domingo, 26 de octubre de 2008

Entrevista a Jesús Hernández por "Todo lo que debe saber sobre la Primera Guerra Mundial

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Entrevista realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com


Historiador y periodista, Jesús Hernández ha publicado varias obras sobre la Segunda Guerra Mundial: Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial (2004), Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial (2005) o ¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar (2005) y se ha convertido en un referente en obras sobre historia bélica.
Jesús Hernández nos contestó amablemente esta entrevista sobre uno de sus últimos trabajos: Todo lo que debe saber sobre la Primera Guerra Mundial.


Escribir un libro de estas características es sin duda un trabajo que requiere una labor previa de documentación asombrosa, especialmente si tenemos en cuenta que la Segunda Guerra Mundial ha acaparado la mayor parte de la atención de novelistas e historiadores. ¿Ha resultado tan complicado como parece?

No. La bibliografía británica sobre la Primera Guerra Mundial es abundante y exhaustiva, me he basado en ella. Los historiadores británicos han analizado en profundidad cada episodio de la guerra, así que he podido contar con el material adecuado.

En una nota de tu libro, ordenas cronológicamente las sucesivas declaraciones de guerra entre unos y otros países. Como anécdota, señalas las declaraciones de guerra de países como Cuba, Haití, Siam o Panamá a Alemania, Austria, o ambas. ¿A qué se debieron dichas declaraciones? ¿Fue más una declaración de intenciones que un deseo real de intervenir en la contienda?

Fue en realidad una estrategia de alianza con Estados Unidos. Sin duda, tenían mucho más a ganar si estaban a favor del gigante norteamericano que si se hubieran mostrado remisos a apoyarle.


Especialmente en los primeros años de la contienda, se evidencia que Alemania estaba mucho mejor preparada para la guerra que sus vecinos. Los franceses aún luchaban al estilo napoleónico, no disponían de armas modernas y los alemanes contaban con ametralladoras, tanto franceses como ingleses debieron llevar sus tropas al frente incluso con autobuses de línea y taxis, cuando los alemanes habían montado una red ferroviaria impresionante para desplazar a sus soldados... todo esto hace pensar que Alemania ya hacía tiempo venía preparándose para un evento semejante.

Sí, los estrategas alemanes ya habían planeado cómo derrotar a la vez a rusos y franceses. En cambio, los Aliados tuvieron que improvisar a menudo, puesto que sus planes eran más difusos y sin alternativas en caso de una reacción germana. Los alemanes demostraron estar mejor preparados para la guerra.


La solidaridad espontánea entre soldados de ambos bandos, como la tregua en la primera Navidad o actos semejantes, y que fueron silenciados por sus superiores, son sin duda la nota más entrañable en un conflicto cargado de horrores.

Sí, eso demuestra que en la guerra aparece lo peor y lo mejor de cada uno.


Muchos de los hombres que se alistaron a filas lo hicieron pensando en la guerra como en una exótica aventura. Imagino que tras la sensación de que la situación no iba a resolverse en breve, resultaría más complicado conseguir voluntarios. ¿Qué medidas de reclutamiento se tomaron a lo largo del conflicto?

Al principio no era necesario forzar la máquina del reclutamiento, pero conforme fueron llegando noticias de los horrores de la guerra de trincheras se hizo necesario tomar medidas duras, como la prisión o la pena de muerte para los que rechazaban acudir a la llamada de las armas.


Son muchos los casos en los que la ineptitud de los mandos militares provocaron grandes cantidades de bajas, y esa situación se dio en ambos bandos. ¿A qué crees que se debió esa obcecación de algunos de ellos en alargar una operación que se veía, casi desde el inicio, condenada al fracaso?

A una mentalidad militar caduca, sobre todo en el bando aliado. Muchos militares pensaban aún como en tiempos de Napoleón, pero el arte de la guerra ya era el de la era industrial. Cuando se superó ese pensamiento anticuado comenzaron a producirse las primeras victorias que acabarían con el estancamiento.


La Primera Guerra Mundial fue, además, una carrera tecnológica por mejorar armas, equipamientos, uniformes, vehículos... Parece que, bajo aquellas circunstancias, se cumplió el dicho de que la necesidad agudiza el ingenio.

Eso siempre ha sucedido. En ningún período ha avanzado más la ciencia que en la Segunda Guerra Mundial. En la Primera también sucedió algo similar, como por ejemplo en la aviación, los avances fueron espectaculares. Lástima que esos adelantos tuvieran que pagarse con tal cantidad de vidas.


Una de las cosas que más me han llamado la atención ha sido la prioridad que concedieron los británicos a la comunicación postal. Una carta desde o para el frente tardaba sólo dos días en llegar a su destino, menos que en la actualidad. Y franceses y alemanes también dieron prioridad a ese asunto. Eso sin duda conllevaría una cantidad de medios, personales y logísticos, difícil de cuantificar.

Sí, pero era una inversión necesaria para mantener alta la moral de las tropas. Las autoridades militares eran conscientes de la importancia de las cartas de la familia para que el soldado no cayese en el desánimo.


El episodio de las plumas blancas, que las mujeres entregaban en las calles de Londres a los jóvenes que no se habían alistado, considerándolos cobardes o traidores ¿se llevó a cabo durante toda la contienda o sólo fue algo puntual en los inicios de la misma?

Conforme avanzaba la guerra esa práctica se redujo, fue fruto de la fiebre patriótica de la primera fase de la contienda.


En tu libro comentas que los pilotos británicos tenían una esperanza de vida de 17,5 horas de vuelo. ¿Cómo se reclutaba a esos hombres, en una especialidad prácticamente nueva?

Eran voluntarios, se alistaban en la aviación por espíritu de aventura, eran jóvenes muy valientes y un tanto inconscientes, no dudaban en poner en riesgo su vida.


Uno de los personajes que me han resultado más fascinantes es el del capitán alemán Von Lückner, que acondicionó su barco para albergar a todos los prisioneros capturados (con detalles como la adquisición de discos de canciones francesas e inglesas para hacer que se sintieran aún más cómodos) y que hundió un total de 23 buques sin causar ni una sola víctima. ¿Ha sentido Jesús Hernández predilección por alguno de los protagonistas de su trabajo?

Además de por Von Lückner, siento un interés especial por la figura de Von Lettow, que consiguió mantener en jaque a las fuerzas aliadas en Africa. Con muy escasos medios, logró escapar a todas las trampas que le tendieron, regresó a Alemania invicto.


Sorprende que, veinte años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, los bandos estuvieran compuestos por países distintos a los que habían protagonizado la Primera Guerra Mundial. Los intereses de unos y otros parecen haber cambiado mucho en sólo dos décadas.

Sí, Japón e Italia se unieron a Alemania, pero esa alianza no sería demasiado sólida ni eficaz, al contrario que en el bando aliado, en el que habría una mejor y mayor coordinación.


Parece indudable que si el Tratado de Versalles de 1919 hubiese sido más blando con los alemanes, tal vez podría haberse evitado la siguiente guerra. ¿Nadie tuvo capacidad de visión para prevenir dicha eventualidad?

Sí, se levantaron muchas voces pidiendo más flexibilidad a la hora de aplicar las sanciones estipuladas por el Tratado de Versalles, pero Francia se negó siempre. Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, sobre los franceses recae buena parte de la responsabilidad de que Alemania acabase arrojándose en brazos de Hitler.


España permaneció neutral y no tiene cabida en un libro de estas características. Pero ¿cómo vivió nuestro país aquel período? ¿Le afectó de algún modo el conflicto que se estaba desarrollando a su alrededor?

Sí, hubo un gran debate entre los que apoyaban a los Aliados y a las Potencias Centrales, representados respectivamente por republicanos y monárquicos. Muchos hicieron grandes negocios gracias a la guerra, fue un período positivo para España, aunque no se sabría aprovechar ese impulso.


¿Hubo voluntarios españoles en alguno de los bandos, al estilo de la División Azul de la Segunda Guerra Mundial?

Sí, hubo voluntarios catalanes en el Ejército francés. Creían que su colaboración con el bando aliado supondría el apoyo de esas potencias al nacionalismo catalán después de la guerra, pero al llegar la paz ese apoyo no se produjo.


Jesús Hernández ha publicado, además, varios libros sobre la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál será tu próximo trabajo? ¿Continuará en esa línea? ¿Puedes adelantarnos algo?

Después de este libro de la Primera Guerra Mundial he publicado otro, NORTE CONTRA SUR (Inédita Editores, 2008), sobre la Guerra de Secesión americana, que está funcionando también muy bien. Antes de final de año publicaré dos libros más, en este caso centrados en la Segunda Guerra Mundial.


Si quieres añadir algo más...

Simplemente dar las gracias a mis lectores, que me hacen llegar sus opiniones y sus críticas. Para mí es muy importante conocer su punto de vista, pues me permite ir mejorando. Si alguno quiere ponerse en contacto conmigo lo puede hacer en la dirección jhermar@hotmail.com.

Muchas gracias por la oportunidad de esta entrevista y mucha suerte en tus próximos trabajos.
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