. Savonarola condenó cualquier adorno, todo lo que no tuviera que ver directamente con la religión estaba prohibido, se apalizó a las prostitutas, se quemó a homosexuales y creó unas bandas de jóvenes militantes que recorrieron las calles de Florencia haciendo cumplir sus normas. Quemó en una gran hoguera libros, pelucas, cosméticos, ropas, joyas y figuras, y hasta Boticelli, reconvertido a su causa, arrojó algunos de sus cuadros a las llamas de la que se llamó la “hoguera de las vanidades”.


Después de que la Liga Santa, encabezada por España, expulsara de Italia a las fuerzas francesas, y con Savonarola ya desaparecido, los Médicis retornaron a Florencia y Juliano, segundo hijo de Lorenzo el Magnífico y protector de Leonardo Da Vinci, recuperó el poder en 1512. Su muerte prematura en 1516 hizo que su sobrino Lorenzo el Joven, hijo de Pedro, (a quien Maquiavelo dedicó El Príncipe) accediera al gobierno. Lorenzo el Joven obtuvo del Papa León X, su tío, el título de conde de Urbino y se casó con una pariente del rey francés, de cuya unión nació Catalina de Médici, que se convertiría en reina de Francia.


Pocos Médicis destacaron después en la historia de Florencia y también se sabe menos de ellos. Cosme I, hijo de Juan de las Bandas Negras y nieto de Caterina Sforza, un miembro de la rama secundaria de la familia, y al que Pío V concedió el título de Gran Duque de Toscana en 1560, fue seguramente el último. Llegó al poder tras el asesinato de Alessandro de Médici (primer Duque de Florencia) por Lorenzino Médici, un primo lejano. Pese a su juventud, sólo contaba 17 años a su llegada a la ciudad desde las propiedades de Mugello, Cosme I El Grande tomó las riendas del poder con vigor. Restauró la dinastía Médici, se casó con una sobrina del emperador Carlos V, reforzó el ejército y las defensas de la ciudad, emprendió obras para la mejora de la urbe y conquistó Siena. Anuló el poder de las familias más importantes de Florencia y se convirtió en un tirano. A pesar de su prodigalidad como mecenas, durante su mandato se produjo la decadencia del arte florentino, que desde comienzos del siglo XVI se había trasladado a Roma.


Le sucedió su hijo Francisco I de Médici, poco interesado en la política y en los negocios, y a éste su hermano Fernando I de Médici, que fue un gran administrador. Otros Médicis continuaron siendo Grandes Duques de Toscana, y muchos emparentaron con las casas más prestigiosas de Europa.


Pero ya no hubo otro Cosme el Viejo, ni, desde luego, otro Lorenzo el Magnífico.




La bibliografía sobre el período es extensa, tanto en ensayo como en novela. Fue una época llena de grandes nombres: los Borgia, Maquiavelo, Da Vinci, Copérnico, Americo Vespucio, Miguel Ángel... y por supuesto los Médicis, que aparecen como referencia al hablar sobre la mayoría de ellos. De entre todas las obras existentes, he destacado sólo unas cuantas, por si a alguien le apetece internarse un poco más en los vericuetos de una etapa tan rica en acontecimientos. La mayor parte están basados en la Conjura de los Pazzi, que es uno de los temas sobre los que más se ha escrito. Y Lorenzo el Magnífico es sin duda la estrella de esta extraordinaria familia.


Novelas:
Susana Fortes, Quattrocento, Planeta, 2007
Richard Dubell, Una misa por los Médici, Edhasa, 2006
Sarah Dunant, Amor y muerte en Florencia, Grijalbo, 2004
Lauro Martines, Sangre de abril, Turner Ediciones, 2004
Fernando Fernán-Gómez, La cruz y el lirio dorado, Espasa Calpe, 1998

Biografía novelada:
Eric Frattini, La conjura: matar a Lorenzo de Médici, Espasa Calpe, 2006

Ensayo:
Christopher Hibbert, Florencia, esplendor y declive de la casa de Médici, 2008
Jack Lang, Lorenzo el Magnífico, Ediciones Destino, 2007
Lorenzo de Médici, Los Médicis, nuestra biografía, Plaza&Janés, 2002




Escudo de los Médicis


Originalmente, el blasón estaba constituido por once llamativas piezas redondas sobre un fondo dorado. Cosme el Viejo redujo el número a ocho. Su hijo Pedro el Gotoso se contentó con siete, de las cuales colocó una en el centro, con tres flores de lys. Había obtenido del rey de Francia, Luis XI, en 1465, el derecho de enarbolar las flores de lys de Francia en recompensa por los servicios prestados a la corona.
Lorenzo el Magnífico simplificó aún más el número, dejándolo en seis, y situó la flor de lys en el vértice. Cosme I el Grande fijó definitivamente el escudo, optando por la forma oval.
Según algunas fuentes, las esferas son besantes (piezas monetarias que harían referencia al origen de la fortuna familiar), aunque lo más probable es que fuesen roeles (piezas heráldicas redondas que siempre van pintadas de color).
El francés Pierre Paillot publicó a mediados del siglo XVII un libro sobre heráldica y en él figura una leyenda acerca del escudo de los Médicis:
“Esas seis piezas, de las que la primera originalmente era igual que las otras, las tomó Evrard de Médicis, caballero francés, que había seguido al emperador Carlomagno a las guerras de Italia para expulsar a los Lombardos. Venció en duelo al gigante Muel, que tenía oprimidos a los florentinos, quien durante el combate le propinó un golpe con su maza, de la que pendían seis bolas de hierro ensangrentadas, y que dejaron su huella sobre el escudo dorado. Carlomagno, en memoria de la hazaña y del combate, le otorgó el blasón de oro con los seis roeles, como trofeo de su victoria, que sus descendientes conservaron hasta que Pedro de Médicis obtuvo el favor real de Luis XI para cambiar el color de una de las piezas del rojo original al azul y añadirle tres flores de lys doradas”.

lunes, 26 de mayo de 2008

Imperium - Robert Harris


Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Editorial Grijalbo
431 páginas
Género: Novela
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En esta nueva novela del escritor británico Robert Harris la acción se sitúa en Roma en el siglo I A.C. y se centra en la figura de Cicerón, el mayor orador de todos los tiempos, y de su ascenso al poder. Una interesante recreación biográfica llena de intrigas, corrupción, intereses económicos, traiciones y un entramado político apasionante. De la mano de su esclavo secretario M. Tulio Tiro, a quien se adjudica la invención de la taquigrafía, se narran los años cruciales de la vida de Cicerón, de los años 79 al 64 A.C., y su relación con otros importantes personajes: Pompeyo, Craso, Cátulo, Catilina e incluso un joven y ambicioso Julio César.


Opinión

“Imperium” es un término latino que puede traducirse por: poder, autoridad, dominación, soberanía... Y precisamente ése es el tema principal del que se habla en esas más de cuatrocientas páginas: el poder.

El ascenso de Cicerón, un personaje de escasos recursos, que consigue llegar a ser cónsul, es la historia de una lucha continua en un campo como la política, una profesión desvirtuada en nuestros días, y que, sin embargo, no ha perdido con el paso del tiempo la mayoría de los rasgos que la caracterizan. “¿Qué otra esfera de la actividad humana saca lo más noble que hay en el alma de los hombres y al mismo tiempo lo más bajo?”. Una se pregunta si tanto han cambiado las cosas desde entonces... o tan poco.

La novela nos retrata a un Cicerón con grandes dotes de estratega, brillante capacidad oratoria, una mente rápida, memoria ágil y una lengua a menudo mordaz, que no deja de sorprender al lector, en ocasiones por su valentía y en otras por su falta de medida.

Desde el punto de vista de Tiro, su secretario y confidente, asistimos a asambleas, debates, juicios y elecciones, y sobre todo a varios de los discursos más importantes de Cicerón, algunos pasajes realmente emocionantes. En ocasiones el lector puede perderse en los vericuetos del funcionamiento de la administración romana, como en el caso de los procesos electorales, y a pesar de ello la lectura no deja de resultar apasionante.

Una novela sobre abogados en la antigua Roma, con ritmo y con sus buenas dosis de intriga, traiciones y peligros, ambientada y documentada con esmero. Imprescindible para los amantes de la novela histórica.

domingo, 25 de mayo de 2008

Los siete crímenes de Roma - Guillaume Prévost


Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Editorial Tropismos
275 páginas
Género: Novela
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Guillaume Prévost, catedrático de historia y presentador de programas en el Canal Historia, nos presenta una novela de misterio ambientada en Roma, en los últimos días del año 1514.

Un joven decapitado aparece sobre la columna de Marco Aurelio. Una inscripción aparece en la base: “Eum qui peccat...” (“Al que peca...”). Pocos días más tarde, se descubre el cadáver de un anciano desnudo y atado a una escalera.

Leonardo da Vinci se interesa por los singulares detalles del caso y ayudado por Guido Sinibaldi, un joven estudiante de medicina, tratan de desentrañar el misterio que envuelve los macabros asesinatos, una serie que no ha hecho más que comenzar.


Opinión

Un libro de crímenes perfectamente ambientado en la Roma del siglo XVI. La figura de Leonardo da Vinci, que tanto juego da, es usada en este caso como apoyo para el verdadero protagonista, que no es otro que el joven Guido. Le servirá de guía, de inspiración y en más de una ocasión de ayuda.

Pero la novela no es sólo un relato de misterio, es también un paseo por la Roma de aquel tiempo. Por la Biblioteca Vaticana, la casa de Juliano de Médicis o el taller del mismo Da Vinci.

Y, cómo no, por sus personajes: Tommaso Inghirani, que fue bibliotecario, Rafael, León X, Salaï, el ayudante de Leonardo, el cardenal Bibbiena... e incluso aparece el lagarto de Da Vinci.

Con unas cuantas pinceladas nos explica algunos de los avatares de la construcción de la Basílica de San Pedro, cómo las antiguas ruinas se usaban de canteras para nuevos edificios, cómo surgió la Biblioteca Vaticana o quiénes eran los juanistas, y todo con un estilo tan sencillo y ameno que una lamenta llegar al final del libro.

Los datos históricos son tan interesantes o más que la trama en sí misma, que no carece en absoluto de atractivo. Y es que el autor no sólo demuestra sus amplios conocimientos sobre la ciudad y la época, sino que ha sabido hilvanar, con una prosa esmerada, una historia que mantiene la intriga hasta el final.

Dejando a un lado la parte documental, el argumento del asesino en serie está tratado con maestría, proporcionando los detalles justos para que en ningún momento deseemos abandonar la lectura. Leonardo Da Vinci me hacía pensar en Holmes y Guido en un joven y activo Watson. Con esas bazas era prácticamente imposible que mi interés menguara.

El final, para mi gusto, resulta un poco precipitado. Muchas explicaciones condensadas en muy pocas páginas, que le restan algunos puntos a una novela que, tanto para los amantes del misterio como de lo histórico, se disfruta desde la primera línea.