miércoles, 31 de diciembre de 2008

Resistencia - Owen Sheers

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com

Editorial Alfaguara
399 páginas
Género: Novela


El desembarco de Normandía ha sido un fracaso y los nazis terminan invadiendo Inglaterra.

En una pequeña aldea galesa, las mujeres se levantan una mañana y descubren que sus maridos han desaparecido, que las han dejado sin una nota siquiera, y que deben afrontar solas la ausencia y el tremendo trabajo que suponen sus granjas.

Poco después, una patrulla alemana se instala en la zona y ellas deberán acostumbrarse a la constante presencia del enemigo.


Opinión

Muchas veces me he preguntado qué habría sucedido si Estados Unidos no hubiese entrado en la Segunda Guerra Mundial, si alguien hubiese conseguido llevar a buen término alguno de los múltiples intentos de matar a Hitler, si el desembarco de Normandía hubiese fracasado... tantas y tantas cosas que podrían haber resultado distintas y que habrían cambiado poco o mucho la historia del último siglo.

Pues bien, siempre hay algún escritor que lleva más allá ese tipo de pensamientos y que escribe sobre ellos. Y Resistencia es una de esas ucronías.

En plena guerra, en Inglaterra se formó a parte de la población civil para que, llegado el caso, supiesen afrontar la invasión extranjera, grupos de resistencia que fuesen capaces de luchar, enviar mensajes e incordiar lo suficiente al enemigo como para entorpecer su avance. Nunca llegó a utilizarse ese potencial y resulta ser la base sobre la que se sustenta esta novela. Los hombres se echan al monte para llevar a cabo una guerra de guerrillas, construyen refugios bajo el suelo, llevan y traen mensajes, planean emboscadas...

Owen Sheers apenas roza esa faceta de la historia. Se centra en el valle, junto a las mujeres que se han quedado solas, que intuyen dónde están sus maridos, pero que no saben a ciencia cierta qué están haciendo, cuál es su ubicación exacta o si están vivos o muertos. Esa angustia ante la falta de noticias, ese abandono al que se ven sometidas de repente, sin haber albergado sospecha alguna de que los hombres se iban a marchar de noche y a escondidas incluso de ellas mismas, es el eje sobre el que gira toda la trama.

La confusión primero, la tristeza más tarde y finalmente la rabia planean sobre las protagonistas de esta novela, que de repente descubren que una patrulla de nazis se ha instalado en una casa de la aldea y que deben convivir con ellos, e incluso aceptar su ayuda, para continuar adelante.

La relación que se crea entre ellas y el enemigo es lo más atractivo de la historia. Ellos están alejados de la lucha, ellas están solas. El instinto de supervivencia puede más que la guerra y juntos afrontan los rigores de un invierno especialmente duro. Siempre con una sombra de desconfianza, especialmente por parte de las mujeres, que terminan al fin aceptando a esos hombres que, sin sus uniformes, no son tan distintos de sus huidos maridos, de los que, por desgracia, no vuelve a saberse nada más.

La novela no abarca más que una pequeña faceta de lo que podría haber sido una historia europea bien distinta a la que conocemos, con algunas pinceladas de lo que sucede más allá del valle, pero ilustrativa de una parte de esa otra historia que pudo ser una realidad. Sin embargo, tal vez un poco más de globalidad no le habría ido mal. Ceñirse a las vidas de un puñado de personas, en una aldea alejada de todo y todos, resulta una visión demasiado fragmentada de una realidad alternativa con infinitas posibilidades.

No obstante, la trama está bien planteada y resulta atractiva, aunque con un exceso de descripciones para mi gusto. No logra atrapar al lector, pero sí es lo bastante amena como para mantener el interés hasta el final.
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domingo, 28 de diciembre de 2008

Herodoto en Babilonia

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Apuntes - por Pilar Alonso



A Herodoto, historiador griego del siglo V a.C., se le considera el padre de la historiografía. En su obra Historia, compuesta de nueve libros, realiza un recorrido por la Historia global de la Antigüedad, de vital importancia para los autores que le sucedieron.

Entra las muchas curiosidades y datos interesantes que aparecen en su obra, quisiera destacar hoy una que figura en el libro I, donde el griego habla sobre Babilonia.

Según Herodoto, una de las "vergonzosas" costumbres de los babilonios consistía en que toda mujer babilonia debía sentarse en el templo de Afrodita y entregarse una vez al año a un hombre extranjero. Debían tomar asiento, colocarse una corona de cordel en la cabeza, y aguardar a ser elegidas. Había muchas mujeres, unas que llegaban y otras que se iban, y las más adineradas aguardaban en el interior de espléndidos carruajes, acompañadas de su séquito, para no mezclarse con las otras mujeres.

Los pasillos eran recorridos por los hombres, que hacían su elección. Ninguna mujer podía regresar a su casa sin que un extranjero hubiese puesto dinero sobre sus rodillas y se hubiese acostado con ella fuera del santuario. Al colocar el dinero, él debía decir “Invoco a la diosa Mílita” (que era como conocían a Afrodita). La cantidad de monedas no era importante, podían ser muchas o pocas, pero ella no podía rehusar en ningún caso, ya que ese dinero se consideraba sagrado. Debía seguir al primero que se lo ofreciese.

Cuando había cumplido su deber para con la diosa, podía regresar a casa. Todas las dotadas con belleza y buena figura, continúa Herodoto, regresaban muy pronto.

Las menos agraciadas podían pasar hasta tres y cuatro años esperando cumplir la costumbre.
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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad (2005)

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Película - por Pilar Alonso



Esta co-producción alemana-francesa-británica-rumana-belga está basada en unos hechos que sucedieron en la Navidad de 1914, sin precedentes en la historia militar. Hacía pocos meses que había comenzado la contienda y, el día de Nochebuena, ocurrió un milagro. En esta película se narra uno de los, al parecer, muchos episodios similares que se dieron en distintos puntos del conflicto. Alemanes, franceses y escoceses comienzan a celebrar su Nochebuena por separado, para terminar encontrándose en tierra de nadie y compartiendo provisiones, bromas, fotografías y risas.
Al día siguiente, 25 de Diciembre, continuaron la confraternización, enterrando a sus muertos y jugando un partido de fútbol.

Estos hechos, que pretendieron ser silenciados por los altos mandos del ejército de ambos bandos, trascendieron. A pesar de la destrucción de las cartas que los soldados habían escrito a sus familias explicándoles la extraña noche, a pesar de la confiscación de algunas instantáneas tomadas en aquellas fechas y a pesar del desmembramiento que sufrieron los regimientos, los hechos no podían borrarse. Y los hechos se convirtieron en mito y de la leyenda surgió esta película, firmada por Christian Carion, con personajes tan inolvidables como el cura escocés, interpretado por un extraordinario Gary Lewis.

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Impecable factura, maravillosa banda sonora, magnífica dirección artística... una pequeña joya que, según mi opinión, nunca recibió la atención que se merecía. Acostumbrados como estamos a las películas de acción norteamericanas, llenas de efectos especiales y con grandes presupuestos en publicidad y promoción, este film pasó casi desapercibido.

Feliz Navidad es una historia emotiva y bien estructurada. Su música y sus chispas de humor y magia han atrapado el corazón de todos aquellos a quienes se la he recomendado. Y es que no debemos olvidar que el episodio que narra nos demuestra que, incluso en la guerra, el hombre es capaz de sacar lo mejor de sí mismo.
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lunes, 22 de diciembre de 2008

Recomendaciones Navidad 2008

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No hay duda de que, cuando llegan estas fechas, y nos decidimos por regalar un libro, hay que tener especialmente presente los gustos de la persona a la que vamos a entregárselo. Aquí van algunas recomendaciones, por si os pueden servir de ayuda. De la mayoría de títulos existe reseña en el blog, por si queréis consultarla:

Novela histórica:
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La derrota – Bocero de la Rosa – Editorial Almuzara – La batalla de Bailén durante la Guerra de la Independencia Española.
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Aô, el último cavernario – Marc Klapczynski – Editorial Styria – Uno de los últimos hombres de Neandertal en un mundo dominado por los Cro-Magnon.
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La otra Bolena – Philippa Gregory – Editorial Planeta – La historia de la hermana de Ana Bolena, que también fue amante del rey Enrique VIII
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La escriba – Antonio Garrido – Ediciones B – Una joven deberá huir de su ciudad para salvar la vida, mientras su padre trata de traducir un importante documento para Carlomagno.
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La canción de Jan – Maureen Myant – Editorial Grijalbo – Un niño checoslovaco en busca de su hermana durante la Segunda Guerra Mundial.
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Antonio y Cleopatra – Colleen McCullough – Editorial Planeta – Última entrega de la saga de Roma.
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Novela policíaca/misterio:
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Música para los muertos - Luis Gutiérrez Maluenda – Editorial Tropismos – Nueva York, años 30. Duke Ellington contrata a un detective privado para ayudar a un amigo.
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Río de tinieblas - Rennie Airth – Editorial Tropismos – Misterioso asesinato múltiple poco después de la Primera Guerra Mundial.
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Houdini y Sherlock Holmes – Daniel Stashower – Editorial La factoría de ideas – El gran Sherlock Holmes deberá ayudar en esta ocasión al gran mago Harry Houdini.
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Novela vampiros:
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El aliento de las tinieblas – Karen Chance – Editorial La factoría de ideas – Una joven con extraordinarios poderes en un mundo lleno de extrañas criaturas
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Novela general:
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La lotería – Patricia Wood – Editorial VíaMagna – Un joven retrasado gana un gran premio y de repente se ve rodeado de toda esa familia que lo ha ignorado durante años.
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El niño robado – Keith Donohue – Editorial Grijalbo – Un niño secuestrado por trasgos del bosque y suplantado por uno de ellos.
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Biografías:
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La princesa roja – Sofka Zinonieff – Editorial Alfaguara – La historia de una descendiente de los Romanov que abandonó su patria y disfrutó de una una vida intensa, emocionante y en ocasiones desgarradora.
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Ensayo:
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Todo lo que debe saber sobre la Primera Guerra Mundial – Jesús Hernández – Editorial Nowtilus – Una aproximación muy amena a lo que fue la Gran Guerra.
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Hermanos de sangre – Stephen E. Ambrose – Editorial Inédita – Ensayo en el que se basó la exitosa serie producida por Tom Hanks y Steven Spielberg, la historia de un grupo de paracaidistas norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial.

Y los grandes clásicos, de cualquier edición:
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David Copperfield – Charles Dickens
El conde de Montecristo – Alejandro Dumas
El retrato de Dorian Gray – Oscar Wilde
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Suerte con vuestras compras y ¡¡Feliz Navidad!!.
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viernes, 19 de diciembre de 2008

El ejército perdido - Valerio Massimo Manfredi

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial Grijalbo
460 páginas
Género: Novela



Diez mil soldados griegos se unen a las tropas de Ciro para enfrentarse a su hermano Artajerjes, Gran Rey persa, y arrebatarle el trono.

Pero Ciro muere en la batalla y los griegos, decididos a regresar a su hogar, tratan de negociar con el vencedor el modo de abandonar aquellas tierras.

Tras sufrir engaños y traiciones, se encuentran solos y perdidos en una tierra desconocida. Perseguidos y hambrientos, deben recorrer más de 6.000 kms. antes de alcanzar la costa.

Opinión

No le es siempre dado a uno elegir qué historias se le quedan en el alma, pero sin duda la odisea de los Diez Mil fue, para mí, una de ellas. Tras la epopeya de Leónidas y sus 300 espartanos, es sin duda el episodio de la Antigua Grecia que más me ha impactado.

Diez mil soldados perdidos en la inmensidad del Imperio persa, perseguidos, acorralados, sin saber cómo regresar a casa, enfrentándose al hambre, al frío y al implacable enemigo, que adopta distintas caras durante los más de 6.000 kms que deben recorrer.

Valerio Massimo Manfredi me ha contado una historia que ya conocía, aunque desde el punto de vista de una mujer, la supuesta compañera de Jenofonte. La verdad es que las historias épicas me gustan más cuando me las cuentan desde la perspectiva de un varón (machista que es una para según qué menesteres), aunque es cierto que esas historias ya existen y que Manfredi sin duda ha querido innovar un poco. El resultado no está mal, si exceptuamos que la señorita en cuestión es, además, la única con dos dedos de frente para percibir amenazas y albergar sospechas sobre ciertas cuestiones. Vamos, que de los más de trece mil experimentados guerreros que vagaban por ahí, sólo una bárbara que apenas conocía ni lengua ni costumbres, se da cuenta de esos detalles. “Sólo yo no conseguía entender” llega a decir en un momento dado.

Eso no la hace especialmente simpática a mis ojos aunque, en fin, luego logré reconciliarme con ella, porque la historia bien lo merecía y porque Manfredi está versado en el arte de atrapar al lector entre sus redes y hacerle disfrutar una novela. Ésta ha llegado incluso a emocionarme en ocasiones, y reconozco que está bien escrita, con un ritmo adecuado, una prosa ágil y una trama bastante fiel a la Anábasis de Jenofonte. Lástima que en ocasiones, tratando de ganar dramatismo, repita escenas o situaciones.

Hay que decir a su favor, que Manfredi recorrió los escenarios reales por los que transcurre la novela, como reconoce al final, y se nota en las descripciones de los lugares, de una riqueza asombrosa.

Otras novelas suyas me han gustado más, sí, pero no hay duda de que está en su línea. Aventuras y acción se dan la mano para recordar uno de los episodios más emocionantes de la Historia.

Y gracias a Manfredi he vuelto a sentirme, durante unas horas, un espartano, ataviado con aquella capa roja que hacía temblar al enemigo. Un descendiente de aquellos héroes de las Termópilas que vencieron, una vez más, a enemigos más poderosos que el acero.

Aunque sólo fuera por eso, la lectura ya habría merecido la pena.
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Entrevista a Valerio Massimo Manfredi por "El ejército perdido"

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Realizada por Pilar Alonso
Traducción de Francesca Gómez




Valerio Massimo Manfredi, profesor, documentalista, explorador y, sobre todo, escritor, ha publicado varias novelas históricas, entre ellas La última legión, la trilogía de Alexandros, El tirano o El imperio de los dragones.

Antes de salir para la India nos ha contestado amablemente a esta entrevista sobre su último trabajo: El ejército perdido.


En primer lugar, felicitarle por su novela, que estoy convencida disfrutarán muchos lectores, y agradecerle el tiempo y el esfuerzo que sé que supone contestar a esta entrevista.

Para empezar, ¿cómo surgió la idea de escribir sobre los Diez Mil?

Fue mi primera investigación académica, a la que dediqué seis años (1982-88), tanto en literatura científica y fuentes como en la práctica, con tres expediciones importantes. Además de ello, traduje Anábasis de Jenofonte del griego para la editorial Rusconi. Edité recientemente aquella traducción para mi actual editorial italiana Mondadori y al releer mi trabajo me di cuenta de lo fría y distante que era la prosa del escritor ateniense y lo dramática que era en cambio la historia, que merecía ser narrada de forma emocionante y desde un punto de vista diferente. Creo que ha funcionado.


Además de Anábasis, de Jenofonte, ¿a qué otras fuentes ha acudido para documentarse?

Existen fuentes importantes y a veces alternativas como Diodoro de Sicilia, quien dedica varios capítulos de su Historia a la hazaña de los Diez Mil y que además conoce la versión perdida de Sophainetus de Stymphalus. También tenemos la vida de Artajerjes de Plutarco y fragmentos que han sobrevivido de Ctesisas, un médico griego del emperador Artajerjes. Yo había recogido estos documentos hacía tiempo para mi investigación y lo que necesitaba ahora era prestarle atención a la forma de narrarlos, porque era una historia muy larga, muy restringida y totalmente masculina.

Manfredi ha recorrido hasta en tres ocasiones el itinerario que siguieron los Diez Mil. ¿Qué zona o pasaje le impresionó más y por qué?

El desierto Sirio – Iraquí, que abarca más de diez mil millas, completamente desnudo y liso (como el mar, dice Jenofonte) y las majestuosas montañas del este de Anatolia. Algunas de ellas son volcanes inactivos. Cubiertas de nieve, resplandecen como diamantes al amanecer, cuando inciden los primeros rayos del sol naciente. Es impresionante.

¿Por qué decidió escribir la novela desde el punto de vista de una mujer, una bárbara para más señas?

Pensé que era la única manera de conseguir una historia más variada e interesante y de valorar la presencia de una mujer, que queda demostrada por nuestras fuentes. El hecho de que sea desde el punto de vista de una “bárbara”y de una mujer, hace que el lector considere lo absurdo y estúpido de la guerra, así como el sentido de sacrificio, heroísmo y compasión. Este punto de vista es totalmente alternativo. Por un lado tenemos guerreros entrenados y preparados para dar muerte, y por otro, seres ajenos a ese entorno (mujeres) que están diseñadas y preparadas por naturaleza para dar vida.

Abira es la voz que narra la historia, la supuesta compañera de Jenofonte durante la campaña. ¿Es un personaje real? ¿O está basado en algún personaje que sí lo fuera?

No. Abira es un personaje imaginario.

¿Cuántos personajes de ficción ha creado Manfredi para la trama?

Además de a Abria, a Durgat, la criada persa, la chica embarazada, Abisag, y sus dos amigas. Es todo.

En muchos momentos, Abira parece ser la única que se da cuenta de algunas cuestiones y que alberga sospechas acerca de ciertos personajes, e incluso desencadena un par de sucesos de trascendental importancia. ¿Por qué decidió el autor dotarla de ese protagonismo?

Porque Jenofonte está muy condicionado por la disciplina y la mentalidad militar. Ella es mujer, de una cultura diferente, está acostumbrada a escuchar y posee la típica intuición femenina.

¿Por qué existía esa animadversión entre Jenofonte de Atenas y Menón de Tesalia?

No lo sabemos. Cuando Jenofonte describe el perfil de los cinco generales capturados por los Persas trata a Menón como a un granuja, un pícaro, un hombre licencioso. En cambio tenemos un retrato muy diferente de otras fuentes (Platón). Tuvo que haber algo personal.

Resulta increíble que tras los soldados viajaran mercaderes y prostitutas que, según parece, siguieron el mismo itinerario que los griegos. ¿Han quedado testimonios de sus andanzas? ¿Se conoce su número aproximado? Si había más de diez mil hombres, ¿qué proporción de mujeres los acompañaban?

No lo sabemos. Sólo existen un par de pasajes en la Anábasis, en los cuales nos damos cuenta de que había mujeres y un sentimiento de afecto entre ellas y los jóvenes guerreros. Así pues sólo podemos especular que hubo unos pocos cientos, seguramente esclavas.
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En un momento dado, cuando Jenofonte pierde a uno de sus criados, acude a uno de los mercaderes y adquiere otro. ¿Cómo pudieron conservar los comerciantes sus pertenencias, esclavos y otras mercancías, a lo largo de un periplo tan impresionante? ¿Fue el viaje para ellos tan duro o más que para los soldados?

Sí, fue duro, pero había muchos esclavos que podían marchar más fácilmente que los guerreros sin todo el peso del material militar. Muchos pudieron haber sido utilizados precisamente para eso, para llevar parte de ese material, especialmente los escudos, que resultaban muy pesados.

La Reina Madre se ensañó con todos aquellos que tuvieron que ver con la muerte de Ciro, en ocasiones con terribles torturas. ¿Tomó algún tipo de acción en algún momento contra Artajerjes, su otro hijo y responsable, en cierto modo, de su muerte?

Rotundamente no. Ella no tenía poder para hacer nada contra el Rey y probablemente ni siquiera lo deseaba.

Cuando los comandantes fueron capturados por el enemigo ¿se sabe qué sucedió con ellos?

Sí. Nos cuenta Jenofonte, probablemente basándose en Ctesias, que fueron torturados y ejecutados. También nos cuenta Ctesias (en un fragmento) que antes de morir, Clearco pidió un peine y, tras obtenerlo, se mostró muy satisfecho. Era una antigua tradición de los guerreros espartanos peinarse para estar decentes frente a la muerte.


La narradora, al final de la novela, dice sentirse decepcionada con la actitud final de Jenofonte. ¿Ha sentido el autor la misma sensación?

En cierta manera, sí. En la última parte de la aventura, Jenofonte parece estar dedicado sólo a realizar ritos religiosos con cierta intolerancia y para defender su versión de los hechos, perdiendo su fuerte actitud frente al riesgo y el liderazgo.

Resulta impresionante el viaje de un ejército de esas proporciones a lo largo de más de 6.000 kms. Supongo que muchas curiosidades acerca de esa aventura no han tenido cabida en la novela. ¿Hay algo que quisiera destacar ahora y que, por cuestiones de espacio o exigencias de la trama, se haya quedado en el tintero?

Hay espacio en la novela para todo excepto para el didascalismo. El objetivo de la literatura es comunicar emociones, no ideas o conceptos. A veces puede ocurrir que el ritmo de la acción sea tan rápido que al lector se le escapen muchos detalles. El fondo de esta aventura está lleno de aspectos interesantes, pero si inundamos la narración con ellos, perdemos ritmo, tensión e intensidad.

A la hora de escribir la historia, ¿ha sentido Manfredi predilección por algún personaje en concreto o por algún pasaje?

Me gusta la escena donde la chica embarazada muere en la tormenta de nieve y Abira permanece sola frente a la muerte y la desesperación.

Una de sus últimas novelas publicadas en España, La última legión, fue llevada al cine. ¿Existe algún proyecto similar para El ejército perdido?
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Ha habido interés, pero de momento nada concreto.

Sus obras cuentan con muchos seguidores en nuestro país. ¿Para cuándo una próxima novela? ¿Puede adelantarnos algo?

Mi nueva novela ya es un bestseller en Italia. Se titula “Idus de Marzo” y narra los siete últimos días de la vida de Julio César.

Si quiere añadir algo más...

No. Creo que es suficiente.

Muchas gracias por su tiempo, que me consta es escaso, y mucha suerte en sus futuros proyectos.

Gracias.
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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Orient Express, el tren de los sueños

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Artículo - por Pilar Alonso



La necesidad de viajar es intrínseca al ser humano, y, dependiendo del bolsillo de cada uno, ese deseo puede haberse visto cumplido o no. A pie, en carreta, en tren, barco o avión, todos y cada uno de nosotros ha realizado algún viaje en su vida, por corto que haya sido el trayecto. Pero sólo unos pocos tuvieron la suerte de hacerlo en el Orient Express.

Cuando el belga Georges Nagelmackers viajó a Estados Unidos alrededor de 1870 descubrió los coches cama que el magnate ferroviario George Mortimer Pullman había puesto en marcha. Encantado con la idea, regresó a su país y fundó la Compagnie Internationale des Wagons-Lits. Su objetivo: construir un tren de lujo que pudiera atravesar toda Europa. Con el apoyo de Leopoldo II de Bélgica llevó a cabo su plan, que no fue tarea fácil. Poner de acuerdo a varios países, con sus respectivas compañías ferroviarias, sus sistemas aduaneros y sus distintas burocracias, fue un trabajo de diplomacia al más alto nivel.

Pero al fin, superadas todas las barreras, el 4 de octubre de 1883, el Orient Express iniciaba su andadura en la estación de Estrasburgo. En el andén, banda de música y una multitud observando el evento. En el interior, algunos pasajeros y dos periodistas: uno del Times y otro de Le Figaro. El tren era un hotel de lujo: vagón restaurante con cubertería de plata, sábanas de seda, tapicerías de piel repujadas en oro, paredes de maderas nobles, aseos de mármol, agua caliente, calefacción central, luz de gas y unas gruesas y mullidas alfombras para amortiguar el traqueteo.

No puede decirse que este primer viaje fuese todo un éxito, pues no existían vías entre Bulgaria y Constantinopla, y la última parte del trayecto tuvo que hacerse en trenes convencionales y barcos, mucho más incómodos, hasta alcanzar la capital turca. Poco más de 81 horas llevó realizar el primer recorrido.

Quince años más tarde pudo por fin llevarse a cabo el viaje directo, en algo menos de tres días, entre París y Constantinopla. Cada martes y viernes, a las siete y media de la tarde, partía de París el lujoso tren, con diplomáticos. sultanes, hombres de negocios, aristócratas, artistas, banqueros y hasta espías como pasajeros. Había incluso quien tomaba el tren y se bajaba unas cuantas estaciones más adelante, sólo para poder disfrutar de su magnífica gastronomía.


La Primera Guerra Mundial interrumpió el servicio. Y fue en unos de sus vagones, aparcado en el bosque de Compiègne en París, donde se firmó el armisticio previo al Tratado de Versalles de 1918, que daba la guerra por concluida, vagón que fue destruido años más tarde por Hitler como revancha.

Tras la Gran Guerra, el servicio se reanudó, esta vez evitando pisar tierras germanas, según disponía una cláusula del Tratado. Y esos años, los dorados años veinte, fueron también los más glamorosos del Orient Express. Muchos jóvenes aristócratas viajaron en él, acompañados por música de jazz, champagne y las recientes modas. Nuevos vagones y nuevos lujos se pusieron a disposición de una juventud necesitada de diversión y frivolidad.

Con el crack de 1929 la situación se enrareció un tanto. Algunas amenazas terroristas, llegó incluso a colocarse una bomba en los raíles que hizo descarrilar el tren, restaron aún más atractivo a la idea de usar el Orient para cruzar Europa. Y así llegó la Segunda Guerra Mundial, que significó su fin.

El tren se desmembró, varios vagones fueron usados como convoyes por algunos dirigentes nazis, otros como burdeles y, al finalizar la contienda, el Orient Express había perdido toda su magia. El avión se consolidaba como medio de transporte, Europa estaba empobrecida tras tantos años de guerra y la Compagnie, para mantenerse a flote, ajustó sus presupuestos para no quedarse sin pasajeros, reduciendo muchos de los lujos que le habían hecho famoso.

La Guerra Fría, que obligaba a hacer paradas en todas las fronteras buscando espías en su interior, contribuyó a que cada vez resultara más desagradable su uso y, poco a poco, los viajes se fueron dilatando hasta que, en 1977, el Orient Express, que había cambiado de nombre un par de veces, realizó su último trayecto. Con él moría el sueño de Nagelmackers, fallecido en 1905, de construir una Europa unida gracias a su tren.

Siempre quise viajar en el Orient Express. De haber vivido en los años veinte, habría hecho cualquier cosa para subirme a él. Como consuelo me quedan las novelas de Agatha Christie, Laurence Durrell o Graham Greene, un puñado de películas y la visita que hice a la estación de Estambul, ahora un fantasma de lo que fue. Y me queda también la esperanza de poder viajar algún día en una de las dos líneas que funcionan en la actualidad, más bien turísticas, y que deben sus orígenes al Orient Express. Sólo que me contengo.

Sé que no será lo mismo.
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lunes, 15 de diciembre de 2008

El Mesías, de Händel

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Música - por Pilar Alonso
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Händel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba.
Ludwig van Beethoven
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En 1741, Georg Friedrich Haendel, compositor alemán nacionalizado inglés, pasaba por un mal momento. En 1737, a los cincuenta y dos años, había sufrido una apoplejía que la había paralizado la parte derecha del cuerpo, impidiéndole caminar, escribir e incluso hablar durante muchos meses. Recuperado al fin, se volcó con avidez en su trabajo y compuso varias óperas. En 1740-41 la coyuntura política hizo difícil la asistencia a los teatros, y durante el invierno muchos cantantes enfermaron, haciendo imposible la representación. Su economía se resintió gravemente. Acuciado por los acreedores y la crítica, se sentía agotado, sin fuerzas, arruinado y vencido.

El ánimo se le fue ensombreciendo y durante esos años compuso muy poco, cada vez más consciente de que había agotado sus reservas.

Una noche de agosto, al regresar de un paseo junto al Támesis, encontró sobre la mesa de su gabinete una carta de Jennens, el poeta que había compuesto el texto de Saúl y de Israel en Egipto. En ella le pedía una nueva composición.

Händel apenas miró aquellas páginas antes de lanzarlas al suelo con rabia, como si el destino se burlara de él una vez más. Pero a solas en su habitación, incapaz de dormir, se preguntó si, al menos, no debería echarle un vistazo al texto. Volvió al gabinete y recogió las hojas. Las primeras palabras hicieron mella en él “Comfort ye”. ¡Consolaos! Continuó leyendo, cada vez más ensimismado, como si aquella obra hubiese sido escrita para él y comenzó a sentir la música fluyendo de nuevo. Sin perder tiempo, tomó pluma y papel y escribió las primeras notas.

A la mañana siguiente, su ayudante lo encontró sentado a la mesa de trabajo, de la que no se levantó durante tres semanas. Comía con la izquierda para poder continuar escribiendo con la derecha, no recibía a nadie y pasaba el tiempo perdido en el universo que estaba creando a su alrededor. El 14 de septiembre de 1741, en un tiempo récord, terminaba El Mesías, una de sus creaciones más soberbias.

Händel estaba convencido de que Dios había estado dentro de él, para dictarle la maravillosa música que había compuesto. Se dice que jamás quiso ingreso alguno por esa obra, cuyos beneficios irían siempre a parar a los presos y a los enfermos, especialmente al Foundling Hospital de Londres, creado en 1739 para acoger a niños huérfanos, y al que, en su testamento, legó la partitura de El Mesías. Creía estar en deuda con otro y era su forma de pagarla.

Händel siguió componiendo con ímpetu, a pesar de la quiebra de su compañía de Londres y del renovado acoso de los acreedores. Esta vez, sin embargo, resistió. Su salud se fue deteriorando y, aunque se quedó ciego, continuó trabajando.

El 6 de abril de 1759, a los setenta y cuatro años, sus amigos le llevaron al Covent Garden, donde El Mesías se representaba todos los años por Pascua y donde pudo disfrutarlo por última vez. Murió pocos días después, el 14 de abril.
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En el 2009 se celebrará el 250 aniversario de su muerte.
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domingo, 14 de diciembre de 2008

Por el corazón de mi dama - Laura Kinsale

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Reseña - realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Editorial Plaza&Janés
522 páginas
Género: Novela


Mediados del siglo XIV. La princesa Melanthe de Monteverde y Bowland, una joven altiva y caprichosa, salva a un caballero, apenas un muchacho, de la muerte, sin que él sea consciente del verdadero alcance de su acto.

Trece años más tarde vuelven a encontrarse. Ella huye de un enorme peligro, él es un caballero sin nombre, que se hace llamar el Caballero Verde, y al que ella no reconoce.

Él volverá a jurarle fidelidad y se pondrá a su servicio. Juntos se enfrentarán a la muerte y a los peligros que acechan a la enigmática dama.

Opinión

No sé qué tiene la Edad Media que resulta tan fascinante. Desde luego, no es por las cuestiones prácticas: me imagino sin poder tomar mi ducha caliente diaria, sin fumarme mi cigarrillo, sin llevar pantalones cómodos, rodeada de la Peste, las chinches, los piojos, el frío y la miseria (y aún faltaba más de un siglo para que alguien descubriera ¡¡las patatas fritas!!). En un tiempo en que me habrían quemado primero por bruja, luego por hereje y seguro que una tercera vez por alguna otra cosa, en el que no habría podido expresar mi opinión en voz alta, en la que me habría visto probablemente obligada a casarme con alguien que no me gustara... en fin, qué les voy a contar.

Y, a pesar de ello, es innegable que ejerce un poderoso influjo y que es una época que, tanto literaria como cinematográficamente, está rodeada de magia. Yo no sé si se debe al ideal caballeresco, a cuestiones ya olvidadas como el valor o el honor o simplemente por aquello tan manido de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Pues bien, Laura Kinsale ha ambientado su novela precisamente en esa etapa, unos años después de la primera oleada de Peste Negra, mediados del siglo XIV, una época a la que no nos tiene acostumbrados.

Tengo que decir que una de las bazas del libro es el lenguaje, cuidado hasta el detalle. No en vano la autora pidió a una especialista que “tradujera” los diálogos a inglés medieval y, aunque reconoce que tuvo que cortar algunas expresiones porque habrían resultado incomprensibles y que con la traducción ha perdido otro poco, el resultado sigue siendo magnífico.

Pero eso no es todo. La ambientación es exquisita. Las costumbres de la época, las formas de pensar o actuar, los miedos a los que debían enfrentarse, las obligaciones del vasallo con su señor, los roles de los personajes, las justas, las cuestiones religiosas... todo contribuye a que uno se sumerja en la Edad Media sin esfuerzo y que casi pueda respirar la atmósfera que destila la novela.

Tengo mis dudas acerca de esta obra. Creo que no podría etiquetarla como novela romántica sin más, pues no sigue los esquemas de ese tipo de libros y le faltan muchos de sus elementos. Hay una historia de amor, es cierto, pero también la hay en Los Pilares de la Tierra, por poner un ejemplo, y nadie la calificaría como novela romántica. Yo diría más bien que Por el corazón de mi dama es una novela histórica, con una aventura romántica por medio como en casi cualquier otra novela.

La autora parte del personaje del Caballero Verde, del romance medieval Sir Gawain y El Caballero Verde, para construir un protagonista acorde con el ideal de caballería, al más puro estilo Ivanhoe, con una trama bien estructurada, rica en matices, narrada con ritmo y elegancia.

Así es que, ya lo ven, me fui de vacaciones a la Edad Media sin tener que renunciar ni a la Coca-Cola, ni al equipo de música, ni a mi sofá. Y el viaje mereció la pena.
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jueves, 11 de diciembre de 2008

J.L. David - El juramento de los Horacios

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Arte - por Pilar Alonso.

(pinchar para agrandar)

El juramento de los Horacios, Jacques-Louis David, 1784, óleo sobre lienzo, 330 x 425 cm, Museo del Louvre, París.


La ciudad de Roma comenzó siendo una aldea al sur del río Tíber, a unos 20 kms de Alba Longa, la ciudad más importante de aquel momento. Roma fue creciendo poco a poco entre las siete colinas, y prosperó tanto que provocó la envidia de otros enclaves, como Alba Longa. Llegados al enfrentamiento militar, año 669 a.C., se decidió otorgar la hegemonía al vencedor de un duelo. Los romanos eligieron a tres guerreros y los albanos a otros tres.

Los romanos fueron los hermanos Horacios (en el cuadro) y por los albanos lucharon los hermanos Curiacios. Dos de los romanos fueron muertos y el superviviente eliminó a los tres enemigos, alzándose así con la victoria.

En este cuadro, encargado al pintor por el Rey Luis XVI en 1784, los tres hermanos Horacios están situados a la izquierda, tomando las armas de manos de su padre y realizando el juramento romano, con las palmas hacia abajo, mientras a la derecha las plañideras lloran su incierto destino. No en vano una de las hermanas de los Horacios (Camila) estaba prometida con un Curiacio y, a su vez, una hermana de los albanos (Sabina) era la esposa de un Horacio.

Al regresar del enfrentamiento, Camila recriminó a Horacio la muerte de su amado y él la apuñaló: “¡Así muera toda mujer romana que llora a un enemigo!”. Horacio fue llevado a juicio, y el padre salió en su defensa, alegando la fuerza del deber sobre los sentimientos personales. Fue declarado inocente.


El artista

Jacques-Louis David (París 1748 – Bruselas 1825) obtuvo el primer premio de la Academia francesa en 1774, tras varios intentos, y eso le permitió viajar a Roma, donde estudió los modelos de la Antigüedad clásica. En 1781 regresó a Francia y fue admitido en la Academia, donde se convirtió en miembro permanente. Pintó numerosos cuadros históricos, aunque fue más conocido por sus retratos. Para El juramento de los Horacios (1784) se desplazó expresamente hasta Roma, donde el cuadro obtuvo un rotundo éxito, repetido en el Salón de París de 1785.

El artista participó activamente en la política francesa revolucionaria, intervino a favor de artistas y obras de arte, protegió los monumentos de la Edad Media y tuvo numerosos discípulos. Fue un apasionado partidario de Napoleón y en 1804 fue nombrado su primer pintor. Tras la derrota del Emperador, se exilió en Bruselas, donde continuó pintando hasta su muerte.

Como había intervenido en la ejecución del Luis XVI, no se permitió que sus restos regresaran a Francia, así que fue enterrado en Bruselas. Su corazón, no obstante, descansa en el cementerio Père Lachaise, de París.
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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Operación Valkiria - Jesús Hernández

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Reseña - por Pilar Alonso


Editorial Nowtilus
347 páginas
Género: Divulgación


Jesús Hernández nos lleva en esta ocasión a la Alemania nazi y a los intentos de asesinar a Hitler, más de 42, en concreto al liderado por el coronel Claus von Stauffenberg, el 20 de julio de 1944, el que más cerca estuvo de alcanzar el éxito.

Un recorrido por los preparativos, los personajes y las consecuencias de un hecho que pudo haber cambiado la historia del mundo.


Opinión

Jesús Hernández tiene el don de sumergirme en la historia como si me estuviera contando un cuento. Su estilo claro, directo y sencillo hacen que me imagine las situaciones con absoluta nitidez, y en esta ocasión ha vuelto a conseguirlo.

Muchos fueron los intentos de matar a Hitler y algunos estuvieron relativamente cerca, también el autor les dedica unas páginas en esta obra. Pero el que casi logró su objetivo es el centro de la historia.

Es innegable que uno siente simpatía casi inmediata por el coronel von Stauffenberg, por el simbolismo de su acto, ahora que todos sabemos mucho de lo que aconteció en aquella época. Y es una lástima que las circunstancias se aliaran para que tanto el asesinato como el golpe de Estado fracasaran. El autor no sólo hace un recorrido por cómo se fraguó el plan, cómo se llevó a cabo y cómo terminó todo, sino que ofrece también algunas claves para explicar por qué no tuvo éxito, además de bibliografía, anexos interesantísimos, semblanzas de los personajes, fotografías y películas basadas en aquellos momentos.

Como siempre, una obra completa y amena que se disfruta como una novela, o incluso más.
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lunes, 8 de diciembre de 2008

De quita y pon

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Apuntes - por Pilar Alonso


James Scott, duque de Monmouth (1649-1685), era hijo natural de Carlos II de Inglaterra y de su amante, Lucy Walter. Nació en Holanda, adonde su padre había tenido que exiliarse tras la decapitación de Carlos I en 1649.

En junio de 1685 desembarcó en Dorset, dispuesto a enfrentarse a su tío Jacobo II, que era católico, hacerse con el trono de Inglaterra, del que se consideraba legítimo heredero, y restaurar el protestantismo. Una vez en suelo inglés, no pudo reunir más que un pequeño ejército de unos 3.000 soldados de infantería, sin experiencia alguna y compuesto en su mayoría por artesanos. Enfrentado al ejército nacional en Sedgemoor (Somerset), fue derrotado y capturado.

La Rebelión de Monmouth no supuso en ningún momento una amenaza real para la Corona, pero pasó a ser conocida por la sangrienta represión que la siguió. El proceso, que se denominó el Tribunal Sangriento, lo llevó el juez Jeffreys, cruel, vengativo y conocido como El Juez de la Horca. Más de trescientos rebeldes fueron condenados y ejecutados y un número mucho mayor fue deportado a las Indias Occidentales.

El duque de Monmouth fue llevado a la Torre de Londres y decapitado el 15 de julio de 1685. El verdugo no debía andar muy fino aquel día, pues hicieron falta al menos cinco hachazos para cercenar su cabeza.

Pero, hay que ver cómo son las cosas, no había un retrato oficial del duque que, a fin de cuentas, y por ilegítimo que fuera, era el hijo de un rey. Así es que dicen que, ni cortos ni perezosos, volvieron a coser la cabeza al cuerpo para que, según ellos, la expresión fuese lo más natural posible.

Y así se pintó su retrato, de autor desconocido, que hoy se expone en la National Gallery de Londres.
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domingo, 7 de diciembre de 2008

El mundo que vendrá - Dara Horn

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Reseña - por Pilar Alonso


Editorial Destino
422 páginas
Género: Novela



Benjamin Ziskind, un antiguo niño prodigio, redacta preguntas para un concurso televisivo. Un día acude a una exposición y descubre con asombro un Chagall que había permanecido colgado en el salón de sus padres durante años. Y decide robarlo.

Ochenta años antes, en la Unión Soviética, Marc Chagall da clases en un orfanato. Allí, otro niño sorprenderá al pintor con uno de sus dibujos y el artista se lo cambiará por uno de sus cuadros, el mismo que años más tarde robará Ziskind. Durante el intercambio, el pequeño conocerá también a un escritor judío, que le regalará una de sus historias y que se convertirá en el otro gran protagonista de la trama.


Opinión


Sobre los escenarios de las dos historias que convergen en la novela planea continuamente la figura de Chagall, un personaje secundario al que la autora ha dibujado, a través de las palabras de uno de sus personajes, como un oportunista.

Tenemos por un lado la historia de Benjamin, de su hermana gemela Sara, de sus padres, ambos muertos ya, y del robo del cuadro. Por el otro, la del escritor yiddish Der Nister, antiguo vecino del artista, que escribía cuentos y que no pudo marcharse de Rusia como hizo Chagall. Obligado a permanecer en su país, sufrió la represión, la miseria y, finalmente, la muerte, mientras el famoso pintor, del que de vez en cuando le llegaban noticias, recorría el mundo olvidando sus orígenes.

La novela está salpicada de cuentos, la mayoría extraordinarios y cargados de simbolismo, que supuestamente escribía la madre de Ben y Sara, y de referencias a pinturas de Chagall, que es imprescindible buscar. Y todo ello es sólo el papel que envuelve el regalo que supone esta obra, una novela cargada de emociones, y en algunos momentos de una belleza sobrecogedora.

Tres generaciones se dan la mano durante la trama, y a través de ellas descubrimos aspectos como la confianza o la injusticia, la inocencia o la traición, y todo con una prosa impecable.

Una idea subyace durante toda la novela, y es con la que me quedo. “El mundo que vendrá” es en realidad el lugar al que se marchan nuestros muertos, para formar a los aún no nacidos de su propia familia y moldear el carácter que tendrán en el futuro. Hay un fragmento en el libro que resume maravillosamente esa idea: “Pequeños vestigios de sus padres flotaban en su interior y crecían, invisibles y silenciosos, construyendo un alma. Cada mujer embarazada llevaba consigo a los muertos”.
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jueves, 4 de diciembre de 2008

Los viajes de Gulliver - Jonathan Swift

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Reseña - por Pilar Alonso


A pesar de que algunos de los viajes de Gulliver fueron adaptados al público infantil como cuentos, lo cierto es que la pretensión del autor era bien distinta. Publicado en 1726, pretendía, a través de la narración de sus viajes, satirizar la sociedad de su tiempo, la hipocresía, el afán colonizador del ser humano y las falsas utopías que habían creado otros autores antes que él, como Daniel Defoe en su Robinson Crusoe (1719).

Esperé mucho tiempo para leer este libro, demasiado. Yo era de las que creían que Los viajes de Gulliver era una obra más bien infantil y fue una extraordinaria sorpresa descubrir que estaba completamente equivocada. Y que lo había estado desde mi niñez, cuando veía a Gulliver amarrado por los pequeños liliputienses en las páginas de un libro de cuentos. Rubio, calzado con unas botas que parecían enormes y el cuerpo cruzado por infinidad de diminutas cuerdas. Con esa imagen en la memoria me enfrenté a la obra de Swift. La sensación permaneció apenas una decena de páginas. Otra mucho más rica vino a sustituirla.

Gulliver es un cirujano que, necesitado de fortuna, abandona familia y amigos y se hace a la mar. El primero de sus viajes le llevará a Liliput, donde será conocido como el Hombre-Montaña, y proporcionará al lector una amplia visión del reino en el que permaneció durante más de dos años: sus costumbres, sus leyes, sus celebraciones, sus personajes... con todo lujo de detalles. Cuando consiguió abandonar la región, regresó a su hogar en Inglaterra. Había permanecido fuera tres años. Tras una corta estancia, se embarcó de nuevo; el ansia de conocer países extraños se había apoderado de él.

Tal como había sido un gigante en el país de Liliput, fue un enano en Brobdingnag, casi un juguete a ojos de los habitantes del reino. Y, tras otros dos años allí, pudo regresar por fin a su hogar. Reyes, validos, cortesanos, granjeros... todos pasan por la lupa del autor y a todos utiliza para demostrar la estupidez de los hombres. Críticas a los estamentos privilegiados y a la ambición desmedida disfrazadas de cuento, narradas con desenfado pero cargadas de ironía.

A éste suceden otros viajes, y en cada uno de ellos arremete contra diferentes aspectos de la sociedad británica y llega finalmente al país de Houyhnhnms, un reino habitado por caballos cultos y corteses y donde los humanos, denominados yahoos, son incultos, maleducados y malolientes. Es para mi gusto el relato más impactante, en el que el autor satiriza a la raza humana en su conjunto. Debido a este viaje, al regresar a su hogar su familia le resulta igual de desagradable que los yahoos y se compra dos caballos para tenerlos como compañeros.

Así pues, Los viajes de Gulliver es mucho más que un libro de viajes y mucho más que una adaptación para cuentos infantiles, es una crítica feroz a la sociedad europea, especialmente la británica, narrada con ritmo, inteligencia y grandes dosis de cinismo, de lectura ágil y amena, en ocasiones incluso divertida y en otras hasta entrañable. Pero es también, y conviene no olvidarlo, un libro de aventuras, de cuentos si se quiere, plagado de extraños personajes, situaciones y lugares.

Su lectura fue un gran descubrimiento y espero que también lo sea para todos aquellos que han tenido el libro en sus manos y que, por una falsa impresión, no se han atrevido a abrirlo. Que sepan que se pierden un pequeño tesoro.
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miércoles, 3 de diciembre de 2008

La importancia de llamarse Ernesto (2002)

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Película - por Pilar Alonso
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Esta comedia está basada en la obra de teatro del mismo nombre de Oscar Wilde, publicada en 1895, una divertida sátira de la hipocresía de la sociedad londinense de finales del XIX, llena de diálogos brillantes, mordaces, hilarantes e ingeniosos, situaciones absurdas, enredos y equívocos.

Una obra en tres actos que refleja la superficialidad de la época en la que le tocó vivir, llevada hasta el exceso, en lo que lo importante no es otra cosa que el propio nombre, reflejo de la alcurnia o la clase, sin tomar en consideración ninguna otra cuestión.

La obra es absolutamente deliciosa, divertida y muy amena, y la película me ha parecido una buena adaptación. El mismo tono en los diálogos, una dirección más que aceptable, y una Judi Dench (en el papel de Lady Bracknell) absolutamente fabulosa.


Aquí os dejo con la sinopsis:

Jack Worthing (Colin Firth) se escapa a Londres cada vez que lo desea con la excusa de sacar de algún apuro a su hermano ficticio: Ernesto Worthing, cuyo nombre adopta en la ciudad. Enamorado de Gwendolen (Frances O’Connor), solicita a su madre (Judi Dench) el permiso para cortejarla. Pero sus oscuros orígenes, fue encontrado siendo un bebé en la consigna de una estación de tren, frustran sus planes. Gwendolen está convencida de que su destino es casarse con un hombre llamado Ernesto y, sin hacer caso de la negativa de su madre, se dirige hacia el campo en busca de Jack.


Mientras tanto, Algernon Moncrieff (Rupert Everett), amigo de Jack, aparece en la propiedad rural haciéndose pasar por el imaginario Ernesto, y allí se enamora de la pupila de Jack, la encantadora Cecily (Reese Witherspoon).

Todo se complicará cuando aparezca Jack y, tras él, su prometida. Dos “Ernestos” en escena y dos mujeres que adoran el nombre con el que los han conocido. Un tremendo lío a punto de servirse.
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lunes, 1 de diciembre de 2008

Zheng He, Almirante de los Mares Occidentales

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Apuntes - por Pilar Alonso


En el siglo XV, la ingeniería naval china era de las más avanzadas del mundo. Los barcos orientales disponían de una serie de mejoras (como la del timón fenestrado o la construcción de mamparos) que los hacían más rápidos y más difíciles de hundir.

En el año 1405, el emperador Yong Le, de la dinastía Ming, concedió el mando de su flota a Zheng He (1371-1435), un eunuco de origen musulmán, que había entrado a formar parte como esclavo del príncipe a la edad de once años y que había sabido escalar posiciones hasta convertirse en su confidente y mano derecha. Se decía de él que era un soldado valeroso, corpulento, de voz vibrante y el caminar de un tigre.

El hecho de que Zheng He no hubiese visto nunca el mar, no fue óbice para que se convirtiera en uno de los exploradores navales más afamados de su tiempo. Partiendo del puerto de Nanjing (la capital de China), viajó a las costas de India, Malasia, Arabia y África, con el objetivo de entablar relaciones comerciales con otros territorios, nombrar embajadores e incluso vengar afrentas. La primera expedición contó con más de sesenta embarcaciones, con una dotación de al menos 20.000 hombres. Hasta siete viajes realizó el Almirante, cargado sobre todo con tejidos y porcelana para comerciar. A cambio traía hierbas medicinales, especias, joyas, marfil y animales exóticos. En 1415 (tras el cuarto viaje) Zheng He regresó con una jirafa. La expectación que despertó tan extraño animal aumentó aún más la admiración por el Almirante, que había convertido cada expedición en un éxito.

El emperador Yong Le murió en 1424. Tras él dejaba al país inmerso en varias campañas militares y con un gran déficit presupuestario (las expediciones se habían interrumpido ya en 1421). Su sucesor, Hongxi, contrario a los viajes, le arrebató el mando de la flota a Zheng He y le puso al mando de un ejército. Nueves meses más tarde moría el emperador y su hijo, que subió al trono con el nombre de Xuande, encargó al Almirante la séptima y última de sus expediciones en el año 1433. De ese modo se restauraba el comercio tributario. Xuande murió en 1435, igual que Zheng He, y así finalizaba el dominio chino de los mares.

Muchas son las causas que se han barajado para explicar el repentino cese de la actividad naval china, entre ellas el auge de los confucionistas, detractores de los viajes, y que alegaban el enorme coste que suponían y la perniciosa influencia que las costumbres bárbaras podrían tener sobre el pueblo. Pero tampoco hay que olvidar que cuestiones más urgentes atraían la atención y los recursos, especialmente los continuos conflictos con los mongoles en el norte, la inflación, y el creciente aumento del poder de los eunucos, mal vistos por importantes sectores de la corte.

China se fue cerrando sobre sí misma y pronto el Almirante Zheng He no fue más que un recuerdo, en ocasiones incluso borrado de los anales y vilipendiado por los confucionistas. Con la decadencia de la dinastía Ming, se recuperó su figura y volvió a convertirse en uno de los hombres más importantes en la historia de China... y del mundo.
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