miércoles, 11 de marzo de 2009

El convoy Donner

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Artículo - por Pilar Alonso


Siempre he dicho que hay viajes que merecen ser contados y éste es uno de ellos. No existe bibliografía en castellano y la web no es que esté precisamente llena de información. Con tan escasos recursos a mi alcance no ha sido tarea fácil reconstruir parte de lo que supuso la odisea de este grupo de personas, que serían conocidos como El Grupo Donner.

El descubrimiento de oro en California motivó una gran avalancha de personas hacia el Oeste, en busca de sueños o esperanzas, y entre ellos un conjunto de colonos cuyo núcleo lo formaban las familias de George Donner, su hermano Jacob y James F. Reed, de Springfield, Illinois, además de sus jornaleros. Algo más de treinta personas, distribuidas en nueve carromatos, salieron hacia California a mediados de Abril de 1846.


En Julio, tras encontrarse con otros grupos, decidieron tomar una nueva ruta hacia su destino y George Donner fue elegido para capitanear el convoy. 87 personas, en 23 carromatos, partieron el día 19 desde la actual Wyoming. El “atajo”, no obstante, les llevó tres semanas más de viaje que si hubiesen continuado por la ruta habitual y pasaron grandes penurias mientras atravesaban las Montañas Wasatch y el Gran Desierto de Salk Lake, en Utah.

Ese retraso hizo que, cuando alcanzaron Sierra Nevada, por fin en California, estuvieran ya a finales de Octubre. Una tormenta de nieve les bloqueó el camino (hoy conocido como El Paso Donner) y, sin poder avanzar ni retroceder, se escindieron en dos grupos y se aprestaron a pasar lo que sin duda sería un largo invierno. Tres cuartas partes de los emigrantes acamparon junto al lago (hoy llamado Lago Donner), mientras que los propios Donner y algunos otros lo hicieron a unos diez kilómetros, en el valle Alder Creek.


A pesar de sacrificar los bueyes que les quedaban, era evidente que las provisiones no les iban a durar mucho. Así, decidieron que un contingente de unas quince personas debía partir en busca de ayuda. Se confeccionaron unas toscas raquetas para la nieve y diez hombres y cinco mujeres dejaron el campamento a mediados de Diciembre, en dirección a Sutter’s Ford, a unos ciento sesenta kilómetros. Sin apenas comida, bajo un frío glacial, con ventiscas y tormentas, escasamente abrigados y equipados, y sin saber si volverían a ver a los familiares y amigos que dejaban atrás, aquel grupo se adentró en la nieve.

La marcha debió ser brutal. Cuando uno se quedaba atrás, vencido por el hambre o el agotamiento, el resto de la partida continuaba avanzando, pero no tardaron en agotar sus reservas y en perderse entre toda aquella nieve. Una fuerte ventisca los atrapó durante el camino, y allí murieron cuatro miembros de la partida. A los supervivientes no les quedó otro remedio que recurrir al canibalismo para poder continuar el viaje, en el transcurso del cual murieron otros tres, que siguieron la misma suerte.

Las cinco mujeres y dos hombres, más muertos que vivos, alcanzaron finalmente la cara oeste de las montañas el 18 de Enero de 1847.


Los californianos no tardaron en organizarse para acudir en auxilio del Grupo Donner, y se formaron cuatro equipos de rescate. Cuando llegó el primero de ellos, 14 colonos habían muerto ya y el resto se encontraba muy débil. Habían sobrevivido a base de comerse las pieles de los animales, previamente hervidas. Tras dejarles algunas provisiones, el primer grupo de socorro se marchó el 22 de Febrero con 21 refugiados.

Cuando llegó la segunda partida de rescate, una semana más tarde, descubrieron que no se habían producido más bajas, aunque algunos habían comenzado a comerse a sus muertos. Este segundo grupo inició el camino de vuelta con otros 17 supervivientes.

Al llegar la tercera partida, en Marzo, sólo quedaban nueve con vida. Rescataron a cuatro niños, pero se vieron obligados a dejar atrás a cinco personas, George Donner y su esposa entre ellos.

Cuando llegó el cuarto equipo de rescate, el 17 de Abril, sólo les esperaba Louis Keseberg, el último superviviente, que llegó a Sutter’s Ford el 29 de Abril.

En total, de los 87 pioneros, sólo 48 lograron alcanzar su destino. Los demás son tumbas que jalonan el largo camino hacia la conquista del Oeste.



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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es para flipar, uno espera que lleguen 15 helicopteros para llevárselos a todos y resulta que tienen que ir salvándolos en cinco fases. ¡Qué tiempos aquellos!

JA

Blas Malo Poyatos dijo...

Interesantísima entrada, y qué apasionante descubrimiento, este Blog. Con tu permiso te enlazo con un link en el mío.

Un saludo.

Martikka dijo...

Qué odisea...

Me encanta tu blog. Te enlazo desde el mío si no tienes inconveniente.
¡Un saludo!

Historia y Libros dijo...

Vaya, gracias a los dos, Martikka y Blas. Un placer.