martes, 29 de junio de 2010

Tiempo de rebeldes - Heather Graham

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com

Plaza&Janés, Noviembre 2009
Género: Novela
507 páginas


Segunda entrega de la trilogía de los Cameron.

Callie Michaelson es una viuda yanqui que vive sola en una granja en Maryland. La guerra entre el Norte y el Sur se desarrolla a poca distancia de su casa y en su jardín terminan muertos soldados de uno y otro bando. Uno de ellos, un coronel rebelde, sigue aún con vida y Callie, harta de ver morir a los hombres, decide cuidar de él.

Daniel Cameron caerá rendido a los pies de ese ángel que, pese a sus ideales, no podrá evitar sentirse irremediablemente atraída por él, y ambos vivirán un apasionado romance en medio de la guerra. Hasta el día en que ella se verá obligada a traicionarle.

Él jurará vengarse y ella seguirá oyendo, cada noche, las últimas palabras que él le dirija: “Volveré a buscarte”…
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Heather Graham vuelve a demostrar su gran conocimiento sobre la Guerra de Secesión y sobre algunos de sus protagonistas: Jefferson Davis y su familia, el general Lee, Jeb Stuart o Stonewall Jackson, y en menor medida también a algunos personajes yanquis. Con soltura y sin interferir en la trama, nos ofrece detalles de la guerra, campañas, costumbres y anécdotas, y desarrolla, a la par que la historia romántica, la historia de la segunda mitad de aquella contienda.

De nuevo hace uso de una pareja compuesta por miembros de uno y otro bando con lo que, al mismo tiempo que añade una dosis extra de tensión, le sirve para que cada uno de ellos exprese sus ideales y defienda su respectiva posición. Aquí no hay buenos ni malos, cada ejército lucha por lo que considera justo y en ambos existen hombres honorables y honestos. Las discusiones entre Callie y Daniel expresan el sentir del grupo al que representan y sus voces son el eco de aquellos americanos que se vieron abocados a una lucha fratricida.

La autora muestra, una vez más, su gran calidad narrativa, sus dotes a la hora de ambientar la historia y el cuidado que dedica a sus personajes, tan vívidos y reales que parecen saltar de sus páginas. Una historia llena de atractivos, absorbente, seductora y vital.
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sábado, 26 de junio de 2010

Entrevista a Antonio Cabanas por El hijo del desierto

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En el marco incomparable del Hotel Casa Fuster, en Barcelona, me encontré con Antonio Cabanas, apasionado de Egipto y, en sus ratos libres, piloto comercial. El escenario era ideal para sumergirse en una buena historia y charlamos sobre Tutmosis III y sobre Ramsés II, pero también sobre serpientes y templos, y sobre la guerra, y la muerte, y el amor.

Su última novela, El hijo del desierto, encierra todas esas cosas y muchas más. Poder hablar con el autor acerca de ella fue todo un privilegio.



- Los no especializados en historia del Antiguo Egipto entienden sus más de 3.000 años de historia como un todo único, aunque hay muchas diferencias entre los distintos períodos. ¿Crees que es un error muy común?

Absolutamente. Cada período fue diferente, todos fueron grandes, y todos tuvieron sus luces y sus sombras, como en todas las épocas, la prueba está en todas mis obras. En este libro en concreto se asoma un Egipto que no es muy conocido, en el que domina la imagen de la guerra. Siempre que pensamos en el Antiguo Egipto lo hacemos en su sociedad civilizada, en su asombrosa cultura, en la monumentalidad de todo lo que hicieron y también en la organización de su sociedad. Pero cuando ves las guerras, cómo eran, te das cuenta de que las guerras son malas siempre. Es una prueba más, sin duda, de que cada período es distinto.



- En la anterior entrevista que te hice por la publicación de El sueño milenario, te preguntábamos cuál te parecía la época dinástica más fascinante de la historia de Egipto y confesabas sentir debilidad por las dinastías III a V. Pero en tus novelas, hasta la fecha, has elegido marcos históricos relacionados con las dinastías XVIII a la XX, que ocupan casi 500 años de historia. ¿Por qué?

A mí el Imperio Antiguo es el que más me gusta, porque en aquella época los faraones eran realmente dioses, eran el poder sobre la tierra. Pero sin embargo he escrito sobre esos otros períodos porque disponen de una documentación mayor para poder llevar al lector realmente lo que ocurrió con cierto rigor. Si nos vamos a la época de Zoser, por ejemplo, ya los velos del tiempo envuelven todo de tal forma que es que complicado y hay que fabular demasiado. En el caso de El hijo del desierto, por ejemplo, hay mucha documentación sobre el período de Tutmosis III y podemos acercar al lector a algo que realmente sí ocurrió.



- ¿Algún día escribirás alguna ambientada en tu período favorito?

Sí, sin duda. Me llevará más documentación o tendré que dar un sesgo diferente, quizá recrear más el ambiente sin generalizar en los personajes históricos y dar mayor protagonismo a un personaje de ficción que me permita fabular.
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- La religión tenía una gran importancia en la vida de los egipcios y había un gran número de dioses grandes y pequeños. Muchos de ellos aparecen en la novela. Supongo que debía ser complicado conocerlos todos y saber a quién debían dirigirse en un determinado momento.

Los conocían perfectamente, como nosotros hasta no hace muchos conocíamos a la mayoría de los Santos. Y hay un hecho fundamental. Los dioses en el Antiguo Egipto realmente vivían con los ciudadanos, la religión lo impregnaba todo y formaba parte de la vida cotidiana. Eran muy santurrones, igual que nuestras abuelas con los rosarios o el santoral. En un período algo posterior al de la novela, los niños llevaban incluso relicarios con un papiro pequeñito en el que había unas inscripciones que les protegían del mal de ojo o de las enfermedades que les pudieran sobrevenir, exactamente igual que nosotros.



- Uno de los episodios que más me han llamado la atención ha sido la matanza de elefantes en Siria durante el reinado de Tutmosis I y que se repetiría con su nieto Tutmosis III. ¿Un sacrificio, un desahogo…? ¿Era una práctica común lo de las cacerías indiscriminadas?

Eran veleidades cinegéticas. Venían de la guerra y por el camino hacían auténticas matanzas para celebrar sus años de reinado o cualquier otra cosa. Es un lado oscuro que forma parte de la obra y que también hay que conocer. Este libro es, en definitiva, un alegato contra la guerra. Y toda esa barbarie del hombre se muestra también en esas cacerías. Eran muy aficionados a la caza, muy propia del faraón y de los guerreros.



- En la novela comentas que cuando el faraón era coronado como tal, adoptaba un nuevo nombre: en el caso de Tutmosis III fue Menjeperre: Rey de Reyes. ¿A qué se debía dicha práctica? ¿Quién escogía el nuevo nombre?

Él se ponía el nombre, era su potestad. Cuando nacían les ponían un nombre. A él lo llamaron Tutmosis, que significa Nacido de Tot. Pero cuando se coronó adoptó el de Menjeperre. Pero tenía además otros tres nombres, que eran litúrgicos: el hijo de Ra, el Horus viviente, Señor de las Dos Tierras…

En concreto Menjeperre significaba dos cosas: primera, el poder para proteger a su pueblo y la segunda, que con ese nombre hacía referencia al poder germinativo, sexual, a que era capaz de tener muchos hijos.



- En un momento dado, uno de los personajes le recomienda a otro que, para comportarse debidamente en una fiesta y seguir los preceptos de las buenas maneras, debe aplicar lo que dice el libro “Sátira de los oficios”. ¿Existe ese libro?

Sí, existe. De hecho son unos textos que forman parte de la literatura clásica egipcia. Es como una especie de enciclopedia de muchas cosas, entre ellas las buenas maneras.



- La figura del escriba no sale muy bien parada en tu novela. Era una figura importante de la administración y muy despreciada al parecer por quienes eran ajenos a ella. ¿Qué hay de cierto en eso?

Es cierto, los militares los despreciaban. En los textos que hemos comentado antes, la Sátira de los oficios, se habla también de los oficios que hay, cuáles son los que debe seguir un hombre para vivir mejor y ser más digno. El de soldado, como están escritos en la época del Imperio Antiguo, sale muy mal parado. Dice que son parias, que van a vivir muy mal y todas las cosas malas que puedas imaginar. Eran considerados gente inculta y del peor estrato social.

Los únicos que sabían leer eran los escribas, que tenían acceso a mucha de la información que se encontraba en los templos. Eran muy minuciosos y muy organizados. En el ejército había uno para cada 200 soldados, y apuntaban todo lo que hacían. Eran terribles, tenían incluso más poder que los comandantes y tenían potestad para imponer castigos. No, no resultaban muy simpáticos a los soldados.



- Heka, la madre adoptiva de Sejemjet, mantiene una estrecha relación con las serpientes, cobras en concreto, que se comportan casi como animales de compañía.

Yo he visto esa relación con las cobras en paisanos de Heka, en el Sur de Egipto, en casas a las que acuden de visita las cobras porque les dan de comer. Lo hacen como amigas, como visitas, recelan de los extraños y se mueven entre los miembros de la familia con absoluta confianza. Hay que tener mucho cuidado con ellas al dormir, porque se acurrucan junto al cuerpo en busca de calor y un movimiento brusco durante la noche puede provocar una mordedura fatal. Los que tratan con ellas han llegado a desarrollar un instinto que les permite moverse con suavidad durante el sueño, para no molestarlas. Es increíble.
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- La misma Heka le dice textualmente a Sejemjet acerca de Tutmosis III “El dios que gobierna esta tierra será recordado por generaciones sin fin. No habrá ningún otro tan poderoso como él”. ¿Eso es realmente así? ¿Más que Seti I o Ramsés II?

Bueno, Ramsés II es un personaje curioso. Él se bastó para hacerse publicidad como nadie, y se apropió de muchas esculturas de otros reyes, una práctica bastante habitual por otro lado. Era un verdadero megalómano y además gobernó durante muchos años. No guerreó casi nada pero lo pareció.

Tutmosis III, en cambio, fue quien realmente expandió el reino de Egipto y le proporcionó mayor gloria.



- Háblanos de Senu. ¿Por qué decidiste incluir un personaje como él en tu novela?

En principio quería que alrededor del protagonista hubiera otros personajes que nos mostraran también cómo era la sociedad de aquel tiempo. Se me ocurrió incluir a Senu, que también era guerrero pero que no tenía nada que ver con Sejemjem, y según iba escribiendo le fui dando protagonismo. No estaba pensado así desde el principio, pero fue asumiendo personalidad a medida que yo avanzaba. Cumple su función y su papel y quise meter un poco de comedia. Me reí mucho escribiendo algunas de sus escenas.



- ¿Por qué crees que Tutmosis III comenzó su persecución contra su antecesora, Hatshepsut, borrando su nombre de las inscripciones de los monumentos y de las listas reales?

Al principio no sólo no la persiguió, sino que mantuvo los altos cargos nombrados por su tía. Sin embargo, en los dos últimos años de su reinado, sin que se sepa muy bien por qué, sí inició esa persecución.




- Eres gran admirador de Naguib Mahfuz, como ya reconociste en nuestra anterior entrevista. Si tuvieras que recomendar a nuestros lectores alguna novela ambientada en el Antiguo Egipto, que no sea de Mahfuz, ¿por cuál te inclinarías?

Novelas sobre el Antiguo Egipto no he leído muchas que me hayan gustado, aunque sí he leído buenos libros. Pero recomendaría un clásico: Sinuhé el Egipcio, de Mika Waltari. A pesar de que no tiene un rigor histórico, es una buena novela.
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miércoles, 23 de junio de 2010

La estrella peregrina - Ángeles de Irisarri

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Reseña -por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

Suma de Letras, Abril 2010
Género: Novela
561 páginas


En el Año Mil, tras el fallecimiento de su marido, la condesa de Conquereuil emprende peregrinación a Santiago de Compostela desde la Bretaña francesa, para postrarse ante el Apóstol, recibir la indulgencia y pedirle que haga crecer a su hija pequeña, que es enana y que, a causa de su deformidad, ha sido rechazada por las gentes y hasta por su propio padre, pues la han creído endemoniada.

Sale al camino con un séquito de 200 servidores, recorre vías romanas, caminos y veredas; atraviesa puentes inestables, se hospeda en conventos, hospitales o posadas, y duerme bajo su tienda o al raso. Y a lo largo de tantas millas se topa con increíbles y estrafalarios personajes, y vive no menos excitantes aventuras.

(Sinopsis de la editorial)
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2010 es Año Jacobeo, es decir, año en el que el 25 de Julio, festividad del patrón, cae en domingo. Y esta novela recorre el Camino de Santiago llevado a cabo por una comitiva procedente de Bretaña, Francia, allá por el año 1.000. Todos hemos oído en alguna ocasión el terror que pareció desatarse entre amplios grupos de población en aquellas fechas, convencidos de que dicho año significaba el Fin del Mundo. La imagen que mejor refleja dicho estado de ánimo son los famosos flagelantes, que recorrían los caminos azotando sus cuerpos y anunciando el Apocalipsis, personajes que también aparecen en la trama.

Curiosamente, y según se desprende de la lectura, muchos ciudadanos no tenían conocimiento de vivir en tan señalada fecha, pues en algunos reinos los años se contaban teniendo en cuenta el tiempo que llevaban gobernando sus señores (tercer año del reinado del rey Robert, séptimo año del reinado del rey Enrique…). No es sino cuando está en territorio castellano cuando la comitiva conoce ese detalle, y otros muchos que la autora se encarga de ir desgranando a lo largo del viaje.

Tal vez ése sea el mayor logro de esta obra, el reflejo de una sociedad que se desplazaba raramente y que, al hacerlo, descubría usos y costumbres muy alejados de los propios. Y el lector asiste a ese descubrimiento a través de los ojos de doña Poppa, condesa de Conquereuil. Viuda y con dos hijas, una de ellas enana, la mujer decide peregrinar a Santiago de Compostela para pedir por su pequeña y para cumplir uno de los últimos deseos de su fallecido esposo.

Resulta especialmente llamativo el preparativo de la comitiva que había de recorrer tan enorme distancia. No sólo formaban parte de ella la condesa, sus hijas, sus doncellas, y los soldados de rigor, sino también un importante número de criados. La expedición estaba formada por infinidad de carros y animales en los que se transportaban los víveres, los utensilios de cocina, ropa, tiendas de campaña, armas, calzado y bebida, pero también había un carro que llevaba los fogones, otro que transportaba una jaula para encerrar a algún revoltoso o algún ladrón, otro con una imagen de Santa María, uno más que llevaba el horno para hacer pan y, por si eso fuera poco, la señora se empeñó en llevar el lit-clos de su alcoba, donde había dormido su esposo. Para los que no sepan qué es el lit-clos, les diré que se trata de un armatoste de madera que hace de cama, armario, baúl y banco al mismo tiempo y que debe pesar una tonelada. En fin, que la señora quería dormir en su cama y en ninguna otra durante el camino y no hubo quien lograra hacerla cambiar de opinión. Doscientas personas partían del norte de Francia con ese bagaje y curioso habría sido verlos por el camino, más de dos mil millas viajando por unas calzadas que nada tenían que ver con nuestras carreteras actuales.

Pero, vamos, que los caprichos de la condesa que a nuestros ojos parecen absurdos, no debían serlo tanto en aquella época, en la que los viajes se hacían eternos y el que más y el que menos quería llevarse media casa consigo, por aquello de no extrañar mucho el hogar mientras anduviese errante.

Otro de los puntos destacados de la novela versa sobre la enorme religiosidad de aquellas gentes y aquella época, donde aseguraban ver brujas y demonios en todo lo que eran incapaces de explicar, como sucede con los defectos físicos de Lineta, la hija menor de la condesa. Pero también queda patente en la infinidad de iglesias, monasterios, catedrales o capillas en las que se detienen durante el camino, en la ciega creencia en las reliquias que les salen al paso, en las supersticiones, los santos, los ritos y todo el entramado que componía por aquel entonces la práctica de la religión católica.

Por último, destacar también el marco político del momento, que la autora hilvana con la trama de forma magistral, ya sea en tierras francas o en las hispanas. Cobra especial relevancia la figura de Almanzor que, aunque no aparece físicamente en ninguna escena, es nombrado con frecuencia a raíz de los enfrentamientos que mantiene con los cristianos. El miedo a los árabes, y en menor medida a los bandidos, es una amenaza que se cierne sobre la expedición durante todo el trayecto, una expedición que irá menguando sus miembros por distintas razones a medida que se aproximen a su destino.

La Estrella Peregrina es, en suma, un libro de viajes y una novela de costumbres, y esencialmente una novela histórica, escrita con una prosa que evoca el castellano antiguo y que nos convierte, siquiera por unas horas, en peregrinos del Camino de Santiago.
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domingo, 20 de junio de 2010

El hombre de la nariz de oro

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Apuntes - por Pilar Alonso


Cuando las estrellas aún no tenían nombre y en la hoguera ardían quienes afirmaban que la Tierra no era el centro del Universo, vivía en el Norte, en la fría Dinamarca, el que sería conocido como el príncipe de los astrónomos: Tycho Brahe (1546-1601).

Y no vivía de cualquier modo, que el rey Federico II de Dinamarca y Noruega le había hecho construir dos observatorios y un laboratorio para que pudiera estudiar las estrellas a su antojo. A falta de telescopio, Tycho Brahe diseñó instrumentos para poder observar y medir más de mil estrellas con bastante precisión.

A la muerte de Federico II otro no menos poderoso reclamó los servicios del astrónomo: el emperador Rodolfo II. Y a Praga se marchó Tycho Brahe, donde le habían hecho construir otro observatorio para que continuara explorando los cielos. Allí se le unió un discípulo, Johannes Kepler, que terminaría heredando todos sus trabajos sobre astronomía, trabajos que le ayudarían a elaborar las “leyes de Kepler” sobre el movimiento de los planetas.

Y como no hay personaje que carezca de anecdotario o de leyenda, Tycho Brahe no iba a ser una excepción. Cuentan que a los 20 años, en diciembre de 1566, discutió en una fiesta con Manderup Parsberg, otro matemático. Y no por causa de una mujer, sino por cuestiones de números y de egos. Tres días más tarde se enfrentaban en un duelo en el que Tycho perdería la nariz.

A pesar de que, imagino, casi siempre caminaba con la vista clavada en el cielo, para no perderse ningún fenómeno estelar, no disponer de apéndice nasal podía representar un problema cada vez que bajara la cabeza. Como recursos no le faltaban, se hizo fabricar una nariz de oro, plata, y seguramente cobre, que llevaba siempre puesta, pegada a la cara con una especie de pasta o pegamento, y cuya apariencia, según cuentan, resultaba bastante natural.

Eso sí, no he conseguido averiguar cómo se las apañaba con los resfriados o la primavera. Espero que no fuera alérgico al polen.
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jueves, 17 de junio de 2010

Tres días de camino - Joseph Boyden

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

Ediciones Destino, Enero 2010
Género: Novela
475 páginas


1919. Niska, la última curandera de los Oji-Cree que queda por las tierras de Ontario, Canadá, ha hecho un largo viaje para recibir a uno de los dos muchachos de su tribu que se habían alistado en el ejército y que vuelve herido de la guerra en Europa. Pero el que baja del tren no es quien Niska esperaba, sino su único pariente, su sobrino Xavier, al que todos daban por muerto. ¿Qué ha sucedido con su mejor amigo Elijah, con el que combatió en los campos de batalla de Francia y Bélgica? ¿Por qué ha llegado Xavier bajo la identidad de otro?

Gravemente herido y adicto a la morfina, Xavier deambula entre la vida y la muerte mientras relata a Niska los años vividos en el campo de batalla con Elijah y cómo su reputación como guerreros, que era el orgullo de su regimiento, se convirtió en horror y vergüenza.

Niska comprende que su cometido no es sólo llevar a Xavier a casa, sino devolverle al mundo de los vivos, cueste lo que cueste.

(Sinopsis de la editorial)
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Con esta novela, parcialmente inspirada en la vida del héroe de la Primera Guerra Mundial, Francis Pegahmagabow, Joseph Boyden ha obtenido varios premios de reconocido prestigio internacional, entre ellos el Canadian Authors Association Book of the Year, o el Amazon First Novel Award.

A través de su pluma, el lector asiste a la adaptación de los indios a los cambios del mundo moderno, el modo de desenvolverse lejos de sus tierras de origen y cómo afrontan la intolerancia de los blancos en los escenarios donde éstos son los protagonistas.

La participación de los indios canadienses en la Primera Guerra Mundial es un tema casi desconocido y sumamente atractivo, y Joseph Boyden se sirve de ellos para narrar un conflicto que se saldó con varios millones de muertos y que dejó graves secuelas psicológicas en muchos de los supervivientes.

Frente a Xavier, que ha vivido un infierno que es incapaz de dejar de recrear, se encuentra Niska, una mujer que nunca ha abandonado su tierra y que es la guardiana de todas las tradiciones de su pueblo.

El viaje que ambos llevarán a cabo de vuelta al hogar es toda una epopeya que habla de la amistad y la muerte, de las raíces y el corazón. Y sobre todo de la esperanza.
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lunes, 14 de junio de 2010

La Cúpula - Stephen King

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com

Plaza&Janés, Mayo 2010
Género: Novela
1132 páginas


En una soleada mañana de octubre en la pequeña ciudad de Chester’s Mill, Maine, Claudette Sanders está disfrutando de su clase de vuelo y Dale Barbara camina por la carretera que abandona la población, con el cuerpo aún entumecido por la paliza que le han propinado.

De repente, una barrera invisible cae sobre la ciudad. Secciona en dos a una marmota, amputa la mano a una mujer que cuida el jardín y el avión que pilota Claudette Sanders choca contra la cúpula y cae envuelto en llamas.

Dale Barbara, veterano de la guerra de Irak, es puesto a cargo de la situación por el ejército, pero Big Jim Rennie, el hombre que controla la mitad de los negocios del pueblo, legales e ilegales, no está de acuerdo. La cúpula puede ser el modo de lograr aún más poder.

A medida que la comida, el agua y la electricidad escasean, los niños del pueblo comienzan a tener sueños extraños y premonitorios.

¿Quién ha creado la cúpula y por qué? Y, lo más importante, ¿lograrán averiguarlo antes de que sea demasiado tarde?
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¿Qué ocurriría si de repente una cúpula invisible e indestructible cubriera una población de poco más de dos mil habitantes? Sin posibilidad de salir, sin poder recibir nada del exterior, sin saber cuánto va a durar el fenómeno y si van a disponer de provisiones suficientes para sobrevivir… Stephen King, experto en recrear hasta las pesadillas más increíbles, dibuja perfectamente la situación en esta novela.

A pesar de que toda la historia transcurre en unos pocos días – tal vez habría resultado más interesante alargarlo un poco más – el autor transmite sin problemas esa sensación claustrofóbica que supone vivir en el interior de una burbuja, por muy grande que ésta sea. En esa atmósfera cerrada se manifiestan y desarrollan las personalidades de un gran elenco de personajes. Destacan aquellos en los que King ha apoyado gran parte de sus novelas anteriores: el concejal del pueblo sin escrúpulos, el fanático religioso, el loco, el héroe maltratado, los niños…

Su enorme dominio a la hora de conducir gran número de personajes vuelve a brillar en esta novela, creando un complejo entramado de relaciones y situaciones que se entrecruzan y que nos muestran el lado más sórdido del género humano, capaz de sacar provecho hasta de las situaciones más catastróficas.

A medida que avanza la trama, la tensión va en aumento, dirigiéndose hacia un objetivo que el lector sospecha casi desde el inicio. La capacidad de mantenernos en vilo durante más de mil cien páginas no es tarea al alcance de cualquiera, y eso es exactamente lo que ocurre con este libro. Somos incapaces de abandonarlo y de alejarnos de ese entorno enrarecido y malsano.

Creo que uno de los grandes logros de este autor radica en la facilidad que tiene para jugar con los sentimientos del lector, que se identifica con los personajes y con las injusticias de un modo visceral, apretando los puños y la mandíbula, listo para saltar sobre la siguiente página.

Esta novela recuerda un poco al Stephen King de hace veinte años. Posee elementos que hacen pensar en It, en La Tienda, en Tommyknockers… y en otras muchas que le convirtieron en el Maestro. De hecho, al final del libro, el autor comenta que trató de escribir por primera vez esta novela en 1976 y que la abandonó con apenas setenta y cinco páginas escritas. Hasta el 2007 no se atrevió a retomarla de nuevo. Más de treinta años ha dormido este proyecto en un cajón.

Y es una suerte que por fin haya despertado.
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viernes, 11 de junio de 2010

Breve historia de los indios norteamericanos - Gregorio Doval

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com


Ediciones Nowtilus, Marzo 2009
Género: Divulgación
351 páginas


Cuando los colonizadores llegaron por primera vez a tierras norteamericanas descubrieron que estaban habitadas por numerosas tribus de indios salvajes, casi un millón de individuos diseminados por uno de los territorios más extensos y ricos del planeta.

El ansia por colonizar a toda costa aquellas tierras llevó a los primeros enfrentamientos con los pieles rojas ya en el siglo XVIII, y esa tendencia no hizo sino aumentar hasta conseguir primero expulsarlos de sus lugares de origen y luego casi exterminarlos.

Esta es la historia de ese conflicto.
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Cuando era niña jugábamos a indios y vaqueros y recuerdo que nadie quería ser un piel roja. Ellos eran “los malos”: arrancaban cabelleras, robaban ganado, se emborrachaban y siempre eran vencidos por los rostros pálidos. “Sólo hay un indio bueno: el indio muerto” era una frase que solíamos pensar antes de disparar con los dedos al compañero al que le había tocado lucir penacho de plumas.

Muchos crecimos interpretando esos roles que nacían de las películas de vaqueros de los sábados por la tarde. Y muchos descubrimos, pasado el tiempo, lo equivocados que estábamos.

Gregorio Doval nos presenta la historia de los indios norteamericanos con toda su crudeza y toda su complejidad. Eran tantas y tan variadas las tribus que poblaban Norteamérica, aunque sólo nos hayamos acostumbrado a los nombres de unas cuantas, que resulta pavoroso saber que la mayoría de ellas fueron exterminadas.

El ansia del hombre por hacerse con nuevas tierras no la inventaron los estadounidenses, no se vayan a pensar. Tampoco la ambición desmedida, ni la intolerancia o la intransigencia, ni siquiera la crueldad gratuita. Ellos sólo hicieron uso de esas herramientas, como muchos hombres de su época y de otras pretéritas o futuras. Y sólo hace unas décadas han reconocido su error y el daño que causaron a una cultura milenaria que se vio invadida, expulsada, masacrada y prácticamente exterminada.

Leer Breve historia de los indios norteamericanos provoca tristeza. Y rabia. Pero es al mismo tiempo una aventura plagada de pequeñas maravillas en forma de personajes como Nube Roja, Toro Sentado o Caballo Loco. Con paisajes y enclaves como Las Colinas Negras, sagradas para los sioux. Con escenarios terribles, como Little Big Horn o Wounded Knee. Es la historia breve, cierto, de toda una raza cuya vida sencilla hoy miramos con nostalgia. De tratados ignorados y de traiciones, de epidemias y expolios, de persecuciones, matanzas y éxodos. De héroes y tumbas, como diría Ernesto Sabato.

Gregorio Doval ha realizado un trabajo metódico y riguroso, con evidente parcialidad hacia los indios. Siguiendo un orden más o menos cronológico, nos los encontramos en sus lugares de origen antes de la llegada del hombre blanco y desde ahí vamos avanzando hasta la época actual, en la que les han sido restituidos sus derechos. Es cierto que hay tantas tribus, escaramuzas, batallas y personajes que resulta difícil asimilar toda la información. Por eso no es un libro para leer de un tirón, sino para recorrerlo a pequeños pasos e ir descubriendo a sus protagonistas poco a poco.

Se echan de menos algunos mapas por el camino para ubicar bien episodios, rutas o fronteras, pero lo cierto es que no representa un obstáculo insalvable para adentrarse en la historia.

Y es una historia apasionante.
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miércoles, 9 de junio de 2010

Entrevista a Jesús Maeso de la Torre por "La Cúpula del Mundo"

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por Pilar Alonso. Publicada originalmente en http://www.ciberanika.com/

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Jesús Maeso de la Torre, considerado como uno de los principales autores de novela histórica de nuestro país, obtuvo el II Premio CajaGranada de Novela Histórica con la novela La Cúpula del Mundo.

En su haber figuran otras obras de éxito, entre ellas: Al-Gazal, el viajero de los dos orientes (2002), El Papa Luna (2002), La profecía del Corán (2006) o El sello del algebrista (2007).

Jesús Maeso de la Torre es un trabajador incansable y un excelente conversador. A pesar de la ajetreada presentación de su novela tuvimos tiempo de charlar sobre ella, una experiencia que disfruté enormemente y que se hizo muy, muy corta.



- Tu novela ha sido la ganadora del II Premio de Novela Histórica CajaGranada ¿Cómo sienta ganar un certamen de tanta repercusión?

Sienta muy bien, porque te hace un poquito más independiente y te da seguridad, y, aunque no es lo más importante, te proporciona cierta libertad. Además, viendo quién era el jurado me di cuenta de que el certamen tenía bastante prestigio, si lo avalaba Random House todavía más, y si lo había ganado antes María Pau Domínguez, cuyo libro había leído, imagínate. Me parecía que había dejado el listón un poco alto, pero a pesar de todo decidí presentarme. Y estoy encantado.



- ¿Cómo surgió la idea de esta novela? ¿Por qué Cristina de Noruega?

Surgió de una forma completamente casual. Estaba de paso en un pueblo de Burgos, Covarrubias, y vi a un grupo de noruegos que se metían en una capilla románica muy pequeña, cantando y enarbolando banderitas mientras rodeaban un féretro, y me extrañó. Entonces le pregunté al párroco quién estaba enterrado allí y me contestó que la princesa Cristina de Noruega, que había traído Alfonso X. Añadió que cuando habían levantado la lápida en 1958 descubrieron en su interior un papelito con un poema y una receta médica, introducidos seguramente por el médico que había ido a buscarla a su país. Entonces me dije: aquí hay una historia.



- ¿Qué hay de cierto en la historia de la embajada castellana que viajó hasta Noruega?

Ese episodio es real. Alfonso X no tenía descendencia de su esposa, Doña Violante, y en un principio se pensó que desposara él mismo a la princesa Cristina, buscando alianzas para obtener la corona del Imperio. Pero el suegro era Jaime I, rey de Aragón, que habría creado problemas si hubiera repudiado a la reina y en el ínterin, además, nació su hijo varón: Don Fernando de la Cerda. Fue así como se decidió que la princesa
Cristina se casara con uno de los infantes, a su elección. Y eligió a Felipe, hermano de Alfonso X.


- Imagino que la parte que transcurre en Noruega habrá sido la más complicada a la hora de documentarte para la novela.

Pues sí, hay muy poca bibliografía. Tuve que acudir a una especialista en runas para conocer las leyendas, cómo se tiraban, cuál era su historia… Sí, sin duda fue la parte más difícil.
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- Beltrán Sina, el protagonista, es un “médico de almas”, lo que hoy sería una especie de psicólogo o psiquiatra ¿no? ¿Era una especialidad muy extendida? A juzgar por los enfrentamientos con don Hernando, el médico de la corte, no parecía estar muy bien vista.

Sí, era una especialidad que sólo se impartía en las universidades de Montpellier y de Salerno, y no, no estaba muy bien vista, cierto. El sacerdote pensaba que las enfermedades del alma las curaban solamente Dios o él mediante la confesión, y por eso había tan pocos “médicos de almas” en el mundo occidental, porque la Iglesia los rechazaba.



- Alfonso X nos hace pensar en un hombre del Renacimiento. ¿Fue un hombre adelantado a su tiempo?

Totalmente. Fue un hombre muy avanzado. Incluso la universidad de París, que era la más prestigiosa del mundo, lo llamaba stupor mundi, “el asombro del mundo”. Era alquimista, poeta, ajedrecista, astrólogo, legislador, hablaba varios idiomas… y todo en un momento en el que la mayoría de los nobles no sabían ni escribir su nombre. Y además no fracasó en su faceta política: legó a su hijo un territorio mayor del que él había heredado de su padre. De haber nacido unos siglos más tarde, creo que habría sido otro Leonardo u otro Miguel Ángel.

Como anécdota, se le considera un personaje tan grande y universal que la NASA, cuando le puso nombre a los principales cráteres de la Luna, llamó a uno Alphonsus en su honor.



- ¿A qué crees que se debió ese empeño en ceñirse la corona de emperador y que tantos quebraderos de cabeza causó? ¿Ambición? ¿Vanidad?

Yo creo que ambas y, además, esa idea mística medieval de que él era el personaje que concitaba sobre su persona las profecías que hablaban de una edad de oro en la que un descendiente de Federico II sería el Rex Mundi, el que ceñiría las tres coronas. Y él se creyó esa persona. Y se lo creyó de tal forma que dejó las arcas de Castilla completamente vacías en la empresa.



- Tras su muerte, ¿continuó la labor de copistas y traductores que él tanto había impulsado? ¿Dónde acabaron todos aquellos miles de volúmenes dedicados al saber?

Siguió la Academia, pero se le retiraron las subvenciones que les daba el Rey y poco a poco fue desapareciendo. Sancho IV, el hijo de Alfonso X, no era precisamente un estudioso. Muchos de esos volúmenes se quemaron cuando la Inquisición y otros muchos terminaron en monasterios repartidos por toda la Cristiandad.



- En la novela hablas de muchos documentos y objetos que parecen haber acabado en la Biblioteca de Alfonso X, entre ellos la Tabla Azul, el tablero de ajedrez llamado Paladión o la extraordinaria espada que le entrega Von Drakensberg. ¿Existieron esos objetos? ¿Se conservan?

La Tabla Azul es completamente ficticia. El tablero de ajedrez, el Paladión, sí es auténtico, pero desapareció. Fue pasando de rey en rey y a la altura de los Reyes Católicos se le pierde la pista. Una lástima, porque era un tablero único, de oro puro. La espada también existía: la espada de Carlomagno.



- Uno de los deseos de Alfonso X fue que, a su muerte, su corazón fuese enterrado en Tierra Santa. ¿Cómo acabó en Murcia?
Él quería ser enterrado en Tierra Santa porque, según la Biblia, allí se celebrará el día del Juicio Final y de ese modo lo dispuso en su testamento. Pero su hijo Sancho hizo todo lo contrario a lo que había estipulado su padre. Alfonso quería su cuerpo enterrado en la catedral de Cádiz, que él había mandado construir, y su hijo lo enterró en Sevilla. Y el corazón, en lugar de enviarlo a Tierra Santa, quedó en Murcia, tierra que había conquistado durante su reinado. Tal vez una forma de vengarse de él.
- Doña Violante, la reina, fue al parecer una mujer intrigante, vengativa y manipuladora. ¿Qué hay de verdad en ese aspecto de su vida? ¿Fue realmente tan perversa?

Violante llegó a la Corte siendo muy jovencita, destinada al primogénito. Pero desde el comienzo coqueteó con todos los infantes, sobre todo con Felipe, y toda la Corte estaba al tanto. Tenía un carácter tremendo, era bellísima y muy alta, y la llegada de la princesa noruega no debió sentarle muy bien. Además terminó tomando partido político por el hijo segundo en contra del marido. Dicen que de haber sido hombre habría sido el mejor rey de Aragón. Era una mujer extraordinaria, muy inteligente, preparada para la política, y yo no diría que perversa, pero sí entrenada para todos los tejemanejes de la Corte.



- Antes de morir, Cristina de Noruega expresó su deseo de que se erigiera una capilla en España dedicada a San Olav, patrono de Noruega. ¿Se vio cumplido su deseo?

No se cumplió entonces pero se va a cumplir ahora, setecientos años después. Se va a construir una pequeña capilla en la misma Covarrubias, donde descansan sus restos, por cuenta de la Fundación Kristín de Noruega y de la Embajada.



- De todos los personajes de tu novela, reales y ficticios, ¿le has tomado un cariño especial a alguno de ellos?

Para mí el personaje de la novela es Von Drakensberg, un hombre atormentado, que había estado en Egipto y había sufrido por un amor imposible. Un hombretón célibe que sucumbió a la lujuria, que fue acusado injustamente de estafa, miembro de la Orden Teutónica, mucho menos conocida que la de los Templarios pero igual de importante o más. Es un personaje fascinante que me sedujo por completo y que sintetiza muy bien la Edad Media entera.

Y por supuesto le cogí gran cariño a la propia princesa, que se sacrificó por su país y murió muy joven y a Gudleik, su bufón, que me resultó muy tierno.



- ¿Y a algún pasaje en particular?

En la parte de Noruega me lo pasé especialmente bien. Yo mismo fui descubriendo un mundo del que no sabía casi nada y recrearlo fue un ejercicio muy satisfactorio.


- ¿Estás preparando ya tu próximo trabajo? ¿Puedes adelantarnos algo?

Pues sí, ya está casi lista. Va a ser una novela ambientada durante las Cortes de Cádiz.
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lunes, 7 de junio de 2010

La vuelta al mundo en 72 días - Nellie Bly

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com

Ediciones Buck, Febrero 2010
Género: Reportaje
262 páginas


El 14 de noviembre de 1889, a las 09:40 horas, la periodista de investigación Nelly Bly partía de Nueva York para dar la vuelta al mundo. El objetivo era realizar el viaje en un tiempo inferior al empleado por Phileas Fogg en la novela La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne.

En su recorrido pasó por Reino Unido, Francia, Italia, Egipto, Adén (Yemen), Colombo (Ceilán), Penang (Malasia), Singapur, Hong Kong, Japón y Estados Unidos. Un recorrido total de 34.987 kms con el que lograría batir el récord del personaje de ficción.
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En el siglo XIX que una mujer viajara sola por el mundo, sin la compañía de un hombre, no era cosa baladí y Nelly Bly, lejos de amedrentarse, aceptó el desafío con una entereza envidiable y una profesionalidad que ya la quisieran muchos periodistas de nuestros días.

Ataviada con un único traje y una bolsa de mano, esta intrépida mujer se convirtió en la protagonista de una hazaña que inspiró a muchas otras mujeres de su tiempo. Gracias a sus grandes dotes de observación proporcionó a los lectores de su odisea un retrato fidedigno de los lugares por los que pasó, con sentido del humor y una notable calidad narrativa.

El itinerario no es el mismo que aparecía en la novela de Julio Verne y no habría estado de más que la editorial añadiera un mapa que indicara los puntos por los que pasó Nelly Bly, comparándolo incluso con el de Fogg. Habría sido sin duda un documento interesante. Una de las etapas del viaje de la periodista fue, precisamente, la visita que realizó al autor francés, uno de los episodios más simpáticos de todo el libro, para comentar la aventura que estaba a punto de iniciar.

A partir de ahí, la carrera contra el tiempo se encontrará con algunos obstáculos relacionados con los medios de transporte, retrasos inevitables que harán peligrar la misión y que terminarán resolviéndose sin consecuencias graves.

Esos medios de transporte son también protagonistas de su trabajo: condiciones del viaje, tripulación, gastronomía, comodidades o ausencia de ellas… que ilustran muy bien el modo en el que se viajaba a finales del siglo XIX y que es probable sirvieran como guía para otros aventureros.

Lo más destacado son sus apreciaciones sobre escenarios y pueblos, no exentas de ciertos sutiles prejuicios acordes con la época. Costumbres, ritos y situaciones pasan inevitablemente por el tamiz de su ideología de mujer americana y los expone con absoluta franqueza.

Aunque a su viaje le falta el componente de ficción de la novela de Verne, es indudable que se disfruta desde el principio, atentos al desarrollo de la aventura y a los escollos que hallará en el camino, sin importar que el título del libro indique que concluyó con éxito su periplo.

Y ese éxito se hace más patente en el instante en el que vuelve a pisar suelo estadounidense. A su llegada a San Francisco la esperaba una multitud que la aclamó como a una heroína, un hecho que se repetiría a lo largo de todo el trayecto de costa a costa. Telegramas, frutas, flores, bandas de música y ovaciones a su paso acompañaron a Nelly Bly en la última parte de su viaje, sin duda el más emotivo.

Como colofón, en Chicago le fue entregado un telegrama que no había llegado a tiempo de alcanzarla en San Francisco. Decía así: “El señor Verne desea que se le transmita el siguiente mensaje a la señorita Nellie Bly en el mismo instante en el que ponga pie en territorio estadounidense: El señor y la señora Verne desean transmitir sus más sinceras felicitaciones a la señorita Nellie Bly en el momento en el que la intrépida joven pise la tierra americana”. Un broche de oro para una aventura espectacular.
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viernes, 4 de junio de 2010

Atlántida - Javier Negrete

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Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com

Espasa, Marzo 2010
Género: Novela
591 páginas


Gabriel Espada, un investigador de lo oculto fracasado, que vive de engañar a los más crédulos, recibe un día la visita de una vulcanóloga islandesa que desea le eche las cartas del tarot. Por segunda vez en su vida tendrá una experiencia telepática completamente real y la joven compartirá con él sus sospechas acerca de la inminente erupción de un supervolcán, o de varios.

Gabriel descubrirá que la catástrofe que está a punto de desencadenarse está íntimamente ligada a la desaparición de la Atlántida. Y sólo él parece ser capaz de descubrir la relación que existe entre ambos fenómenos.
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El título de esta novela, para quien conozca la obra de Javier Negrete, puede provocar cierta confusión. Tras Salamina y La gran aventura de los griegos, uno espera encontrar en este libro una recreación de la mítica ciudad de la Atlántida, en la línea de las obras antes mencionadas. Sin embargo, aunque sí existe una parte que podríamos considerar “histórica” - tal vez mitológica sería un término más apropiado - la mayor parte de la trama acontece en un futuro no muy lejano, superado ya el escollo del 2012, en el que el mundo no se acabó.

La novela se enmarcaría más bien en el género catastrófico, en el que el autor plantea a través de sus personajes una supuesta explicación a la desaparición de la mítica ciudad, con tintes realmente fantásticos. De trasfondo la erupción de una serie de supervolcanes que pueden acabar con la vida sobre la Tierra.

Que esta novela se haya publicado poco después de la erupción de un volcán en Islandia, que ha causado perjuicios económicos y ecológicos a buena parte de Europa, no deja de ser premonitorio. Mientras uno lee a Javier Negrete no puede dejar de preguntarse cuán cerca nos hallamos de una catástrofe de tal magnitud.

El autor maneja conocimientos científicos como si fuese un experto en vulcanología, biología y sismografía, entre otras especialidades. Su planteamiento de teorías resulta de lo más convincente y denota una labor de documentación extraordinaria. La autoridad que muestra a la hora de utilizar terminología científica es asombrosa, y se ha tomado la molestia de explicarla para que los profanos en la materia puedan seguir la trama sin escollos.

Lo cierto es que, una vez que abres la primera página, ya no puedes sustraerte al influjo de su prosa. El ritmo es extraordinario, la tensión palpable, y la capacidad de comunicarse con el lector está a la altura de sus mejores obras.

Quizá la parte que menos convence es la que tiene que ver precisamente con la Atlántida. Ese apartado de casi ciencia ficción, aunque contenga trazos de realidad, consigue alejar al lector de los escenarios principales y sumergirlo en una historia cuya explicación se precipita hacia el final, como si, tras muchos e infructuosos intentos, el velo que la cubriese desapareciera de repente.

Javier Negrete ha combinado varios géneros en este libro, difícil de clasificar. Catástrofes, mitología, ciencia, fantasía, arqueología, historia, ciencia-ficción… que sustentan una novela muy adictiva y sumamente entretenida.
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martes, 1 de junio de 2010

Lady Godiva, de John Collier

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Arte - por Pilar Alonso
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Una hermosa mujer cabalga desnuda sobre un blanco corcel, tratando de esconder sus vergüenzas bajo la espesa melena. La desmedida ambición de su esposo Leofric, conde de Chester y de Mercia y señor de Coventry, la han puesto en esa situación.

Estamos en Inglaterra en el siglo XI, bajo el reinado de Eduardo III el Confesor (1042-1066), y el pueblo de Coventry suplica a Leofric una rebaja de los impuestos. Hasta su esposa, Lady Godiva, intercede por ellos sin resultado.
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Óleo sobre lienzo, 142x183 cm, 1898
Herbert Art Gallery and Museum, Coventry, Inglaterra
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Pero tanto insistió la mujer, consciente de las penurias de sus vasallos, que Leofric accedió a rebajar los impuestos si ella recorría el pueblo, desnuda y a caballo, en día de mercado.

A Lady Godiva le pudo más la compasión que la vergüenza, y así fue como se subió al animal, con la cabeza baja y tratando de ocultarse bajo la mata de pelo, para recorrer Coventry y ayudar a sus habitantes.

Éstos, conmovidos por el gesto de su señora, se recluyeron en sus casas y cerraron las ventanas para no verla pasear su desnudez. Todos excepto uno, que siempre ha de haber un mirón que estropee una escena perfecta.

Y Leofric, supongo que asombrado y seguramente sobrecogido, rebajó los impuestos.

Y esta leyenda que bien pudo ser historia, o al revés, es la que plasmó Collier en este magnífico cuadro.


El autor

John Maler Collier (1850-1934) fue un pintor británico prerrafaelista conocido como ilustrador de novelas y pintor de retratos, muchos de ellos de personajes influyentes de su época, entre ellos Charles Darwin. También escribió algunas obras y manuales sobre el arte de la pintura y los retratos, y llegó a recibir en 1920 la Orden del Imperio Británico.
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