Realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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José Calvo Poyato es catedrático de Historia, especializado en el tránsito del siglo XVII al XVIII, época que constituye la mayor parte de su labor de investigación y ha publicado varias novelas de base histórica. Su obra La Orden negra fue finalista del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2005.
La Dama del Dragón es su último trabajo.
Caterina Sforza es un personaje apasionante pero poco conocido. Vivió en una época convulsa y plena de acontecimientos, en la que la familia Borgia, artistas de la talla de Miguel Ángel o Leonardo y personalidades como la de Maquiavelo o Savonarola, han acaparado toda la atención tanto de historiadores como de novelistas. ¿Cómo descubrió José Calvo Poyato a Caterina Sforza y qué le decidió a escribir sobre ella?
La descubrí en un libro sobre el gobierno de los estados italianos durante el renacimiento, donde Roma tenía singularidades derivadas del gobierno de los pontífices, ya que la muerte del Papa suponía un vacío de poder durante las semanas o meses que duraba el cónclave. La ciudad quedaba en manos de las facciones de las grandes familias de la aristocracia romana o de la plebe del trastévere, que campaba a sus anchas.
A la muerte de Sixto IV, Caterina, casada con un sobrino del pontífice, se apoderó de la fortaleza de Sant´Angelo para imponer sus condiciones a la curia. Me llamó la atención que en aquel momento tenía veinte años y estaba embarazada de siete meses. Pensé que tenía que ser un personaje extraordinario y decidí saber más sobre ella.
Tal vez Ludovico el Moro sea uno de los Sforza más conocidos. Sobre los otros miembros de la familia es probable que no exista mucha documentación. ¿Ha resultado muy ardua la tarea de investigar a Caterina Sforza? ¿Hay posibilidades de que en el futuro puedan aparecer más documentos acerca de su persona de los que no se tiene conocimiento?
En España hay muy poca información sobre los Sforza, lo que en cierto modo es lógico, tratándose de una familia italiana. Sin embargo, no me resultó excesivamente laborioso documentarme sobre ellos. Su origen está en un campesino de la Romaña, que se hizo condottiero y alcanzó fama y fortuna, de modo que sus descendientes se hicieron con el ducado de Milán, gobernado por la decadente familia de los Visconti. Muchos los consideraron siempre unos usurpadores.
Acerca de que aparezcan documentos sobre una familia es una posibilidad que siempre existe. ¡Hay tanto documento oculto, perdido u olvidado!
El primer matrimonio de Caterina Sforza fue con Girolamo Riario, sobrino del Papa Sixto IV, concertado cuando ella tenía once años y consumado a los catorce. Se trató de un enlace político que interesaba a ambas partes. Pero Girolamo Riario ya estaba casado y el Papa tuvo que anular ese otro matrimonio con una bula pontificia. Ese tipo de prácticas, que hoy nos parecen impensables ¿eran realmente muy comunes en la época?
Los matrimonios entre miembros de grandes familias eran comunes. A las mujeres se las utilizaba como moneda de cambio para alcanzar objetivos políticos, sin que para nada contasen los sentimientos. En muchas ocasiones, se anulaban matrimonios para convertir en realidad objetivos políticos. El papado no fue ajeno a tales manejos y accedió a las anulaciones, sobre todo si encajaban con los intereses del pontífice que ocupaba el trono.
Caterina era una mujer culta y apasionada, pero su interés por la alquimia es, a juzgar por la novela, una de las cosas que más la absorbían: hierbas, ungüentos, jarabes... Las ciencias ocultas y la astrología también eran temas que atraían poderosamente su atención. Resulta curioso que no se atrevieran a acusarla de brujería hasta el final. En relación a esas cuestiones aparecen en el libro una serie de personajes que la ayudan o colaboran con ella en ese tipo de labores: Mícer Romualdo, la judía Ana, Argila, Alberti, Antonio Maragon.... ¿Son todos personajes de ficción?
Es cierto que Caterina Sforza estuvo interesaba a lo largo de su vida por la confección de pomadas, ungüentos, pócimas, lociones y otros productos que asociados a los alquimistas. También que la línea que separaba la alquimia de la brujería era muy sutil. Hasta nuestros días ha llegado un voluminoso recetario, donde están recogidos varios centenares de recetas de Caterina. Era una profunda conocedora de las propiedades de las plantas y de las combinaciones de plantas con otros productos. Los personajes que menciona y que aparecen en “La Dama del Dragón” son ficticios, aunque Ana la judía es el nombre de una famosa alquimista que vivió en Roma.
Leonardo da Vinci es un referente a lo largo de toda la novela, desde los inicios cuando se encuentra con ella en el jardín, le explica lo de la lluvia y las hormigas y le escribe unas líneas con las que se obsesionará durante años, hasta el final de su vida, en la que ambos intercambian impresiones por última vez. ¿Realmente marcó tanto a Caterina la figura del artista?
Leonardo da Vinci es un referente de todo el Renacimiento. Fue contemporáneo de Caterina Sforza y durante muchos años estuvo al servicio de su familia, concretamente al de su tío Ludovico el Moro. En “La Dama del Dragón” he creado una relación entre Caterina y Leonardo, que no está documentada, pero que es verosímil.
Se apunta que el cardenal Riario desempeñó algún papel en la conjura que acabó con la vida, en abril de 1478, de Giuliano de Médicis e hirió a su hermano Lorenzo, conocida como la Conspiración de los Pazzi. En la novela también Girolamo Riario parece haber participado de algún modo en uno de los episodios tal vez más estudiados de la historia de Florencia.
El cardenal Riario estuvo involucrado en la llamada conjura de los Pazzi, cuyo objetivo era acabar con el poder de los Médicis en Florencia. Se encontraba en la ciudad, cuando se produjeron los acontecimientos y su presencia no era casual. En medio de la oscuridad que se extiende por muchos aspectos de esta conjura, hay numerosos indicios que apuntan a que el papa Sixto IV estaba detrás de sus entresijos. Las relaciones entre la poderosa familia florentina y el pontífice estaban tan deterioradas, que habían dejado de ser sus banqueros y ese papel había sido asumido por los Pazzi. También es verosímil que un papa, tan apegado a su familia -con toda justicia fue acusado de nepotismo- compartiese sus proyectos con su sobrino preferido, que era Girolamo Riario.
Girolamo parece un personaje absolutamente frívolo, más preocupado por gastar el dinero y disfrutar de los placeres que por el gobierno de sus posesiones o las cuestiones de la familia. Esa actitud sin duda avivó el espíritu, ya de por sí apasionado, de su esposa, que la obligó a ocuparse de cuestiones que en rigor correspondían al varón. ¿Cree José Calvo Poyato que, tal vez casada con otro hombre, Caterina habría ocupado el puesto que le correspondía en aquella época como mujer, en lugar de ocuparse del gobierno, las finanzas o la defensa de sus dominios?
Me pregunta sobre algo que no deja de ser un futurible, una posibilidad acerca de algo que ocurrió de otra manera. Efectivamente, Caterina Sforza hubo de asumir papeles y tomar decisiones que correspondían a su marido. Tal vez con un esposo diferente no habría tenido que hacerlo. Sin embargo, opino que un temperamento como el suyo no se habría avenido fácilmente a desempeñar el rol que la sociedad de la época asignaba a las mujeres. Era un espíritu indomable, como puso de manifiesto al enfrentarse a los Borgia y al ejército francés, cuando pudo haberse plegado fácilmente a sus exigencias, como hicieron otros.
Caterina Sforza se convirtió en una leyenda viva. Primero fue la Dama del Dragón en Roma, en el episodio de Sant’Angelo; más tarde, como apunta en un artículo de la revista Historia y Vida, la Leona de la Romaña. En el momento más decisivo de su vida acudieron de todas partes a ayudarla en la defensa de Forli. Capturada, vejada, humillada, acusada de brujería e intento de asesinato... Parece indudable que nos encontramos ante una heroína que haría empalidecer al mismo Ivanhoe.
He de señalar que el apelativo de la dama del Dragón es el título de mi novela y en ningún caso una denominación que los contemporáneos le diesen. Sí la llamaron la Leona de la Romaña, la Loba y incluso la Diablesa de la Romaña, calificativos todos ellos que me parecen injustos. Era una mujer vehemente, pero no una loba o una diablesa; por eso decidí que encajaba mejor el apelativo de dama; lo del dragón está relacionado con el escudo de los Sforza: en su enseña heráldica aparecía un dragón.
El episodio del levantamiento de faldas en los muros de Ravaldino acontece en el momento en que Checo Orsi pretende arrebatarle el poder a Caterina. Autores como Mario Puzo lo han situado en el mismo lugar pero en el momento en que César Borgia está frente a sus muros. ¿Qué hay de real y qué de exageración en dicho acto, realmente impresionante?
El hecho es real. Caterina Sforza desafió a sus enemigos desde las murallas de Ravaldino levantándose las faldas y afirmando que podía ser madre de más hijos, señalando sus genitales. ¿Se imagina lo que debieron decir sus contemporáneos? Sin duda su imagen se deterioraría mucho: aparecería como una malvada exhibicionista, mala madre y muchas cosas más. La mujer tenía un papel asignado que ella rompía. Piense que en la historia de España Guzmán el Bueno fue protagonista de un acontecimiento parecido, sólo que él, en lugar de mostrar sus genitales, arrojó el puñal para que matasen a su hijo, prisionero de los musulmanes que asediaban Tarifa. Todo el mundo lo consideró un héroe.
El hecho ocurrió en su enfrentamiento con los Orsi; a Mario Puzzo le parecería un gesto tan lleno de fuerza que decidió utilizarlo, pero como el libro que escribía era sobre los Borgia lo situó en ese momento para poder encajarlo.
Los dos últimos matrimonios de Caterina fueron por amor: con Giacomo Feo, un militar a su servicio, y con Giovanni de Médicis, un enlace que se mantuvo en secreto por evidentes cuestiones políticas. Ambas uniones, en aquel momento, serían “reprochables” a los ojos de los demás. Imagino que no sería una práctica muy común casarse por razones sentimentales, ni siquiera en segundas o terceras nupcias.
El matrimonio por amor era algo extraordinario en aquel tiempo. Ya he comentado que las mujeres de las grandes familias eran utilizadas como moneda de cambio y entre las clases populares se imponían las necesidades. También en esto, como en tantas otras cosas, Caterina rompió los moldes de su tiempo. Cuando se supo su matrimonio con un Médicis, en Italia se hizo la lectura correcta de aquel matrimonio: una alianza entre los Sforza y los Médicis: todos se equivocaron, se había casado por amor.
A Giacomo Feo, el segundo marido de Caterina, se le subió el poder a la cabeza y sus desmanes provocaron su asesinato. La represión y la venganza de la esposa fueron implacables. ¿A qué cree que se debió dicha reacción? ¿Fue sólo porque le habían arrebatado a su amado o se trató de algo más, de algún tipo de demostración?
Caterina era una mujer vehemente y estaba enamorada. Su venganza fue terrible, tanto que se excedió, como suele ocurrir con todas las venganzas. Por eso en “La Dama de Dragón”, Giusti, un personaje de ficción, le reprocha su actitud. Esas acciones, en las que se desataba su cólera, le crearon no pocos enemigos.
Cuando César Borgia llegó a Forli, los mismos ciudadanos le abrieron las puertas. Maquiavelo comenta en El Príncipe que “el pueblo, hostil a su dominio, se puso al lado de los invasores... habría sido para ella más seguro... no haberse ganado el odio del pueblo en vez de conservar sus fortalezas”. Y en la novela, en un principio, parece que hay algo de eso, pero ¿qué cree que hay realmente de verdad en esa afirmación del florentino?
Maquievelo está considerado uno de los grandes de la teoría política, independientemente de que se compartan o no algunos de sus planteamientos. Sin embargo, pienso que dadas las circunstancias en que Caterina se encontraba cuando se produce el enfrentamiento con los Borgia, actuó correctamente desde un punto de vista estratégico. Lo más lógico era atrincherarse en la fortaleza, precisamente porque no se fiaba de los forliveses. Había tenido sobradas muestras de su versatilidad en ocasiones anteriores y no se equivocó.
La rabia de César Borgia en el asedio a la fortaleza de Ravaldino es brutal. ¿Considera que su actitud habría sido distinta si Caterina hubiese sido un hombre?
No lo sé, eso es otro futurible. En cualquier caso, al duque Negro le dolió la resistencia de Caterina, lo que explica que su venganza estuviese llena de crueldad, como yo recojo en la novela.
A la muerte del Papa Alejandro VI, Caterina se ve forzada a retirarse a Florencia y a vivir, casi hasta el día de su muerte, una existencia mucho más apacible. A pesar de las penurias de los meses anteriores, no puedo dejar de preguntarme si para ella resultó una especie de alivio poder dedicarse por fin casi por completo a sus estudios o echó de menos en algún momento la ajetreada vida que había llevado hasta entonces.
En mi opinión sus últimos años en Florencia supusieron un tiempo más sereno para su agitada vida, pero está claro que no eran un alivio. Fue a Roma para continuar con la reclamación de lo que consideraba los derechos de su familia. Probablemente la actitud de esta supuso un golpe muy duro para ella. Sus hijos con Girolamo Riario se parecían más al padre que a ella. ¡Una lástima! El espíritu combativo de Caterina apareció en el único hijo de su tercer matrimonio. Con el paso del tiempo ese niño se convertiría en Giovanni de las Bandas Negras, el último de los grandes condottieri de Italia.
Jacopo Giusti es el mayordomo, leal hasta la muerte, que acompaña a Caterina en todos los momentos cruciales de su vida. Sin duda, aparte de la propia protagonista, es mi personaje favorito. ¿Siente José Calvo Poyato especial predilección por alguno de los personajes de su novela, ficticio o no?
Jacopo Giusti, como ya he comentado es un personaje de ficción, donde el novelista ha podido moverse a su gusto. Decidí crear un personaje atractivo -pienso que Giusti lo es, algunos lectores y sobre todo lectoras me han reprochado su final en la novela- porque ninguno de los hombres con los que Caterina compartió su vida estuvo a la altura de las circunstancias. Alguna lectora me ha dicho que es el tipo de hombre (sensible, sincero, leal, valiente) que toda mujer querría tener a su lado.
Giovanni de Médicis, el de las Bandas Negras, hijo del último matrimonio de la Contessa, ha pasado a la historia como el último condottiero. Su vida, a pesar de su cortedad (murió antes de cumplir los treinta) podría dar para escribir otra novela. ¿Se ha encontrado a la hora de escribir La Dama del Dragón con muchos personajes que se merecerían su propia novela? ¿Es posible que asistamos a otro descubrimiento, como ha supuesto el de la propia Caterina?
Ciertamente Giovanni de las Bandas Negras es un personaje de novela, pero no me he planteado escribirla, creo que la madre lo supera con creces. Si Caterina Sforza no hubiese sido mujer, sería tan famosa como los grandes personajes del renacimiento.
Contestando a la segunda parte de su pregunta le diré que la historia está llena de personajes, cuya fuerza literaria es muy grande. Yo no descarto encontrarme algún día con otro o con otra que me seduzca tanto como la que yo he querido llamar la dama del Dragón.
Escribir sobre un personaje como el de esta indomable y carismática mujer debe haber resultado un desafío. ¿Se ha sentido cómodo trasladándose a una época que hasta ahora no había sido su especialidad?
Ha sido un desafío porque conforme avanzaba en el conocimiento de Caterina más me atraía: acabó por seducirme. Me he sentido muy cómodo escribiendo esta novela porque el personaje “tiraba” con fuerza del novelista y eso facilita mucho el trabajo. Por lo que respecta a la época, el Renacimiento es un tiempo fascinante. ¿A quién no le atrae la Roma de los Borgia o la Florencia de los Médicis o el Milán de los Sforza?
Ha sido un verdadero placer leer su novela y haber tenido la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias y mucha suerte en sus próximos proyectos.
Gracias a usted.
La Dama del Dragón es su último trabajo.
Caterina Sforza es un personaje apasionante pero poco conocido. Vivió en una época convulsa y plena de acontecimientos, en la que la familia Borgia, artistas de la talla de Miguel Ángel o Leonardo y personalidades como la de Maquiavelo o Savonarola, han acaparado toda la atención tanto de historiadores como de novelistas. ¿Cómo descubrió José Calvo Poyato a Caterina Sforza y qué le decidió a escribir sobre ella?
La descubrí en un libro sobre el gobierno de los estados italianos durante el renacimiento, donde Roma tenía singularidades derivadas del gobierno de los pontífices, ya que la muerte del Papa suponía un vacío de poder durante las semanas o meses que duraba el cónclave. La ciudad quedaba en manos de las facciones de las grandes familias de la aristocracia romana o de la plebe del trastévere, que campaba a sus anchas.
A la muerte de Sixto IV, Caterina, casada con un sobrino del pontífice, se apoderó de la fortaleza de Sant´Angelo para imponer sus condiciones a la curia. Me llamó la atención que en aquel momento tenía veinte años y estaba embarazada de siete meses. Pensé que tenía que ser un personaje extraordinario y decidí saber más sobre ella.
Tal vez Ludovico el Moro sea uno de los Sforza más conocidos. Sobre los otros miembros de la familia es probable que no exista mucha documentación. ¿Ha resultado muy ardua la tarea de investigar a Caterina Sforza? ¿Hay posibilidades de que en el futuro puedan aparecer más documentos acerca de su persona de los que no se tiene conocimiento?
En España hay muy poca información sobre los Sforza, lo que en cierto modo es lógico, tratándose de una familia italiana. Sin embargo, no me resultó excesivamente laborioso documentarme sobre ellos. Su origen está en un campesino de la Romaña, que se hizo condottiero y alcanzó fama y fortuna, de modo que sus descendientes se hicieron con el ducado de Milán, gobernado por la decadente familia de los Visconti. Muchos los consideraron siempre unos usurpadores.
Acerca de que aparezcan documentos sobre una familia es una posibilidad que siempre existe. ¡Hay tanto documento oculto, perdido u olvidado!
El primer matrimonio de Caterina Sforza fue con Girolamo Riario, sobrino del Papa Sixto IV, concertado cuando ella tenía once años y consumado a los catorce. Se trató de un enlace político que interesaba a ambas partes. Pero Girolamo Riario ya estaba casado y el Papa tuvo que anular ese otro matrimonio con una bula pontificia. Ese tipo de prácticas, que hoy nos parecen impensables ¿eran realmente muy comunes en la época?
Los matrimonios entre miembros de grandes familias eran comunes. A las mujeres se las utilizaba como moneda de cambio para alcanzar objetivos políticos, sin que para nada contasen los sentimientos. En muchas ocasiones, se anulaban matrimonios para convertir en realidad objetivos políticos. El papado no fue ajeno a tales manejos y accedió a las anulaciones, sobre todo si encajaban con los intereses del pontífice que ocupaba el trono.
Caterina era una mujer culta y apasionada, pero su interés por la alquimia es, a juzgar por la novela, una de las cosas que más la absorbían: hierbas, ungüentos, jarabes... Las ciencias ocultas y la astrología también eran temas que atraían poderosamente su atención. Resulta curioso que no se atrevieran a acusarla de brujería hasta el final. En relación a esas cuestiones aparecen en el libro una serie de personajes que la ayudan o colaboran con ella en ese tipo de labores: Mícer Romualdo, la judía Ana, Argila, Alberti, Antonio Maragon.... ¿Son todos personajes de ficción?
Es cierto que Caterina Sforza estuvo interesaba a lo largo de su vida por la confección de pomadas, ungüentos, pócimas, lociones y otros productos que asociados a los alquimistas. También que la línea que separaba la alquimia de la brujería era muy sutil. Hasta nuestros días ha llegado un voluminoso recetario, donde están recogidos varios centenares de recetas de Caterina. Era una profunda conocedora de las propiedades de las plantas y de las combinaciones de plantas con otros productos. Los personajes que menciona y que aparecen en “La Dama del Dragón” son ficticios, aunque Ana la judía es el nombre de una famosa alquimista que vivió en Roma.
Leonardo da Vinci es un referente a lo largo de toda la novela, desde los inicios cuando se encuentra con ella en el jardín, le explica lo de la lluvia y las hormigas y le escribe unas líneas con las que se obsesionará durante años, hasta el final de su vida, en la que ambos intercambian impresiones por última vez. ¿Realmente marcó tanto a Caterina la figura del artista?
Leonardo da Vinci es un referente de todo el Renacimiento. Fue contemporáneo de Caterina Sforza y durante muchos años estuvo al servicio de su familia, concretamente al de su tío Ludovico el Moro. En “La Dama del Dragón” he creado una relación entre Caterina y Leonardo, que no está documentada, pero que es verosímil.
Se apunta que el cardenal Riario desempeñó algún papel en la conjura que acabó con la vida, en abril de 1478, de Giuliano de Médicis e hirió a su hermano Lorenzo, conocida como la Conspiración de los Pazzi. En la novela también Girolamo Riario parece haber participado de algún modo en uno de los episodios tal vez más estudiados de la historia de Florencia.
El cardenal Riario estuvo involucrado en la llamada conjura de los Pazzi, cuyo objetivo era acabar con el poder de los Médicis en Florencia. Se encontraba en la ciudad, cuando se produjeron los acontecimientos y su presencia no era casual. En medio de la oscuridad que se extiende por muchos aspectos de esta conjura, hay numerosos indicios que apuntan a que el papa Sixto IV estaba detrás de sus entresijos. Las relaciones entre la poderosa familia florentina y el pontífice estaban tan deterioradas, que habían dejado de ser sus banqueros y ese papel había sido asumido por los Pazzi. También es verosímil que un papa, tan apegado a su familia -con toda justicia fue acusado de nepotismo- compartiese sus proyectos con su sobrino preferido, que era Girolamo Riario.
Girolamo parece un personaje absolutamente frívolo, más preocupado por gastar el dinero y disfrutar de los placeres que por el gobierno de sus posesiones o las cuestiones de la familia. Esa actitud sin duda avivó el espíritu, ya de por sí apasionado, de su esposa, que la obligó a ocuparse de cuestiones que en rigor correspondían al varón. ¿Cree José Calvo Poyato que, tal vez casada con otro hombre, Caterina habría ocupado el puesto que le correspondía en aquella época como mujer, en lugar de ocuparse del gobierno, las finanzas o la defensa de sus dominios?
Me pregunta sobre algo que no deja de ser un futurible, una posibilidad acerca de algo que ocurrió de otra manera. Efectivamente, Caterina Sforza hubo de asumir papeles y tomar decisiones que correspondían a su marido. Tal vez con un esposo diferente no habría tenido que hacerlo. Sin embargo, opino que un temperamento como el suyo no se habría avenido fácilmente a desempeñar el rol que la sociedad de la época asignaba a las mujeres. Era un espíritu indomable, como puso de manifiesto al enfrentarse a los Borgia y al ejército francés, cuando pudo haberse plegado fácilmente a sus exigencias, como hicieron otros.
Caterina Sforza se convirtió en una leyenda viva. Primero fue la Dama del Dragón en Roma, en el episodio de Sant’Angelo; más tarde, como apunta en un artículo de la revista Historia y Vida, la Leona de la Romaña. En el momento más decisivo de su vida acudieron de todas partes a ayudarla en la defensa de Forli. Capturada, vejada, humillada, acusada de brujería e intento de asesinato... Parece indudable que nos encontramos ante una heroína que haría empalidecer al mismo Ivanhoe.
He de señalar que el apelativo de la dama del Dragón es el título de mi novela y en ningún caso una denominación que los contemporáneos le diesen. Sí la llamaron la Leona de la Romaña, la Loba y incluso la Diablesa de la Romaña, calificativos todos ellos que me parecen injustos. Era una mujer vehemente, pero no una loba o una diablesa; por eso decidí que encajaba mejor el apelativo de dama; lo del dragón está relacionado con el escudo de los Sforza: en su enseña heráldica aparecía un dragón.
El episodio del levantamiento de faldas en los muros de Ravaldino acontece en el momento en que Checo Orsi pretende arrebatarle el poder a Caterina. Autores como Mario Puzo lo han situado en el mismo lugar pero en el momento en que César Borgia está frente a sus muros. ¿Qué hay de real y qué de exageración en dicho acto, realmente impresionante?
El hecho es real. Caterina Sforza desafió a sus enemigos desde las murallas de Ravaldino levantándose las faldas y afirmando que podía ser madre de más hijos, señalando sus genitales. ¿Se imagina lo que debieron decir sus contemporáneos? Sin duda su imagen se deterioraría mucho: aparecería como una malvada exhibicionista, mala madre y muchas cosas más. La mujer tenía un papel asignado que ella rompía. Piense que en la historia de España Guzmán el Bueno fue protagonista de un acontecimiento parecido, sólo que él, en lugar de mostrar sus genitales, arrojó el puñal para que matasen a su hijo, prisionero de los musulmanes que asediaban Tarifa. Todo el mundo lo consideró un héroe.
El hecho ocurrió en su enfrentamiento con los Orsi; a Mario Puzzo le parecería un gesto tan lleno de fuerza que decidió utilizarlo, pero como el libro que escribía era sobre los Borgia lo situó en ese momento para poder encajarlo.
Los dos últimos matrimonios de Caterina fueron por amor: con Giacomo Feo, un militar a su servicio, y con Giovanni de Médicis, un enlace que se mantuvo en secreto por evidentes cuestiones políticas. Ambas uniones, en aquel momento, serían “reprochables” a los ojos de los demás. Imagino que no sería una práctica muy común casarse por razones sentimentales, ni siquiera en segundas o terceras nupcias.
El matrimonio por amor era algo extraordinario en aquel tiempo. Ya he comentado que las mujeres de las grandes familias eran utilizadas como moneda de cambio y entre las clases populares se imponían las necesidades. También en esto, como en tantas otras cosas, Caterina rompió los moldes de su tiempo. Cuando se supo su matrimonio con un Médicis, en Italia se hizo la lectura correcta de aquel matrimonio: una alianza entre los Sforza y los Médicis: todos se equivocaron, se había casado por amor.
A Giacomo Feo, el segundo marido de Caterina, se le subió el poder a la cabeza y sus desmanes provocaron su asesinato. La represión y la venganza de la esposa fueron implacables. ¿A qué cree que se debió dicha reacción? ¿Fue sólo porque le habían arrebatado a su amado o se trató de algo más, de algún tipo de demostración?
Caterina era una mujer vehemente y estaba enamorada. Su venganza fue terrible, tanto que se excedió, como suele ocurrir con todas las venganzas. Por eso en “La Dama de Dragón”, Giusti, un personaje de ficción, le reprocha su actitud. Esas acciones, en las que se desataba su cólera, le crearon no pocos enemigos.
Cuando César Borgia llegó a Forli, los mismos ciudadanos le abrieron las puertas. Maquiavelo comenta en El Príncipe que “el pueblo, hostil a su dominio, se puso al lado de los invasores... habría sido para ella más seguro... no haberse ganado el odio del pueblo en vez de conservar sus fortalezas”. Y en la novela, en un principio, parece que hay algo de eso, pero ¿qué cree que hay realmente de verdad en esa afirmación del florentino?
Maquievelo está considerado uno de los grandes de la teoría política, independientemente de que se compartan o no algunos de sus planteamientos. Sin embargo, pienso que dadas las circunstancias en que Caterina se encontraba cuando se produce el enfrentamiento con los Borgia, actuó correctamente desde un punto de vista estratégico. Lo más lógico era atrincherarse en la fortaleza, precisamente porque no se fiaba de los forliveses. Había tenido sobradas muestras de su versatilidad en ocasiones anteriores y no se equivocó.
La rabia de César Borgia en el asedio a la fortaleza de Ravaldino es brutal. ¿Considera que su actitud habría sido distinta si Caterina hubiese sido un hombre?
No lo sé, eso es otro futurible. En cualquier caso, al duque Negro le dolió la resistencia de Caterina, lo que explica que su venganza estuviese llena de crueldad, como yo recojo en la novela.
A la muerte del Papa Alejandro VI, Caterina se ve forzada a retirarse a Florencia y a vivir, casi hasta el día de su muerte, una existencia mucho más apacible. A pesar de las penurias de los meses anteriores, no puedo dejar de preguntarme si para ella resultó una especie de alivio poder dedicarse por fin casi por completo a sus estudios o echó de menos en algún momento la ajetreada vida que había llevado hasta entonces.
En mi opinión sus últimos años en Florencia supusieron un tiempo más sereno para su agitada vida, pero está claro que no eran un alivio. Fue a Roma para continuar con la reclamación de lo que consideraba los derechos de su familia. Probablemente la actitud de esta supuso un golpe muy duro para ella. Sus hijos con Girolamo Riario se parecían más al padre que a ella. ¡Una lástima! El espíritu combativo de Caterina apareció en el único hijo de su tercer matrimonio. Con el paso del tiempo ese niño se convertiría en Giovanni de las Bandas Negras, el último de los grandes condottieri de Italia.
Jacopo Giusti es el mayordomo, leal hasta la muerte, que acompaña a Caterina en todos los momentos cruciales de su vida. Sin duda, aparte de la propia protagonista, es mi personaje favorito. ¿Siente José Calvo Poyato especial predilección por alguno de los personajes de su novela, ficticio o no?
Jacopo Giusti, como ya he comentado es un personaje de ficción, donde el novelista ha podido moverse a su gusto. Decidí crear un personaje atractivo -pienso que Giusti lo es, algunos lectores y sobre todo lectoras me han reprochado su final en la novela- porque ninguno de los hombres con los que Caterina compartió su vida estuvo a la altura de las circunstancias. Alguna lectora me ha dicho que es el tipo de hombre (sensible, sincero, leal, valiente) que toda mujer querría tener a su lado.
Giovanni de Médicis, el de las Bandas Negras, hijo del último matrimonio de la Contessa, ha pasado a la historia como el último condottiero. Su vida, a pesar de su cortedad (murió antes de cumplir los treinta) podría dar para escribir otra novela. ¿Se ha encontrado a la hora de escribir La Dama del Dragón con muchos personajes que se merecerían su propia novela? ¿Es posible que asistamos a otro descubrimiento, como ha supuesto el de la propia Caterina?
Ciertamente Giovanni de las Bandas Negras es un personaje de novela, pero no me he planteado escribirla, creo que la madre lo supera con creces. Si Caterina Sforza no hubiese sido mujer, sería tan famosa como los grandes personajes del renacimiento.
Contestando a la segunda parte de su pregunta le diré que la historia está llena de personajes, cuya fuerza literaria es muy grande. Yo no descarto encontrarme algún día con otro o con otra que me seduzca tanto como la que yo he querido llamar la dama del Dragón.
Escribir sobre un personaje como el de esta indomable y carismática mujer debe haber resultado un desafío. ¿Se ha sentido cómodo trasladándose a una época que hasta ahora no había sido su especialidad?
Ha sido un desafío porque conforme avanzaba en el conocimiento de Caterina más me atraía: acabó por seducirme. Me he sentido muy cómodo escribiendo esta novela porque el personaje “tiraba” con fuerza del novelista y eso facilita mucho el trabajo. Por lo que respecta a la época, el Renacimiento es un tiempo fascinante. ¿A quién no le atrae la Roma de los Borgia o la Florencia de los Médicis o el Milán de los Sforza?
Ha sido un verdadero placer leer su novela y haber tenido la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias y mucha suerte en sus próximos proyectos.
Gracias a usted.
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