viernes, 27 de junio de 2008

El juramento - Bertrand Lançon

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en http://www.ciberanika.com/
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Editorial Grijalbo
266 páginas
Género: Novela


Tras la publicación de varios ensayos y estudios, el historiador Bertrand Lançon publica su primera novela histórica, ambientada en la Roma del año 373 d.C.

El adjutor Festo Valerio, hijo de un reputado senador, debe abandonar un viaje de placer para intentar resolver el asesinato del que parece ser un esclavo. Sus pesquisas le obligarán a recorrer la Roma de su tiempo: desde las termas hasta el Anfiteatro Flavio, pasando incluso por las cámaras de tortura y el Senado.

Las pistas no parecen conducir a ningún lugar y la aparición de nuevos cadáveres no hará sino aumentar el misterio que envuelve los crímenes.


Opinión

Pocas veces se enfrenta el lector a una obra tan bien ambientada como la de Lançon, donde tienen cabida hasta los más exquisitos detalles para dotar a la novela de un realismo espectacular. De ese modo, se asiste desde el privilegiado sillón a una recreación de Roma en su decadencia, con tal maestría que el lector puede sentirse sin esfuerzo un habitante más de la Urbs. Los hechos cotidianos se mezclan con la Historia en mayúsculas, creando una red que envuelve sin remedio a quien se sumerge en sus páginas.

Para redondear dicha recreación, el autor añade al final un glosario con los vocablos en latín que utiliza durante la obra o con apuntes sobre celebraciones, cargos políticos, unidades de medida, personajes o lugares, por si al lector le es necesario aclarar algunos términos.

Pero El juramento es, ante todo, una novela de detectives, una novela policíaca sin, como el mismo autor reconoce en las últimas páginas, armas de fuego, teléfonos, humo de cigarrillos o café y, a pesar de ello, no hay duda de que pertenece a dicho género.

La trama está bien desarrollada, es coherente y mantiene el suspense hasta el final. Intrigas políticas, misterios y enigmas jalonan el desarrollo de la historia hasta su culminación, sin que la atención decaiga en ningún momento, si bien es cierto que al final se descubren datos que nada tienen que ver con la trama y que en realidad el lector no necesita saber.

Bertrand Lançon se estrena en la literatura de ficción con una novela bien escrita y mejor documentada, que hará las delicias de los amantes de la intriga y de la novela histórica.

Esperemos que repita.

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domingo, 22 de junio de 2008

Los Hombres Buenos - Charmaine Craig

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial El Tercer Nombre
488 páginas
Género: Novela


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Sur de Francia, siglo XIV. En la aldea de Montaillou se propaga la herejía. Los llamados Hombres Buenos recorren la zona predicando y captando fieles. Incluso el párroco del lugar parece sentir cierta afinidad con sus teorías.

Los esbirros de la Inquisición no tardarán en hacer acto de presencia para acabar con los herejes.


Opinión

Charmaine Craig sumerge al lector en la última época de la herejía cátara mediante un elenco de personajes de poderosa fuerza y una ambientación muy cuidada. Partiendo de un personaje real, Grazida Lizier, que fue procesada por la Inquisición, la autora recrea una época y los procesos eclesiásticos con todo lujo de detalles.

Los personajes, dominados por sus pasiones, en la mayoría de los casos carnales, se enfrentan a sus propios demonios, tratando de encontrar el modo de salvar sus almas. El caso más revelador es el del párroco, Pierre Clergue, que se debate entre sus creencias y su apetito por las mujeres, casi niñas en muchos casos.

Con una prosa elegante y cuidada, Craig despliega la acción a través de los distintos puntos de vista de quienes la integran, y así asistimos al desarrollo de los acontecimientos desde ángulos diversos, un recurso que enriquece la novela.

Lujuria, intriga y herejía son los puntos dominantes de esta novela histórica, que se lee con interés y que mezcla realidad y ficción con gran soltura.

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jueves, 19 de junio de 2008

La Dama del Dragón - José Calvo Poyato

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial Plaza&Janés
604 páginas
Género: Novela

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Esta nueva obra de José Calvo Poyato nos traslada a la Italia del siglo XV y se centra en la vida de Caterina Sforza, hija ilegítima del duque de Milán, casada con un sobrino del Papa Sixto IV, y una de las figuras más apasionantes de su tiempo.

Con sólo veinte años se apoderó del castillo de Sant’Angelo de Roma, más tarde se enfrentó a los Médicis y a los Borgia, negoció con Maquiavelo y cultivó la amistad de Leonardo da Vinci.

Causó admiración entre sus contemporáneos por la defensa de sus dominios, fue acusada de brujería por sus enemigos y no se dejó amedrentar por nadie.

Una mujer apasionada y apasionante que José Calvo Poyato ha recuperado para esta novela.


Opinión


En un mundo dominado por los hombres, destaca con fuerza la figura de Caterina Sforza, una luchadora inmersa en una sucesión de intrigas políticas y alianzas estratégicas que supo resolver a la altura de sus coetáneos.

La novela se enmarca en la época dorada del Renacimiento y no es de extrañar que la figura de Caterina Sforza quedara eclipsada por protagonistas históricos de la talla de Leonardo da Vinci, Maquiavelo, Lorenzo el Magnífico o la familia Borgia. Es indudable que el autor ha sabido rescatar de la historia la vida y el entorno de esta enigmática mujer, en una novela profusamente documentada y magníficamente ambientada.

La construcción de la Capilla Sixtina, la propagación de la imprenta, los inventos de Leonardo, la alquimia y la búsqueda del elixir de la eterna juventud... muchos de los temas que interesaron a sus contemporáneos tienen cabida en la novela, y el autor nos ofrece incluso algunas deliciosas curiosidades.

En alguna ocasión, no obstante, peca de todo lo contrario. Nombra a una serie de personajes o acontecimientos (Savonarola es un ejemplo) sin añadir nada más, y puede crear un poco de confusión en el lector que no conozca un poco la época que retrata.

Autores de la talla de Vicente Blasco Ibáñez nos mostraron a una Caterina Sforza carente por completo de atractivos, cruel y sanguinaria, una mujer demasiado viril para los cánones de la época, incluso para César Borgia que, según el valenciano, tenía gustos refinados en sus conquistas. José Calvo Poyato, en cambio, nos ofrece la biografía novelada de toda una heroína, una mujer culta y valerosa, decidida y atractiva, madre preocupada y entregada amante, probablemente mucho más acorde con la realidad, y logra que el lector se sumerja en los acontecimientos casi con fervor.

La Dama del Dragón es, además, una novela de aventuras, con escapadas a caballo en mitad de la noche, crímenes y venganzas, torturas, desfiles, guerras, carnavales, intrigas, y un sinfín de componentes que consiguen que resulte casi imposible abandonar la lectura.

Caterina Sforza resulta ser un personaje de lo más sugerente y José Calvo Poyato ha sabido narrar su vida con una prosa esmerada y amena, con una trama fluida y de interés creciente y con la pasión que merece una mujer de su talla.
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Entrevista a José Calvo Poyato por "La Dama del Dragón"



Realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


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José Calvo Poyato es catedrático de Historia, especializado en el tránsito del siglo XVII al XVIII, época que constituye la mayor parte de su labor de investigación y ha publicado varias novelas de base histórica. Su obra La Orden negra fue finalista del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2005.
La Dama del Dragón es su último trabajo.


Caterina Sforza es un personaje apasionante pero poco conocido. Vivió en una época convulsa y plena de acontecimientos, en la que la familia Borgia, artistas de la talla de Miguel Ángel o Leonardo y personalidades como la de Maquiavelo o Savonarola, han acaparado toda la atención tanto de historiadores como de novelistas. ¿Cómo descubrió José Calvo Poyato a Caterina Sforza y qué le decidió a escribir sobre ella?

La descubrí en un libro sobre el gobierno de los estados italianos durante el renacimiento, donde Roma tenía singularidades derivadas del gobierno de los pontífices, ya que la muerte del Papa suponía un vacío de poder durante las semanas o meses que duraba el cónclave. La ciudad quedaba en manos de las facciones de las grandes familias de la aristocracia romana o de la plebe del trastévere, que campaba a sus anchas.
A la muerte de Sixto IV, Caterina, casada con un sobrino del pontífice, se apoderó de la fortaleza de Sant´Angelo para imponer sus condiciones a la curia. Me llamó la atención que en aquel momento tenía veinte años y estaba embarazada de siete meses. Pensé que tenía que ser un personaje extraordinario y decidí saber más sobre ella.



Tal vez Ludovico el Moro sea uno de los Sforza más conocidos. Sobre los otros miembros de la familia es probable que no exista mucha documentación. ¿Ha resultado muy ardua la tarea de investigar a Caterina Sforza? ¿Hay posibilidades de que en el futuro puedan aparecer más documentos acerca de su persona de los que no se tiene conocimiento?

En España hay muy poca información sobre los Sforza, lo que en cierto modo es lógico, tratándose de una familia italiana. Sin embargo, no me resultó excesivamente laborioso documentarme sobre ellos. Su origen está en un campesino de la Romaña, que se hizo condottiero y alcanzó fama y fortuna, de modo que sus descendientes se hicieron con el ducado de Milán, gobernado por la decadente familia de los Visconti. Muchos los consideraron siempre unos usurpadores.
Acerca de que aparezcan documentos sobre una familia es una posibilidad que siempre existe. ¡Hay tanto documento oculto, perdido u olvidado!



El primer matrimonio de Caterina Sforza fue con Girolamo Riario, sobrino del Papa Sixto IV, concertado cuando ella tenía once años y consumado a los catorce. Se trató de un enlace político que interesaba a ambas partes. Pero Girolamo Riario ya estaba casado y el Papa tuvo que anular ese otro matrimonio con una bula pontificia. Ese tipo de prácticas, que hoy nos parecen impensables ¿eran realmente muy comunes en la época?

Los matrimonios entre miembros de grandes familias eran comunes. A las mujeres se las utilizaba como moneda de cambio para alcanzar objetivos políticos, sin que para nada contasen los sentimientos. En muchas ocasiones, se anulaban matrimonios para convertir en realidad objetivos políticos. El papado no fue ajeno a tales manejos y accedió a las anulaciones, sobre todo si encajaban con los intereses del pontífice que ocupaba el trono.



Caterina era una mujer culta y apasionada, pero su interés por la alquimia es, a juzgar por la novela, una de las cosas que más la absorbían: hierbas, ungüentos, jarabes... Las ciencias ocultas y la astrología también eran temas que atraían poderosamente su atención. Resulta curioso que no se atrevieran a acusarla de brujería hasta el final. En relación a esas cuestiones aparecen en el libro una serie de personajes que la ayudan o colaboran con ella en ese tipo de labores: Mícer Romualdo, la judía Ana, Argila, Alberti, Antonio Maragon.... ¿Son todos personajes de ficción?


Es cierto que Caterina Sforza estuvo interesaba a lo largo de su vida por la confección de pomadas, ungüentos, pócimas, lociones y otros productos que asociados a los alquimistas. También que la línea que separaba la alquimia de la brujería era muy sutil. Hasta nuestros días ha llegado un voluminoso recetario, donde están recogidos varios centenares de recetas de Caterina. Era una profunda conocedora de las propiedades de las plantas y de las combinaciones de plantas con otros productos. Los personajes que menciona y que aparecen en “La Dama del Dragón” son ficticios, aunque Ana la judía es el nombre de una famosa alquimista que vivió en Roma.



Leonardo da Vinci es un referente a lo largo de toda la novela, desde los inicios cuando se encuentra con ella en el jardín, le explica lo de la lluvia y las hormigas y le escribe unas líneas con las que se obsesionará durante años, hasta el final de su vida, en la que ambos intercambian impresiones por última vez. ¿Realmente marcó tanto a Caterina la figura del artista?

Leonardo da Vinci es un referente de todo el Renacimiento. Fue contemporáneo de Caterina Sforza y durante muchos años estuvo al servicio de su familia, concretamente al de su tío Ludovico el Moro. En “La Dama del Dragón” he creado una relación entre Caterina y Leonardo, que no está documentada, pero que es verosímil.



Se apunta que el cardenal Riario desempeñó algún papel en la conjura que acabó con la vida, en abril de 1478, de Giuliano de Médicis e hirió a su hermano Lorenzo, conocida como la Conspiración de los Pazzi. En la novela también Girolamo Riario parece haber participado de algún modo en uno de los episodios tal vez más estudiados de la historia de Florencia.

El cardenal Riario estuvo involucrado en la llamada conjura de los Pazzi, cuyo objetivo era acabar con el poder de los Médicis en Florencia. Se encontraba en la ciudad, cuando se produjeron los acontecimientos y su presencia no era casual. En medio de la oscuridad que se extiende por muchos aspectos de esta conjura, hay numerosos indicios que apuntan a que el papa Sixto IV estaba detrás de sus entresijos. Las relaciones entre la poderosa familia florentina y el pontífice estaban tan deterioradas, que habían dejado de ser sus banqueros y ese papel había sido asumido por los Pazzi. También es verosímil que un papa, tan apegado a su familia -con toda justicia fue acusado de nepotismo- compartiese sus proyectos con su sobrino preferido, que era Girolamo Riario.



Girolamo parece un personaje absolutamente frívolo, más preocupado por gastar el dinero y disfrutar de los placeres que por el gobierno de sus posesiones o las cuestiones de la familia. Esa actitud sin duda avivó el espíritu, ya de por sí apasionado, de su esposa, que la obligó a ocuparse de cuestiones que en rigor correspondían al varón. ¿Cree José Calvo Poyato que, tal vez casada con otro hombre, Caterina habría ocupado el puesto que le correspondía en aquella época como mujer, en lugar de ocuparse del gobierno, las finanzas o la defensa de sus dominios?

Me pregunta sobre algo que no deja de ser un futurible, una posibilidad acerca de algo que ocurrió de otra manera. Efectivamente, Caterina Sforza hubo de asumir papeles y tomar decisiones que correspondían a su marido. Tal vez con un esposo diferente no habría tenido que hacerlo. Sin embargo, opino que un temperamento como el suyo no se habría avenido fácilmente a desempeñar el rol que la sociedad de la época asignaba a las mujeres. Era un espíritu indomable, como puso de manifiesto al enfrentarse a los Borgia y al ejército francés, cuando pudo haberse plegado fácilmente a sus exigencias, como hicieron otros.



Caterina Sforza se convirtió en una leyenda viva. Primero fue la Dama del Dragón en Roma, en el episodio de Sant’Angelo; más tarde, como apunta en un artículo de la revista Historia y Vida, la Leona de la Romaña. En el momento más decisivo de su vida acudieron de todas partes a ayudarla en la defensa de Forli. Capturada, vejada, humillada, acusada de brujería e intento de asesinato... Parece indudable que nos encontramos ante una heroína que haría empalidecer al mismo Ivanhoe.

He de señalar que el apelativo de la dama del Dragón es el título de mi novela y en ningún caso una denominación que los contemporáneos le diesen. Sí la llamaron la Leona de la Romaña, la Loba y incluso la Diablesa de la Romaña, calificativos todos ellos que me parecen injustos. Era una mujer vehemente, pero no una loba o una diablesa; por eso decidí que encajaba mejor el apelativo de dama; lo del dragón está relacionado con el escudo de los Sforza: en su enseña heráldica aparecía un dragón.



El episodio del levantamiento de faldas en los muros de Ravaldino acontece en el momento en que Checo Orsi pretende arrebatarle el poder a Caterina. Autores como Mario Puzo lo han situado en el mismo lugar pero en el momento en que César Borgia está frente a sus muros. ¿Qué hay de real y qué de exageración en dicho acto, realmente impresionante?

El hecho es real. Caterina Sforza desafió a sus enemigos desde las murallas de Ravaldino levantándose las faldas y afirmando que podía ser madre de más hijos, señalando sus genitales. ¿Se imagina lo que debieron decir sus contemporáneos? Sin duda su imagen se deterioraría mucho: aparecería como una malvada exhibicionista, mala madre y muchas cosas más. La mujer tenía un papel asignado que ella rompía. Piense que en la historia de España Guzmán el Bueno fue protagonista de un acontecimiento parecido, sólo que él, en lugar de mostrar sus genitales, arrojó el puñal para que matasen a su hijo, prisionero de los musulmanes que asediaban Tarifa. Todo el mundo lo consideró un héroe.

El hecho ocurrió en su enfrentamiento con los Orsi; a Mario Puzzo le parecería un gesto tan lleno de fuerza que decidió utilizarlo, pero como el libro que escribía era sobre los Borgia lo situó en ese momento para poder encajarlo.


Los dos últimos matrimonios de Caterina fueron por amor: con Giacomo Feo, un militar a su servicio, y con Giovanni de Médicis, un enlace que se mantuvo en secreto por evidentes cuestiones políticas. Ambas uniones, en aquel momento, serían “reprochables” a los ojos de los demás. Imagino que no sería una práctica muy común casarse por razones sentimentales, ni siquiera en segundas o terceras nupcias.

El matrimonio por amor era algo extraordinario en aquel tiempo. Ya he comentado que las mujeres de las grandes familias eran utilizadas como moneda de cambio y entre las clases populares se imponían las necesidades. También en esto, como en tantas otras cosas, Caterina rompió los moldes de su tiempo. Cuando se supo su matrimonio con un Médicis, en Italia se hizo la lectura correcta de aquel matrimonio: una alianza entre los Sforza y los Médicis: todos se equivocaron, se había casado por amor.


A Giacomo Feo, el segundo marido de Caterina, se le subió el poder a la cabeza y sus desmanes provocaron su asesinato. La represión y la venganza de la esposa fueron implacables. ¿A qué cree que se debió dicha reacción? ¿Fue sólo porque le habían arrebatado a su amado o se trató de algo más, de algún tipo de demostración?

Caterina era una mujer vehemente y estaba enamorada. Su venganza fue terrible, tanto que se excedió, como suele ocurrir con todas las venganzas. Por eso en “La Dama de Dragón”, Giusti, un personaje de ficción, le reprocha su actitud. Esas acciones, en las que se desataba su cólera, le crearon no pocos enemigos.



Cuando César Borgia llegó a Forli, los mismos ciudadanos le abrieron las puertas. Maquiavelo comenta en El Príncipe que “el pueblo, hostil a su dominio, se puso al lado de los invasores... habría sido para ella más seguro... no haberse ganado el odio del pueblo en vez de conservar sus fortalezas”. Y en la novela, en un principio, parece que hay algo de eso, pero ¿qué cree que hay realmente de verdad en esa afirmación del florentino?

Maquievelo está considerado uno de los grandes de la teoría política, independientemente de que se compartan o no algunos de sus planteamientos. Sin embargo, pienso que dadas las circunstancias en que Caterina se encontraba cuando se produce el enfrentamiento con los Borgia, actuó correctamente desde un punto de vista estratégico. Lo más lógico era atrincherarse en la fortaleza, precisamente porque no se fiaba de los forliveses. Había tenido sobradas muestras de su versatilidad en ocasiones anteriores y no se equivocó.



La rabia de César Borgia en el asedio a la fortaleza de Ravaldino es brutal. ¿Considera que su actitud habría sido distinta si Caterina hubiese sido un hombre?

No lo sé, eso es otro futurible. En cualquier caso, al duque Negro le dolió la resistencia de Caterina, lo que explica que su venganza estuviese llena de crueldad, como yo recojo en la novela.


A la muerte del Papa Alejandro VI, Caterina se ve forzada a retirarse a Florencia y a vivir, casi hasta el día de su muerte, una existencia mucho más apacible. A pesar de las penurias de los meses anteriores, no puedo dejar de preguntarme si para ella resultó una especie de alivio poder dedicarse por fin casi por completo a sus estudios o echó de menos en algún momento la ajetreada vida que había llevado hasta entonces.

En mi opinión sus últimos años en Florencia supusieron un tiempo más sereno para su agitada vida, pero está claro que no eran un alivio. Fue a Roma para continuar con la reclamación de lo que consideraba los derechos de su familia. Probablemente la actitud de esta supuso un golpe muy duro para ella. Sus hijos con Girolamo Riario se parecían más al padre que a ella. ¡Una lástima! El espíritu combativo de Caterina apareció en el único hijo de su tercer matrimonio. Con el paso del tiempo ese niño se convertiría en Giovanni de las Bandas Negras, el último de los grandes condottieri de Italia.



Jacopo Giusti es el mayordomo, leal hasta la muerte, que acompaña a Caterina en todos los momentos cruciales de su vida. Sin duda, aparte de la propia protagonista, es mi personaje favorito. ¿Siente José Calvo Poyato especial predilección por alguno de los personajes de su novela, ficticio o no?

Jacopo Giusti, como ya he comentado es un personaje de ficción, donde el novelista ha podido moverse a su gusto. Decidí crear un personaje atractivo -pienso que Giusti lo es, algunos lectores y sobre todo lectoras me han reprochado su final en la novela- porque ninguno de los hombres con los que Caterina compartió su vida estuvo a la altura de las circunstancias. Alguna lectora me ha dicho que es el tipo de hombre (sensible, sincero, leal, valiente) que toda mujer querría tener a su lado.



Giovanni de Médicis, el de las Bandas Negras, hijo del último matrimonio de la Contessa, ha pasado a la historia como el último condottiero. Su vida, a pesar de su cortedad (murió antes de cumplir los treinta) podría dar para escribir otra novela. ¿Se ha encontrado a la hora de escribir La Dama del Dragón con muchos personajes que se merecerían su propia novela? ¿Es posible que asistamos a otro descubrimiento, como ha supuesto el de la propia Caterina?


Ciertamente Giovanni de las Bandas Negras es un personaje de novela, pero no me he planteado escribirla, creo que la madre lo supera con creces. Si Caterina Sforza no hubiese sido mujer, sería tan famosa como los grandes personajes del renacimiento.

Contestando a la segunda parte de su pregunta le diré que la historia está llena de personajes, cuya fuerza literaria es muy grande. Yo no descarto encontrarme algún día con otro o con otra que me seduzca tanto como la que yo he querido llamar la dama del Dragón.



Escribir sobre un personaje como el de esta indomable y carismática mujer debe haber resultado un desafío. ¿Se ha sentido cómodo trasladándose a una época que hasta ahora no había sido su especialidad?

Ha sido un desafío porque conforme avanzaba en el conocimiento de Caterina más me atraía: acabó por seducirme. Me he sentido muy cómodo escribiendo esta novela porque el personaje “tiraba” con fuerza del novelista y eso facilita mucho el trabajo. Por lo que respecta a la época, el Renacimiento es un tiempo fascinante. ¿A quién no le atrae la Roma de los Borgia o la Florencia de los Médicis o el Milán de los Sforza?


Ha sido un verdadero placer leer su novela y haber tenido la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias y mucha suerte en sus próximos proyectos.

Gracias a usted.

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miércoles, 18 de junio de 2008

La lotería - Patricia Wood


Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

Ediciones VíaMagna
366 páginas
Género: Novela

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Perry sólo tiene un Cociente Intelectual de 76. Su abuela le ha enseñado cuanto necesita saber para sobrevivir y, sobre todo, en quién confiar.

Al morir la abuela, Perry tiene treinta y dos años, y continúa haciendo todo lo que ella le enseñó: escribe en sus cuadernos para no olvidar las cosas, aprende palabras nuevas y compra cinco billetes de lotería a la semana. Cuando obtiene un premio de doce millones de dólares, su familia, con la que apenas tenía trato, aparece en su vida tratando de hacerse cargo de su fortuna.

Pero Perry no está solo. Y tampoco es estúpido.


Opinión

En 1993, el padre de la autora ganó seis millones en la lotería. No sé si ese hecho le ha servido para describir el comportamiento de la gente en una situación similar, pero el resultado es magnífico.

Perry es un alma sencilla, tiene amigos y un trabajo que le gusta. Al morir su abuela se siente tan desamparado y tan triste que el lector no pude dejar de conmoverse, especialmente cuando sus “hermanos” y su madre abusan de su buena fe para apropiarse de los pocos bienes que le ha legado la anciana.

Y, de repente, la suerte le sonríe. Se convierte en millonario y a partir de ese momento su vida cambia. Todo el mundo quiere estar cerca de él, tocarle, conocerle, escucharle... y especialmente su familia, que trata por todos los medios de hacerse con la inmensa fortuna.

La lotería es una novela fresca, entrañable y optimista. Habla sobre la lealtad, el amor y la confianza. Y, especialmente, sobre la verdadera inteligencia.

Y es que, pese a las limitaciones del protagonista, el lector no puede dejar de percibir que él es más sabio que todos ellos. En un mundo en el que el dinero, la belleza y la inteligencia marcan la escala de valores, Perry encarna la esperanza, la alegría y la fuerza.

Con una prosa sencilla y un ritmo ágil, Patricia Wood nos narra una conmovedora historia que no dejará indiferente a ningún lector, y que ha sido finalista de los premios Orange Broadband, cuya gala se celebró el 4 de Junio en Londres.

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martes, 17 de junio de 2008

Inés de Castro - Mª Pilar Queralt del Hierro


LA LEYENDA DE LA MUJER QUE REINÓ DESPUÉS DE MUERTA.

Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

Ediciones Martínez Roca
252 páginas
Género: Novela


Inés de Castro abandona a los diez años su Galicia natal para convertirse en la dama de compañía de Constanza, hija del infante don Juan Manuel de Castilla.

Algunos años después, se establece la alianza de Constanza con Pedro de Portugal, heredero a la corona. Inés la acompañará al país vecino y conocerá al que será el gran amor de su vida: el marido de su íntima amiga.


Opinión

El personaje de Inés de Castro está rodeado de misterio. Para unos fue intrigante y manipuladora, para otros una hermosa mujer que vivió una de las más bellas historias de amor de todos los tiempos.

Mª Pilar Queralt ha escogido la segunda de las teorías y nos presenta a una Inés leal y apasionada, en eterna lucha entre sus sentimientos hacia Pedro y los que alberga por Constanza, a la que no quiere traicionar.

La novela se inicia con un enigmático personaje que se encuentra en Madrid con Lope de Vega y con Luis Vélez de Guevara, a los que explica, en una taberna, la historia de Inés de Castro. Ambos escribieron sobre este personaje. La obra de Lope de Vega no se conserva y la de Vélez de Guevara se haría famosa bajo el título de Reinar después de morir (1625).

Tomando como punto de partida ese hipotético encuentro, la autora, con una prosa rica y ágil, nos narra la vida de una mujer singular y de la historia de amor que protagonizó. Asistimos a su fortuna y a su desventura, y a las intrigas de algunos miembros de la corte, el rey incluido, para alejarla de Pedro de Portugal. Y, a pesar de los intereses de unos pocos, nada se pudo hacer para evitar que su relación continuara y que de ella nacieran varios hijos.

Pedro de Portugal, al que se llamó el Justiciero por su buen gobierno, llevó la pasión por Inés hasta el extremo de hacer que la coronaran después de muerta, que es sin duda uno de los motivos por los que el personaje se convirtió en leyenda.

Sobre la dramática historia de sus amores han escrito autores españoles, italianos, franceses y portugueses, se han compuesto piezas musicales e incluso ha sido llevada al cine.

Mª Pilar Queralt del Hierro ofrece al lector una historia apasionante, narrada con esmero, de una fuerza tremenda y con un estilo elegante y depurado.

Una conmovedora leyenda sobre el amor y la muerte.
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lunes, 16 de junio de 2008

Pecados inconfesables - Gaelen Foley



Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Editorial Plaza&Janés
463 páginas
Género: Novela romántica

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Becky Ward llega a Londres buscando justicia y la única persona dispuesta a ayudarla es Alec Knight, un reconocido libertino y jugador, un hombre que lo ha perdido prácticamente todo y que encuentra en ella la forma de redimirse.

Sexta y penúltima entrega de la saga de los hermanos Knight.


Opinión

Pecados inconfesables es una novela cargada de pasión, de lectura independiente y con una ambientación exquisita en la época de la Regencia.

El asesinato de un hombre lleva a una joven hasta la gran ciudad, y la autora ha sabido plasmar esos primeros días en una urbe populosa con evidente éxito. Incluso el encuentro con un grupo de libertinos, entre los que se encuentra su salvador, mantiene la misma línea. El lector se identifica sin esfuerzo con la muchacha provinciana perdida en el anonimato de una ciudad de esa magnitud.

En una época en que las apariencias lo eran todo, los protagonistas deberán sortear toda una serie de obstáculos para conseguir que se haga justicia. Y, claro está, terminarán perdidamente enamorados el uno del otro, como sucede en este tipo de novelas.

La autora, además, nos ofrece un marco histórico con algunos detalles interesantes, como la presencia de algunos nobles rusos en Inglaterra tras la derrota de Napoleón y una conspiración para derrocar al zar basada en hechos reales.

Tal vez uno de los aspectos más interesantes sea el tratamiento del juego, tal vez el vicio favorito de la época. Incluso llega a explicar el funcionamiento del blackjack y del whist y cómo se perdían enormes fortunas en las mesas de juego, algunas de las cuales llevaban incluso al suicidio del perdedor.

Además, la novela cuenta con curiosidades dignas de mención, como algunas excentricidades del príncipe Jorge, heredero al trono, o la forma de bañarse de las damas en la playa, subidas a una carreta con caseta incorporada, que era llevada hasta el agua para que no tuvieran que pisar los guijarros de la orilla. Toda una extravagancia.

Amena, a ratos divertida, entrañable en ocasiones, cuidada traducción... una novela de aventuras, intrigas, traiciones y algunas apasionadas escenas de las más subiditas de tono que yo he leído en este tipo de libros.
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sábado, 14 de junio de 2008

Un día de cólera - Arturo Pérez-Reverte



Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


.Editorial Alfaguara
401 páginas
Género: Novela


.Esta nueva novela de Pérez-Reverte nos narra los sucesos que acaecieron en Madrid el 2 de Mayo de 1808.

Desde el punto de vista de la multitud de personajes que protagonizaron aquella jornada, el autor hace un recorrido por las calles de la ciudad y por los diversos enfrentamientos que allí tuvieron lugar, con una precisión casi quirúrgica.


Opinión

Un día de cólera es una novela tan exhaustivamente documentada que casi logra abrumar al lector. El autor cita nombres, apellidos, profesiones e incluso edades de varias docenas de las personas que participaron en aquellos hechos. No obstante, la trama gira en torno a un puñado de protagonistas que son el hilo conductor de la historia y que consiguen que el lector, a pesar de la profusión de datos, consiga mantenerse pegado a sus páginas.

El libro cuenta, además, con un plano de la urbe en el que se han señalado algunos de los puntos en los que se desarrollan las diversas historias, un gran acierto para que consigan orientarse los que no conocen la ciudad de Madrid.

La novela es una sucesión de imágenes narradas con detalle de los distintos escenarios, como una sucesión de cuadros o litografías que muestran lo más duro y en ocasiones lo más entrañable de lo ocurrido en aquellas calles.

La mayor parte del libro se centra en lo que hicieron los españoles, aunque no faltan escenas en las que los protagonistas son los franceses y las decisiones que tomaron aquella jornada. Y así, el lector puede asistir, desde el privilegio de su sillón, al desarrollo de los acontecimientos desde uno y otro bando.

Algunos episodios muestran la extrema crueldad a la que se llegó en algunos casos, con tal detalle que no resulta difícil sumergirse en una vorágine de vísceras, sangre y gritos. Pero también hay episodios marcados por el honor, el patriotismo o el orgullo, y estas otras imágenes consiguen que el lector logre congraciarse con el género humano.

Un ritmo ágil, una prosa como siempre esmerada, una trama que atrapa casi desde el inicio, una portada magnífica, y un montón de historias cruzadas, que en ocasiones logran empañar los ojos del lector, son las notas que caracterizan el nuevo trabajo de Pérez-Reverte.

En la celebración del segundo centenario de aquellos hechos, es una novela que nadie debería perderse.

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jueves, 12 de junio de 2008

La mirada del basilisco - Manuela Jiménez Parrondo


Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Ediciones Idea
606 páginas
Género: Novela

Un hombre, al morir, destina parte de su herencia a la reconstrucción de la ermita de su pueblo. A partir de ahí se inicia una trama en la que tienen cabida la hermosa viuda, el cura del pueblo, un funcionario de excedencia con dotes artísticas, un erudito versado en el Renacimiento, un viejo herrero dispuesto a todo y un obispo prepotente.

La reconstrucción del edificio les llevará más allá de sus primeras intenciones y se embarcarán en la búsqueda del oro hispanicus.

Para ello deberán recurrir a la alquimia y al ocultismo.


Opinión

En esta segunda novela, la autora nos sorprende con una trama aún más interesante que en su primer trabajo. Un grupo de personas de lo más comunes protagonizan una fantástica búsqueda tratando de convertir el cobre en oro, acudiendo a las enseñanzas de antiguos alquimistas. A las situaciones cotidianas de la vida en un pequeño pueblo castellano, se unen los intentos por conseguir mantener oculto el secreto de los experimentos. Y en ambos casos la autora se desenvuelve con notable desparpajo.

Manuela Jiménez Parrondo ha realizado sin duda una excelente labor de investigación acerca de la elaboración de los pigmentos que se utilizaban para pintar durante la Edad Media, además de manejarse con soltura en los temas alquímicos, con referencias e historias de lo más verosímiles.

Los dos personajes encargados de realizar las primitivas pinturas en el muro de la ermita, se sumergen de tal modo en el estilo de la época original, que el lector no puede dejar de sentir envidia por ellos: la preparación del cuerpo y del espíritu antes de enfrentarse a la obra, de las herramientas, de los colores y pinceles... una delicia para cualquier amante del arte.

Y la búsqueda del oro hispanicus representa un reto para el lector, que asiste, entre divertido y atemorizado, a las distintas fases del proceso.

Los personajes están bien trazados, aunque tal vez las actitudes de los dos miembros del clero resultan en ocasiones un poco excesivas. Y es posible que alguien se quede con las ganas de saber un poco más de algunos de ellos al final, como el caso de Mercedes y Raúl, o durante la trama, como el Conde de Saint-Germain, un personaje mítico que ya utilizó Umberto Eco, entre otros, en El péndulo de Foucault.

Una novela ágil, a ratos divertida, repleta de enigmas, con protagonistas de carne y hueso y con una trama que consigue atrapar al lector a medida que avanza en la lectura y lo sumerge en una historia cuya intensidad aumenta a cada página.

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Si quieres saber más sobre la autora y su obra, visita su página en http://manuelajimenez.spaces.live.com/

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lunes, 9 de junio de 2008

El ladrón de El Cairo



Artículo - por Pilar Alonso

Con ese apodo, el ladrón de El Cairo, llamaban sus súbditos al rey Faruk I (1920-1965), el último rey de Egipto. Un golpe de Estado, encabezado por Nasser, le obligó a exiliarse en 1952, primero en Italia y luego en Mónaco.
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Llevó una vida de lujos, excesos y excentricidades, algunos ciertos y otros tal vez sólo leyenda.
Coleccionaba todo tipo de objetos: cuadros, sellos, monedas, botes de aspirinas...y cuando abandonó su palacio se encontró una inmensa colección de pornografía proveniente de multitud de países.
Conoció a la diva mexicana María Félix y le ofreció la corona de Nefertari a cambio de pasar una noche con él, algo a lo que la actriz se negó.
Tuvo más de cien automóviles, con los que le gustaba recorrer las calles de El Cairo a toda velocidad, con absoluto desprecio por los peatones y otros conductores. De hecho, llevaba una pistola con la que disparaba a los neumáticos de los que osaban adelantarle. Pintó todos sus coches de rojo y prohibió usar ese color a los demás, para que la policía pudiera reconocerle fácilmente y evitase pararle.
Poseía villas, yates, joyas, aviones y dinero, todo en grandes cantidades.
Se casó tres veces e insistió en que los nombres de sus cuatro sus hijos comenzaran por F, que decía era su letra de la suerte.
Pero lo que le valió el sobrenombre de El ladrón de El Cairo fue su terrible hábito de coger lo que le interesaba en cualquier parte en donde se hallase. Hay una anécdota, presumiblemente cierta, en la que se cuenta que un oficial de visita en palacio llevaba un arma que gustó al rey, que preguntó si podía echarle un vistazo. Nunca se la devolvió.
En fiestas y recepciones oficiales robaba relojes de bolsillo, pitilleras, mecheros y billeteras. Se rumoreaba que había tomado lecciones de un carterista profesional. No obstante, el caso más famoso de su cleptomanía tiene que ver con Winston Churchill, a quien Faruk trató de robar un reloj de bolsillo que la reina Ana había regalado a uno de sus antepasados. Y no menos famoso fue el robo de la espada ceremonial en el entierro del Sha de Persia, así como las medallas de su cadáver.
Coleccionaba mujeres, y parecían gustarle especialmente jóvenes y, a ser posible, casadas o comprometidas; frecuentaba los nightclubs de El Cairo para jugar a los juegos de azar, algo que prohíbe el Corán; era un célebre fumador de habanos y comía con un apetito voraz. Dicen que para desayunar tomaba huevos y una cesta de tostadas, y de segundo plato langosta, cordero, pollo, bistec y caviar. Bebía al menos 30 refrescos al día y la coca-cola era su favorito. Todo ello le acarreó escasa simpatía entre su pueblo, asolado por el hambre y la miseria, y le convirtió en la obesa figura que ya no abandonaría hasta su muerte.
Falleció en Roma de un infarto a los 45 años, durante una copiosa cena.
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Son varias las teorías que tratan de explicar el desproporcionado comportamiento de este monarca. Complejo de inferioridad (circulaban rumores acerca de su virilidad y del pequeño tamaño de su pene), desarreglo hormonal, necesidad de atención... fuera cual fuera la causa, no hay duda de que su vida fue un cúmulo de excesos.
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sábado, 7 de junio de 2008

Conspiración en Bizancio - Hilario Gómez


Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Editorial Transversal - Equipo Sirius
213 páginas
Género: Novela



Manuel Kolastés, oficial retirado del ejército bizantino, recibe una carta escrita por un viejo amigo, poco antes de morir. El contenido de la misma hará que Manuel rememore los hechos que sucedieron treinta años atrás, en el 959 d.C.

Manuel y sus amigos se ven envueltos accidentalmente en la resolución del asesinato de Nicetas, un copista, y descubren que ese hecho no es más que el inicio de una siniestra trama para desacreditar a uno de los mejores generales del Imperio, Nicéforo Focas, y acabar con los planes para reconquistar la isla de Creta, en manos de los piratas musulmanes desde el siglo IX.


Opinión

Cuando una lee un manual o un ensayo histórico es prácticamente inevitable que en algún momento la lectura se le atragante. Hilario Gómez ha logrado impartirme una clase sobre la historia de Constantinopla de lo más amena. Porque Conspiración en Bizancio no es sólo una novela sobre un complot o unos crímenes, el autor ha sabido incluir entre sus páginas fragmentos de la historia, de las costumbres, anécdotas e incluso algún chiste de la época que en ningún caso rompen el ritmo de la narración, sino que la complementan y ése es un gran logro. No detiene el desarrollo de los acontecimientos para disertar durante ocho páginas sobre la situación política del momento para luego retomar la historia, ni sus explicaciones resultan tan tediosas que logran despistar y aburrir al lector. Au contraire, en unas pocas líneas pone al lector en antecedentes y consigue, no sólo inculcarle una serie de conocimientos de lo más variados, sino comprender mejor las implicaciones de los hechos que está narrando.

La profusión de términos por completo desconocidos y apenas explicados puede, en un primer momento, aturdir al lector: la equivalencia de unidades de medida, el valor de las monedas y sobre todo los cargos políticos o militares: un anthypotos, un tepeteretés o un decarca, por poner sólo algunos de los muchos ejemplos que se pueden encontrar. Afortunadamente, la explicación de todos ellos se encuentra al final, en el apéndice, y logra aclarar varias de las dudas que surgen en el transcurso de la lectura.

Tal vez una de las cosas que más llaman la atención sean los nombres de los personajes: Juan Correina, Pedro y Manuel Kolastés, Miguel Comneno... nombres que resultan comunes para nosotros y apellidos de claro origen bizantino. Tal vez tras la conversión del cristianismo en religión oficial en el 380 fuese costumbre poner a los hijos nombres bíblicos y mantener los apellidos familiares. Sea como fuere, permite identificar con mayor facilidad a los distintos personajes.

Conspiración en Bizancio es una novela detectivesca, coherente y bien hilvanada, ambientada con precisión y sencillez en la ciudad de Bizancio del siglo X. No sólo está escrita con una prosa cuidada y amena (a pesar de alguna que otra falta de ortografía) sino que es un libro de aventuras que logra enganchar al lector desde la primera línea.

De la mano de Hilario Gómez, además, realizamos un viaje por Constantinopla, Éfeso, Capadocia... maravillándonos con la belleza y la historia de aquellas ciudades que, una vez, fueron el centro del mundo.

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El jugador - Iain M. Banks

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

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Editorial La Factoría de Ideas
377 páginas
Género: Novela - Ciencia ficción



Gurgeh es un jugador profesional en La Cultura, un maestro dedicado al estudio de los juegos: da conferencias, escribe artículos, asiste a eventos sociales... y reconoce que todo le está comenzando a resultar un poco tedioso.

Un chantaje le obligará a dejarlo todo para internarse en lo desconocido: el Imperio de Azad y participar en el juego supremo, un desafío tan excitante y espectacular que el ganador se convierte en Emperador.

Azad es un lugar próspero y peligroso, cruel y apasionante, y Gurgeh deberá enfrentarse no sólo al reto que supone el mismo juego, sino a toda una sociedad completamente distinta y perturbadora, donde no todo es lo que parece y donde arriesgará su propia vida.


Opinión

Una buena novela ha de ser capaz de mantener al lector pegado a la silla. Si la novela es de ciencia ficción, y el lector es medio profano en la materia, el esfuerzo del autor ha de ser doble. Y Banks cumple con creces.

He de reconocer que al principio lograba perderme en las Placas, los VGS, las unidades y demás terminología futurista, pero la trama pronto comenzó a resultarme tan interesante que apenas si prestaba atención a ese tipo de detalles, que poco a poco se fueron haciendo más comprensibles.

La Cultura es una sociedad tan avanzada que no existen las leyes, los cerebros llevan implantadas unas glándulas que administran drogas de distintos tipos según las necesidades, los cuerpos se regeneran sin problemas y se puede cambiar fácilmente de sexo tantas veces como se quiera y según las apetencias del usuario. No hay nada prohibido, se puede viajar a velocidades supersónicas y las casas son tan inteligentes que dan miedo.

El Imperio, Azad, no es tan avanzado, en algunos aspectos es casi primitivo, y por su estructura social me recordaba un poco a nuestro planeta, en una versión más cruel y tiránica.

Las comparaciones entre ambas resultan muy atractivas y el modo en que Gurgeh se asombra ante cosas que para nosotros resultarían más o menos normales es cautivador.

Y el juego, alrededor del cual gira toda la trama, sigue siendo un misterio después de cerrar la última página. El autor no ha necesitado explicar los pormenores del mismo y aún así resulta tan creíble como el parchís. Se juega en tres tipos de tableros de unos tamaños tan gigantescos que uno se puede mover a su antojo por su superficie, se usan cartas, piezas y territorios (y en algún momento también es posible que dados) y el objetivo parece ser el exterminar a tu oponente o controlar sus territorios. Me recordaba a una especie de Risk pero a lo bestia. No dejaba de sorprenderme que Banks fuera capaz de explicarme cómo estaban jugando Gurgeh y su/s contrincante/s sin proporcionarme detalles precisos sobre el modo de hacerlo, y aún así yo podía visualizar la partida.

Sin duda la nota de humor de esta novela son los nombres de las naves. He señalado algunas porque no tienen desperdicio: “Cañonera diplomática”, “Bribonzuelo”, “Al cuerno la sutileza”, “Bésame el culo”, “Pues claro que sigo queriéndote” o “Limítese a leer las instrucciones”: un derroche de imaginación.

En definitiva, y para terminar, he de decir que “El jugador” es una novela original y seductora, que mantiene la intriga hasta el final (que he de decir resulta un poco ambiguo), inteligente y ambiciosa.

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martes, 3 de junio de 2008

La derrota - Bocero de la Rosa

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

Editorial Almuzara
379 páginas
Género: Novela

1808. Napoleón ha secuestrado a la familia real en Bayona e invade la Península. Envía a un ejército de 15.000 hombres con el objeto de liberar los restos de la flota bloqueada en Cádiz tras la derrota de Trafalgar. Al frente, el general Dupont.

Dupont acepta el encargo convencido de una victoria segura. Pero, al entrar en Andalucía, la situación parece muy distinta. Tras vencer a los españoles frente a las puertas de Córdoba, entrará en la ciudad y permanecerá en ella durante nueve días, nueve días de saqueos, violaciones y asesinatos.

Un mes más tarde, su ejército será derrotado en Bailén. Por primera vez las tropas francesas han sido vencidas, una noticia que recorrerá Europa.


Opinión

Bocero de la Rosa inicia con La derrota su carrera literaria, un inicio realmente espectacular. La novela está perfectamente ambientada y primorosamente escrita.

La historia transcurre en su mayoría en Córdoba, un homenaje a la ciudad natal del autor, y resulta tan interesante que es difícil abandonar la lectura.

Los personajes están magistralmente retratados, los diálogos cuidados con esmero, los datos históricos tratados con rigor... en fin, un trabajo excelente.

Apenas un puñado de personajes de ficción codeándose con los protagonistas reales de aquellos sucesos sirven al autor para describir los sufrimientos de su ciudad hace ya casi dos siglos. Porque la novela no se basa tanto en la batalla de Bailén en sí misma considerada como en los acontecimientos que condujeron a la misma.

Varios frentes que se entretejen para proporcionar una visión global de lo que estaba sucediendo en aquellos días, con un estilo directo y sin florituras, una crónica que me hacía recordar los Episodios Nacionales de Galdós.

Además de eso, la edición de Almuzara es una preciosidad, con una portada que es una pequeña obra de arte y, en su interior, reproducciones de grabados de Goya, un retrato de Napoleón y varios mapas del enfrentamiento en Bailén. Al final, una selecta bibliografía para quien quiera saber más. En resumen: una gozada para los sentidos.

Cuando uno se enfrenta a la primera obra de un escritor lo hace con bastante prudencia y con cierta cautela, por aquello de que hoy en día publica casi cualquiera. Bocero de la Rosa me ha sorprendido por la calidad de su obra, indispensable para cualquier amante de la novela histórica, o, simplemente, para quien guste de una agradable lectura.
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Entrevista a Bocero de la Rosa por "La derrota"




Realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com




Francisco J. Bocero de la Rosa es licenciado en Ciencias de la Información y Máster en Gestión y Administración de Empresas. Periodista especializado en economía y comunicación empresarial, ha desarrollado una extensa trayectoria profesional a lo largo de veinte años trabajando y colaborando en diversos medios de comunicación nacionales y andaluces, así como en organizaciones empresariales. Actualmente es director de comunicación y servicio de estudios de la Cámara de Comercio e Industria de Córdoba.
La derrota es su primera novela.



A un especialista en economía y comunicación empresarial como Vd. ¿Qué le llevó a escribir una novela histórica? ¿Se encontró con muchas dificultades a la hora de publicarla?
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Bueno, yo tuve la oportunidad de elegir destino como becario en un periódico, cuando comencé a trabajar y elegí economía por un mero intento de superación personal, era la asignatura que suspendí en la Facultad. ¡Y la aprobé después de aprender en el periódico¡ Después, cuando por motivos personales volví a Córdoba, comencé a trabajar en una institución empresarial y ya vino todo rodado. Pero siempre quise escribir en otro registro y como mis lecturas infantiles y juveniles fueron cosas de Walter Scott, Alejandro Dumas, Mark Twain y similares, pues tuve claro lo que quería hacer.
En cuanto a las dificultades, tengo que decir que Almuzara me lo puso muy fácil desde el principio, cosa que agradezco enormemente.

Al final de su libro reconoce que existe poca bibliografía sobre el saqueo de Córdoba en el año 1808. Sin embargo, los datos históricos son magníficos, incluso los detalles sobre la indumentaria de los diferentes cuerpos del ejército de uno y otro bando. Por otro lado, tanto André Castelot en su biografía sobre Napoleón como David Chandler en “Las campañas de Napoleón”, hablan de un ejército de unos 18.000 soldados franceses contra unos 30.000 españoles en Bailén y Galdós de unos veinte mil entre ambos bandos. Con tantos datos dispares de unos y otros imagino que el trabajo de investigación habrá sido arduo.
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Gracias por la calificación de los datos. Sí, el trabajo ha sido arduo porque, por ejemplo, existe amplia documentación sobre Bailén, pero muy escasa sobre los sucesos de Córdoba, lo que me ha resultado extraño. De cualquier manera, efectivamente, en lo referido a los datos, hay muchas fuentes que manejan cifras distintas. Lo que hecho ha sido recoger las que me parecían más ajustadas a la realidad, después de cotejarlas, y citarlas después al final de la novela para su consulta y, por supuesto, su procedencia. Sobre la batalla, los franceses siempre dieron cifras más elevadas de participación española para justificar la derrota, pero está documentado que, en el combate en sí, las fuerzas tuvieron bastante más igualdad de lo que se cree.

En su novela recorre una Córdoba que conoce y admira ¿es “La derrota” un tributo a la ciudad en que nació? ¿Qué acogida está teniendo?

Más que un tributo, he pretendido que sea una aportación de conocimiento de un pasado muy próximo que apenas se conoce. Verás, en Córdoba está muy presente la historia del califato y los omeyas. El esplendor antiguo de la ciudad, e incluso últimamente, la Córdoba romana, pero la contemporánea no tiene sitio, o al menos, un sitio adecuado. Está claro, el nuevo año nos trae el bicentenario de la Guerra de la Independencia, con muchas historias que conocer en muchas ciudades y la de Córdoba merece un lugar. Sobre todo porque es un ejemplo perfecto de cómo una ciudad sufre los rigores de una guerra sin quedarnos siempre en esta memoria histórica que obvia todo lo que no sea la guerra civil del 36. Me parece absurdo y, por supuesto, empobrecedor. Creo que hay más historia que recordar y conocer y no tan lejana, que, parafraseando al tango en otro nivel, 200 años no son tantos.
De todas formas, Córdoba es mi ciudad y, a pesar de todas las cosas que no me gustan, muchas, siempre la defenderé. Quiero pensar que, con mi trabajo diario, intento contribuir, como tantos miles de cordobeses más, a que sea mejor. Y respecto de la acogida no me puedo quejar, sino más bien todo lo contrario. Eso es muy gratificante.

Uno de los personajes del libro se llama Fernando de la Rosa, un médico cordobés. Su sobrino, Gonzalo de la Rosa, personaje de ficción. El autor, Bocero de la Rosa. ¿Algún parentesco lejano?

No, no tengo nada que ver con ellos. La familiar de la Rosa del libro no es la mía. Ha sido un guiño personal para mi madre, quizá la persona más valiente y abnegada que conozco, supongo que como todas las madres. En cuanto a Bocero de la Rosa, como autor, ha sido idea de mi editor llamarme de esa manera. Bien, ya le dije que me parecía un poco raro y que tendría que cambiar el apellido de los personajes de la familia para evitar equívocos, pero me dijo que no hacía falta. Vale, esta pregunta la estoy contestando continuamente, como me temía.

Las mujeres de los generales franceses les siguieron a la batalla. También creo recordar que muchas mujeres de los soldados ingleses, con hijos incluidos, siguieron a sus hombres a la Península para la guerra contra el francés. ¿A qué considera que se debía una práctica tan curiosa? ¿Era una costumbre extendida?

Sí, en la época era común. En realidad, más de los oficiales que de todos los generales, pero sí, en la expedición a Andalucía, participan también varias mujeres de los generales, como la de Chabert, que es la que empleo y otras que no lo he hecho como la del general de caballería Fressia, que cito como personaje, y que también acompaña a su marido.
Como práctica era curiosa, sí, pero debido a las características de las campañas y a la vida que llevaban, se consideraba normal. La moral del combate, el botín, etc. Independientemente de que también llevaban en ocasiones a sus amantes o a mujeres que les seguían por lo anterior.

En Bailén, aquel mes de julio, la temperatura era de 40 grados, las provisiones escasas y la sed inaguantable. Además, los españoles controlaban la única noria de las inmediaciones ¿Cree que en otras condiciones de temperatura y con provisiones abundantes el resultado habría sido distinto?

Es una pregunta difícil. Claro que las condiciones climáticas influyeron, y mucho, pero también influyó la disposición táctica española, su aguante y coraje ante las embestidas francesas y el desdén inicial de Dupont, que creía poder salvar el obstáculo que representaba el ejército español, primero sólo, y luego, esperando que la división Vedel, que estaba al norte, acudiese en su ayuda. Por supuesto, también hay que considerar la parte de avaricia que existe al marchar con el botín de Córdoba, inmenso en longitud y número de carros y la orografía del terreno, que le impedía moverse con el convoy a sus espaldas y la amenaza del general Castaños, en marcha desde Andujar.

Le Moniteur, el diario del ejército francés, tergiversaba las noticias para que fuesen siempre favorables al Ejército Imperial, una práctica común a lo largo de la historia. ¿Sucedió así con la batalla de Bailén? ¿O no pudieron acallar la aplastante derrota de sus tropas?

Sí, así sucedió con Bailén. Napoleón no podía admitir que su ejército hubiera sido derrotado en España y contra el ejército español. No le tenía respeto alguno. Si la derrota hubiera sido contra el ejército inglés hubiese sido otra cosa. De cualquier forma, Le Moniteur era el principal instrumento de propaganda napoleónico y el emperador era un experto en propaganda. Era perfectamente consciente de su valor y, claro, la ponía a su servicio. Lo hizo siempre, desde el principio.
Por otra parte, mandó a varios emisarios a las cortes europeas continentales, a San Petersburgo sin ir más lejos envío a uno de sus hombres de confianza, Caulaincourt, general y diplomático, para convencer al zar Alejandro de que Bailén no sólo había sido una escaramuza, sino, además, victoriosa para las armas francesas. Napoleón pensaba que las cortes europeas se envalentonarían después de conocer la derrota e intentó evitarlo como pudo.

El mariscal Louis Alexandre Berthier no creía que Dupont fuese la persona adecuada para la campaña de Andalucía y, a pesar de ello, Napoleón lo designó para el mando porque era uno de sus generales preferidos. Puede ser que ese favoritismo le costara la victoria. ¿Al frente de otro general más adecuado, como el mariscal Adrián de Moncey, el resultado podría haber sido distinto? ¿O incluso con Napoleón al frente de sus hombres, a pesar de la leve inferioridad numérica?

Una de las grandes discusiones, creo, de siempre. Me refiero a lo que hubiera sucedido si Napoleón hubiese estado al frente del ejército. Una de las grandes quejas de los altos oficiales, Belliard y Savary entre ellos, era de que el emperador no podía manejar la guerra desde lejos porque el tiempo que tardaban en ir y volver los correos era el tiempo en que se decidían las batallas. Normal. Las órdenes que daba Napoleón no podían ajustarse al campo de batalla por las condiciones cambiantes.
En cuanto a Moncey, era el mariscal que eligió el emperador para la expedición a Andalucía, pero este se dio cuenta de los peligros que entrañaba y rechazó la oferta. Entonces, Napoleón pensó en Dupont y en utilizar su ambición como seguro para la victoria. La relación que el emperador mantenía con sus generales era curiosa. Estimulaba la competencia entre ellos y procuraba que no estuviesen muy unidos, por si algún día se alzaban contra él. Hay un caso curioso de fomento de la rivalidad entre dos de sus mejores mariscales, como Lannes y Bessiéres. En uno de los libros que cito al final de la novela, “La batalla”, de Patrick Rambaud, se retrata magníficamente.

¿Fue realmente Dupont tan incapaz como Villeneuve unos años antes? ¿Su indecisión o su excesiva prudencia fueron las verdaderas causas de la derrota?

Las únicas dudas que surgen sobre Dupont, de Berthier, que utilizo como licencia para la construcción de la trama, tienen su ejemplo en Villeneuve. Como te decía antes, Napoleón, ante la negativa de Moncey, la habilidad, usa a Dupont, la ambición. Por eso, no esperaba su derrota. Dupont ya había demostrado sus valores militares en batallas como Jena o Friedland, dos de las grandes victorias francesas de la época y con Napoleón en el campo de batalla, así que lo conocía perfectamente.
En cuanto a las causas de su derrota, el primer error estratégico, primero y definitivo, fue el saqueo de Córdoba. Si hubiera seguido camino a Sevilla, al menos un día después tras un descanso por el combate de Alcolea, quizá hubiese logrado llegar a Cádiz. Es muy posible que la historia fuese distinta. La indecisión le hace salir de Córdoba hacia el norte, esperando refuerzos, y la prudencia, es más bien una característica que aplico a Villeneuve en la comparativa que hace Berthier de ambos. El almirante si fue un modelo de ambas cosas, en prudencia, como valor negativo, con las consecuencias ya sabidas de Trafalgar.

La guerra en España no fue igual a las campañas en Austria, Prusia o Italia. ¿Qué fue distinto aquí?

El pueblo, sin duda. Los españoles. El ejército francés combatía en Austria, Prusia o Italia, y no pasaba nada. En España, se levantó la población y nació el fenómeno de las guerrillas y los guerrilleros, de tanta trascendencia posterior. Puede que para muchas cosas tengamos rasgos negativos, que nos duela España, que han llorado nuestros mejores intelectuales y poetas, pero cuando se trató de una invasión, los españoles respondieron como uno sólo. Eso no se lo esperaba Napoleón, aunque sí lo vieron otros próximos, como Tayllerand, e incluso, William Pitt, el primer ministro inglés, que ya advirtió en una famosa cena años antes que la tumba de Napoleón sería España si se decidía a invadirla.
Por supuesto, al final no le quedó más remedio que reconocerlo. En las memorias que dictó al Conde de Las Cases en Santa Helena, acuñó su famosa frase de la “úlcera española”. Con respecto a nosotros, lo trágico fue el “vivan las caenas” con que recibieron a Fernando VII, el peor rey con diferencia de la historia española. El paso adelante que fue el espíritu de la guerra de la independencia y la constitución de Cádiz, se trabó en una vuelta a lo peor de este país.

La visión que tenía Napoleón, y con él la mayoría de los franceses, del pueblo español dista mucho de ser halagüeña. No podía concebir que su ejército hubiese resultado vencido por esos “harapientos del sur”. ¿Supuso para Vd. un placer especial escribir esta novela desde ese punto de vista, tratando de demostrar que podíamos ser igual o mejores que su “pueblo francés”?

No especialmente, no lo he hecho así, pero sí que tengo que admitir que pensar en el hecho de que ese desprecio congénito de Napoleón hacia los españoles, comenzando por sus reyes, fuera revolcado en Bailén, me place bastante. Como conocemos por la historia, desde ese viejo medieval, “señor que buen vasallo si hubiese buen señor”, del Cid, si hubiésemos tenido otros gobernantes en gran parte de ella, seríamos otra cosa. No estoy pensando en términos de imperialismo histórico, sino de avance social, de autoestima colectiva, de progreso político. Nos hubiéramos evitado muchas cosas, mucho dolor, desarraigo y odio. En ese sentido, uno siente envidia de ingleses, franceses, alemanes y hasta de italianos, claro, que no sólo no le cortamos la cabeza a un rey, sino que, encima, como te decía antes, ¡recibimos con los brazos abiertos la vuelta al absolutismo más despótico de Fernando VII y sus secuaces!.

En una conversación con el mariscal Berthier, Napoleón comenta que los Borbones no merecían el trono de España. ¿A qué cree que se debía ese odio exacerbado del emperador contra los Borbones?

Al desprecio por los Borbones franceses, que para él representaban su peor enemigo interno, los realistas. De hecho, el rapto y asesinato del conde de Egmont, al que señala como cabecilla de la conspiración realista contra él, es uno de los actos más repudiados de la época.
Después, cuando conoce a los Borbones españoles, el viejo Carlos IV, la reina María Luisa y el jefe del Gobierno Godoy, del que se decía que era su amante, y el príncipe de Asturias, se reafirma en su idea de que eran una dinastía moral y vitalmente decadente y de que tenía que sacarlos fuera del trono de España. Las escenas de Bayona, donde Napoleón humilla a padre e hijo, Carlos y Fernando, están magistralmente retratadas en la novela “Yo, el rey” de Vallejo Nágera. Los Borbones eran para el emperador el pasado que cayó bajo la guillotina.

Tayllerand, Ministro de Asuntos Exteriores, y el mariscal Berthier compartían la opinión de la inconveniencia de una operación militar en España. ¿Realmente les tenía que resultar tan obvia cuál podría ser la reacción de la invasión en España?

Sí. Al primero, porque conocía España y sabía que, una cosa era su clase dirigente, vilipendiada en las cortes europeas, y Tayllerand era el jefe de la diplomacia francesa, y al segundo, a Berthier, porque como militar, le preocupaba la dispersión de fuerzas en toda Europa y la incógnita de abrir un frente en una España que respetaba aún cuando pareciese a punto de deshacerse.
La diferencia formal entre ambos, como cuento, es que a Tayllerand no le importaba dar su opinión en público, a espaldas de Napoleón, que de todas formas acababa enterándose. Sin embargo, Berthier era extremadamente prudente en sus comentarios y si tenía oportunidad de hacerlos, lo hacía directamente en privado al emperador. Era un tipo muy leal, a pesar del maltrato en las formas que sufría por parte de Napoleón en público.

José San Martín luchó junto a los españoles contra los franceses, y pocos años más tarde, regresó a Buenos Aires, vía Londres, donde luchó por la independencia de Argentina, Chile y Perú. En la novela apunta ya a la idea de dicha independencia, aunque aún no había entrado en contacto con los miembros de la que sería conocida como “Gran Reunión Americana”. ¿Un modo de llamar la atención sobre un personaje de gran trascendencia, que sería más tarde llamado Padre de la Patria en Argentina?

Más que eso. Un modo de recordar que combate en Bailén, es capitán agregado del regimiento Borbon de caballería de línea, y que, antes de convertirse en el caudillo independentista americano, es incluso condecorado por su heroísmo en el combate, aunque no exactamente en Bailén, sino en una acción en Arjonilla, cerca de la localidad, y con anterioridad a la batalla. Además, un mes antes, está destinado en Cádiz en el regimiento Campo Mayor, y es testigo del asesinato del marques Francisco Solano. La historia tiene estos curiosos detalles, estas curiosas paradojas. Un “patriota español”, que muy pocos años después, se convierte en un furibundo “antipatriota español”.

En la novela hay una escena que se desarrolla en la sala capitular del Ayuntamiento de Córdoba. El marqués de la Puebla observa un cuadro de un tal José Pérez que representaba la conquista de Córdoba por Fernando III el Santo. ¿De qué cuadro se trata? ¿Continúa colgado en algún lugar de ese edificio?

Esta escena está tomada del libro de Ramírez de Arellano “Paseos por Córdoba”, archiconocido en la ciudad, que, en uno de sus apuntes, habla del cuadro en ese tono y en esos momentos, una pintura colgada en el Ayuntamiento de mala calidad y con motivos casi ridículos. Me ha servido para la construcción de la escena de la reunión de la Junta cordobesa.

Tal vez el episodio más conmovedor de toda la novela sea el que protagonizan Francisco Solano, marqués del Socorro y la Solana, y su ayudante Pignatelli, durante la revuelta de Cádiz, por desgracia un hecho no aislado. ¿Fue realmente Pignatelli quien disparó al capitán general de Cádiz?

No, pero, como en la pregunta anterior, la escena es rigurosamente cierta, ateniéndome a las fuentes consultadas, especialmente en este caso al clásico de la Guerra de la Independencia del Conde de Toreno, contemporáneo del período. Es cierta en el sentido de que Pignatelli es el ayudante de Solano y de que está con él en la revuelta y huida, es decir, en la escena. El respeto que le muestra y la indignación ante el linchamiento de su general, me han servido para apuntalar la misma escena. Sí, es conmovedora porque, sobre todo, refleja el odio popular ante los franceses, sin pararse a pensar en las consecuencias, como fueron las de asesinar a inocentes. Solano entre ellos.

En el momento de la batalla, el botín obtenido del brutal saqueo de Córdoba parece prioritario. El mismo Galdós comenta que el afán de conservarlo impidió a los franceses retirarse por la sierra ¿Estaban los generales tal vez más preocupados por conservar sus riquezas que por organizar la batalla?

Sin duda, estaban muy preocupados por su botín. Eran sus “dividendos” por la expedición, lo normal de la época. Pero se retiran por el camino real y no por la sierra, en mi opinión y no quisiera contradecir al maestro Galdós, porque esperaban encontrarse con los refuerzos de Madrid, la división Vedel, y logísticamente, era mucho más fácil y seguro, porque tampoco creían que el ejército español fuera muy numeroso o excesivamente peligroso como para no vencerlo si había batalla. Por supuesto que llevar 500 carros era más sencillo en llano que en sierra, pero no tenía sentido retirarse por la sierra aún cuando no hubiesen llevado tanto botín. Y eso que, varios días antes de Bailén, son derrotados en un combate, el de Mengíbar, en la comarca, como precedente de lo que les esperaba.

Dicho botín ocupaba unos 500 carromatos, que dificultaban el avance. ¿Algo de todo aquello pudo regresar a la ciudad, aunque fuese muchos años después?

Muy pocas cosas porque se pierde desde que el ejército francés se rinde en Bailén hasta que llega prisionero a Cádiz.

El Hospital del Cardenal, hoy convertido en Colegio Universitario si no me equivoco, era, en aquella época, el mayor de la ciudad. Cuentan que en algunas contraventanas hay escritos nombres y fechas de algunos de los pacientes que estuvieron allí desde el siglo XVIII. ¿Siguen existiendo esas inscripciones? De ser así, ¿sabe si hay alguna que haya podido ser identificada como perteneciente al período en el que se desarrolla la novela?

El Hospital del Cardenal es hoy la Facultad de Letras de Córdoba y, sí, era el mayor hospital de la ciudad. Lo elegí, al margen de las inscripciones y su identificación, por su proximidad a la Mezquita Catedral y a los hechos, además, lógicamente de por su tamaño. Hoy, está muy reformado, pero se puede hacer una idea de lo que supuso en su tiempo.


El coronel Bertrand, cirujano del II Cuerpo de Observación de La Gironda, habla con el doctor Fernando de la Rosa sobre los métodos del cirujano militar Goullard. ¿Es Goullard un personaje real? ¿En qué consistían esos métodos, como el agua vegetomineral que menciona Vd. en su libro?

Sí, como la mayoría de los personajes, Goullard es real. Era un cirujano militar del siglo XVIII que trató de encontrar métodos para la curación de heridos en el campo de batalla. Siempre, claro está, que se pudiera. Y es que este es un aspecto bastante trágico de entonces. La mayoría de los heridos en combate acababan con sus miembros amputados, sin que, en muchas ocasiones tuviera que hacerse, pero ante la amenaza de la gangrena, sobre todo por las heridas de bala, que no mataban como no fuese muy cerca, el remedio era cortar. El agua vegetomineral era uno de los remedios de Goullard y ya que Fernando de la Rosa estuvo en París estudiando, conoce los métodos del doctor francés.
Como apunte, en la novela pongo en boca de Berthier, lo que solía ocurrir con muchos reclutas que no querían ir a la guerra, que se quitaban los dientes. ¿Porqué? Porque sin dientes no podían morder el cartucho para disparar y eran declarados no aptos. Muchos campesinos franceses hicieron eso.

Volviendo al hospital. Cuando Dupont abandonó Córdoba dejó allí a algunos de sus hombres heridos, incapaces de realizar el viaje. Se sabe que en otras ciudades, ante situaciones semejantes, los franceses fueron asesinados en cuanto las tropas abandonaron las localidades. ¿Qué sucedió en Córdoba con aquellos heridos? ¿Se respetaron sus vidas por miedo a las represalias?

Fueron encarcelados hasta que llegaron las tropas de Castaños, 15 días después. Y no fueron asesinados no por miedo a represalias, sino porque así lo estipularon con Dupont, cosa que las autoridades cordobesas respetaron.


Tras la derrota de Bailén, los soldados franceses fueron conducidos a Cádiz y deportados a la isla de Cabrera, donde de los trece mil quinientos que desembarcaron apenas quedaban tres mil cuando fueron recogidos por los barcos de Luis XVIII, cinco años más tarde. Imagino que la demora se debió a la guerra, y que sólo en 1814 pudieron ser rescatados. En su libro es apenas un apunte en su epílogo. ¿Nos puede contar algo más?

Es apenas un apunte porque daría para otra novela. La historia de los presos de Cabrera es bastante trágica, por repetir adjetivo. No hubo demora por la guerra, sino que se convirtió a la isla en una gigantesca prisión militar y fueron abandonados a su suerte, de tal modo que hasta hubo casos de canibalismo porque no se les enviaba comida ni ropa, salvo muy de cuando en cuando y en la isla no había nada para comer. Fue un episodio oscuro y poco edificante, aunque hablar de episodios poco edificantes en aquellos momentos parezca irónico, especialmente por el comportamiento de los franceses, pero es curioso que los códigos de honor se aplicasen de forma extraña. En este caso, no hubo ninguno.

Diego Millán era canónigo del Cabildo catedralicio de Córdoba. En un principio era contrario a combatir a los franceses y más tarde se convirtió en un furibundo antifrancés, por usar sus mismas palabras. ¿Cree que fueron muchos los afrancesados o simpatizantes que cambiaron sus ideas a raíz de los acontecimientos de Córdoba?

Por supuesto. Forzados por las circunstancias, pero por supuesto. Más que con el canónigo Millán, intento ilustrar el caso con Miguel Aguado, uno de los amigos de Gonzalo de la Rosa, afrancesado de principio y que cambia de opinión tras el saqueo, aunque hace amistad con Grivel.

En realidad, fue el suizo Teodoro Réding quien derrotó a Dupont en la batalla de Bailén. ¿Por qué cree que se le adjudicó la victoria al general Castaños?

Bueno, es una respuesta fácil. Porque fue Castaños quién negoció la rendición con Dupont. Castaños llegó tarde, cuando la batalla había acabado, pero fue ante quién Dupont se rindió finalmente. El celebérrimo cuadro de Casado del Alisal así lo refleja y es un perfecto ejemplo de cómo siempre se ha considerado a Castaños vencedor.

Jean Baptiste Grivel es sin duda, para mi gusto, el personaje más atractivo de la novela, con una azarosa vida durante y tras la Guerra de la Independencia. ¿Siente predilección por alguno de los protagonistas de su obra?

A todos he intentado dibujarlos según el perfil que tenían, en mayor o menor grado, gracias a la documentación manejada. A Grivel, en este caso, por sus memorias, y al resto de igual manera. No sabría decirte si hay alguno que sea predilecto, quizá Berthier es el que más cómodo me ha hecho sentirme, me ha sido muy fácil meterme en su piel, como también Fernando de la Rosa. Pero no sabría decir porqué.

La portada del libro es, como he dicho en mi ficha, una pequeña obra de arte. ¿Ha participado Vd. de algún modo en su elaboración?

No, sólo con los textos, que también transformamos ligeramente respecto del que abre la novela. La creatividad de la portada es obra de Antonio Cuesta, el editor. Yo fui el primer sorprendido cuando la ví. Me pareció, perdón por la efusividad, espectacular. Creo que recoge muy bien el espíritu de la novela.

“La derrota” ha sido su ópera prima ¿Se ha sentido cómodo escribiendo novela histórica? ¿Piensa repetir? ¿Podría adelantarnos algo?

Si, me he sentido muy cómodo y, además, tengo que decir que cuando comencé a redactar definitivamente el texto en agosto de 2006, tenía casi 100 páginas de material escrito. Me quedé con siete, el resto lo deseché y volví de nuevo a escribir. Y cuando comencé a hacerlo, la novela se fue escribiendo sola. Puede parecer extraño, pero fue como SI las piezas de un gran puzzle comenzasen a encajar de forma natural, sin forzar nada, cada cosa en su sitio.
Por lo demás, sí que tengo varias ideas, algunas sobre novela histórica y otras no. Creo que cuando se habla de novela histórica hay que tener cuidado porque hay muchas novelas cuyo argumento transcurre en una determinada época y no por ello se consideran históricas y viceversa. Lo que sí creo es que novelar de manera arbitraria la historia es algo que nunca haría. Creo que es una estafa al lector, porque una cosa es usar las legítimas licencias literarias para construir personajes y situaciones y otra deformar la realidad para construirlas.
Y por supuesto, intentar reflejar de modo natural la época. No hace falta que los personajes hablen, por ejemplo, en una novela medieval con el lenguaje de la época, no se entendería, pero sí que se respete de algún modo la misma. Por ejemplo, me parece muy chusco que si una novela transcurre en la corte de la Granada del siglo XV, se emplee la expresión, “se fumaron unos canutos de hachis”. Lo normal es que se dijera algo así como “aspiraron hachis, o si quieres, “fumaron hachis”, pero lo de unos canutos me suena a pura coña, porque no me imagino a unos tipos liándose un canuto con papel de fumar, una boquilla, etc, como si estuvieran de botellón en la Alhambra.
Pero bueno, es una opinión muy personal y respeto el trabajo ajeno, que ya por hacerlo merece un respeto. Además, supongo que también habrá quién encuentre en La Derrota alguna cosa que le suene también chusca, pero creo que hay que cuidar muy mucho los detalles, salvo que emplees un mismo registro para escribir. Entonces, nada que decir, desde luego.

Ha sido un verdadero placer leer su libro, lo he disfrutado mucho, y un honor tener la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias por todo y suerte en sus futuros proyectos.
Muchas gracias a ti por tu tiempo y por tu amabilidad. Ha sido un verdadero placer responder a tus preguntas.