martes, 1 de julio de 2008

Entrevista a Ángeles de Irisarri por "La Artillera"

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Realizada por Pilar Alonso y publicada en www.ciberanika.com
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Ángeles de Irisarri es colaboradora habitual de Heraldo de Aragón y ABC. Ha publicado varias novelas: Diez relatos de Goya y su tiempo, El viaje de la reina, Moras y cristianas, Las damas del Fin del Mundo, El año de la inmortalidad, Historias de brujas medievales, Trilogía de Isabel, la reina, Romance de ciego, Te lo digo por escrito...
Sus obras han sido galardonadas con el Premio Isabel de Portugal (1992 y 1994), el Premio Femenino Singular Lumen (1994), Premio Baltasar Gracián (1996), Búho de la Asociación de Amigos del Libro (1996), Sabina de Oro (2002) y el Premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica (2005).
La autora nos recibió en su hotel y fue un inmenso placer poder charlar con ella sobre su último trabajo, La Artillera, una novela ambientada en 1808, en los Sitios de Zaragoza.
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¿Cómo surgió la idea de escribir sobre Agustina de Aragón?

Ya me habían dicho en mi casa que Agustina de Aragón sería un buen personaje, porque cuando acabas una cosa y empiezas otra no sabes qué elegir. Llevo veinticinco libros editados y termina siendo dificultoso encontrar personajes. Luego, como sucede en la novela histórica, a veces hay de varios personajes varias novelas en las estanterías y convine en escribir sobre Agustina de Aragón con mi editor, con tan buena fortuna que además, fue pensarlo y acordarme que en este año que estamos se cumple el bicentenario. Así es que inmensamente feliz de que coincidiera.


Muchos héroes y heroínas anónimos en aquellos sucesos. ¿Por qué escogió la autora a estas diez protagonistas?

Escogí a diez, aunque también podría haber escogido a más o a menos, pero diez me parecieron más que suficientes para explicar la historia. Las verdaderas son las que más nombre tienen: Agustina de Aragón, Casta Álvarez, la condesa de Bureta... y aún así se sabe muy poco de ellas. De Agustina algo más, pero mucho mezclado con la leyenda, y de la condesa de Bureta también un poco, pero de las otras la verdad es que no se sabe casi nada. Ahí está la maña para escribir una novela con tan escasos datos.


En algunos momentos comenta la escasa atención que recibió Agustina por parte de algunos cronistas. Imagino que otras protagonistas de La Artillera aún recibieron menos. ¿Ha resultado muy ardua la tarea de documentación para la novela?

Bueno, como para toda novela histórica, hay que documentarse. En este caso ya tenía una cronología de los hechos. Además, hubo dos cronistas durante los sitios, el cronista oficial Alcayde y un funcionario del Ayuntamiento que escribió un diario y eso para saber lo que sucedió, desde luego en la primera parte de la novela, que es el día a día, ayuda mucho.


Al contrario de lo que suele suceder, en esta historia las mujeres son las protagonistas. Y la visión de la guerra muy distinta a la habitual.

Sí, las mujeres son las protagonistas, porque es el día a día y hacer una historia militar, pues ya hay muchísimas, hechas por militares..., incluso este mismo Alcayde empieza a hacer una historia militar de los hechos. Hay de españoles, de franceses... porque fue un tema muy utilizado a lo largo de todo el siglo XIX, ya que a fin de cuentas el pueblo español había vencido nada menos que a Napoleón. La primera derrota que sufrió fue en el Bruch, que no llegó a ser una batalla, fue una escaramuza, pero que fue la primera derrota que tiene en todo el mundo, y estaban sus ejércitos en Rusia en esta época. La segunda es ante los muros de Zaragoza, el 15 de junio, en la llamada Batalla de las Eras, donde una de las protagonistas de la novela se queda manca para siempre.
La guerra no es un hecho cotidiano, pero cuando se subleva Zaragoza el 24 de mayo, lo mismo que harán otras ciudades españolas, contra el emperador de los franceses, cuyos ejércitos en número de 140.000 hombres están ocupando España y no han venido a repartir caramelos precisamente, después del detonante del 2 de mayo, varias ciudades se sublevan, y ésta es una.
Y aparte de los problemas de la guerra, cada una de estas protagonistas va a tener su propia historia personal.


Personajes reales mezclados con ficticios. Supongo que Matilda y Marica, las prostitutas, son producto de la imaginación de la autora. ¿Qué otros personajes ha creado para la novela?

Matilda y Marica son ficticios, pero en muchos de mis libros salen prostitutas, que forman parte de la realidad desde que el mundo es mundo, y luego hay otro personaje ficticio, que es Quimeta, la hermana de Agustina. Porque no me parecía lógico lo que cuenta la historia o la leyenda sobre la llegada a Zaragoza de Agustina de Aragón, así que le puse una hermana e hice que venía a visitarla.


En un momento determinado, menciona a Gabriel Araceli, el protagonista de los Episodios Nacionales de Galdós. ¿Un homenaje, similar al que hace a Los tres mosqueteros de Dumas o a El Quijote de Cervantes?

Bueno, es que Gabriel Araceli me parece un personaje muy majo, y es muy importante la novela “Zaragoza” de Galdós. Es el primer novelista que se documenta en los periódicos y eso tiene también su miga. Es muy riguroso. Ves una noticia de Galdós en cualquiera de sus libros, te vas a la hemeroteca y allí está.

Es que cuando leía tu libro recordaba la novela de Galdós, el hambre y las penalidades que habían padecido durante el asedio.

Sí, fue un Sitio terrible. Comieron perro, comieron gato...
¡Y los muertos! Al principio de la guerra, antes de empezar el primer asedio, había 80.000 personas en Zaragoza y al final del segundo Sitio quedaban 12.000, porque en el segundo, aparte de las bombas, se desarrolló la peste, que se llevó más vidas que la propia contienda.



La novela está escrita en un estilo muy peculiar, muy acorde con la época, e imagino que no habrá resultado una tarea sencilla. ¿Qué autor o autores la inspiraron?

Bueno, ya llevo 25 novelas y he desarrollado un estilillo (risas), aunque hay algunas que tienen un lenguaje mucho más arcaizante, y a mis lectores les gusta. Leo a autores de la época para ver expresiones, como “Por el pronto” en lugar de “De pronto”, que me encantó cuando lo leí para esta novela. Ahora ya lo pondré en todas (más risas). Para esta novela, por ejemplo, he leído a Nipho, a Moratín y antes, para otras, a Valera, Galdós, Pereda... pero no quise releer “Zaragoza” de Galdós para no inspirarme.


Muchos edificios y monumentos fueron destruidos por los franceses. ¿Es la Zaragoza actual muy distinta a la ciudad que describe en la novela?

Zaragoza fue completamente destruida. Se conocía como la Florencia de España por lo bonita que era. Se tardó mucho tiempo en reconstruir porque, pasados cuarenta años, seguía prácticamente igual. Después de tanto valor, del vencer y morir, y de tanto esfuerzo, cayeron en una apatía total, cosa que es razonable también. Eso de las paralelas que cuento, los túneles que hacían los franceses, eso fue para vencer a aquellos “locos” de Zaragoza. Y Napoleón estuvo con los planos de Zaragoza, con los que salen en las guardas del libro, y ahí está los túneles bajo las calles, las paralelas de acercamiento. Cuando no podían por arriba, pues por abajo. Y metían unos bombazos terribles, y explotaba todo, toda la manzana.



Una de las cosas que más llaman la atención es la desinformación, el desconocimiento, las noticias que se contradicen y que recorren las calles de la ciudad continuamente, aumentando el desconcierto de los ciudadanos, que unas veces alaban a Palafox y otras lo maldicen, y donde todo el mundo parece tener una opinión formada sobre lo que hay que hacer.

Bueno, claro, no había móviles ni teléfonos y hubo días en que no salían los periódicos porque todos los reporteros estaban en las trincheras y, claro, cualquier noticia que va pasando de uno a otro se trabuca completamente. Fue todo un horror.


El primer episodio de Agustina de Aragón con el cañón, corríjame si me equivoco, parece más fruto de un impulso que otra cosa, y sin duda condicionó el resto de su historia. ¿Qué hay de verdad en toda la trayectoria posterior que figura en la novela tras su salida de Zaragoza? Que había logrado huir de los franceses en Navarra, que había estado en Soria, Teruel, Sevilla, Tarragona...

Bueno, las mujeres se habían dedicado a hacer de suministradoras de los soldados, a llevarles el botijo del agua, un trago de aguardiente, munición, a cargarles los fusiles... pero llegó un momento, en una de las puertas, en la del Portillo, en que todos los artilleros de la batería que había ahí estaban muertos y de entre todas esas mujeres salió una, que fue Agustina de Aragón, que le quitó el botafuego al moribundo y prendió el cañón, con tan buena fortuna que estaba bien apuntado, porque ya lo había dejado el artillero, y que causó un destrozo extraordinario entre los franceses, es más, se echaron a correr, porque tan valientes no eran. (risas) ¿Y entonces qué pasa? Pues que el propio comandante del puesto le quita los galones al pobre sargento muerto y se los impone a Agustina de Aragón, que es la primera sargento del ejército español.
Para mí, nada más bajar de la batería pisando muertos, esa mujer ya había entrado en la leyenda. ¿Por qué? Pues porque se dijo que el sargento muerto era su marido, cuando su marido estaba acantonado en un pueblo cercano, Belchite, que estaba embarazada, que llevaba al niño en los brazos, pues según algunos vino a Zaragoza con un bebé de unos dos años, Palafox al día siguiente le reconoció el grado de sargento y el sueldo...
Y sí, Agustina logró huir de los franceses en Navarra, y huyó hacia el sur. En La Rioja la atendió una familia. Después pasó a Soria, más tarde estuvo en el Sitio de Teruel, en Sevilla fue aclamada... Y después de la guerra se dedicó a hacer giras y a dar conferencias, por así llamarlas, y era aclamada en todas partes. También estuvo en Tarragona y ahí encontró a su primer marido, al que había estado acantonado en Belchite.


En la novela, la condesa de Bureta y su marido Pedro María Ric comentan lo distintos que fueron los dos sitios que sufrió la ciudad. ¿A qué fueron debidas esas diferencias?

En el primero se tenían más ganas. Pero, claro, otros dos meses de lo mismo, más la peste, resulta más duro. Sin embargo, en el segundo Sitio había mucha más tropa del ejército español.


Cuando las duquesas francesas visitaron la Santa Capilla parecían conocer muchas cosas acerca de las valientes mujeres aragonesas, hecho que sorprende a Ric. ¿Es cierto que sabían tanto acerca de ellas o es una licencia de la autora? Y, de ser así, ¿cómo había llegado esa información a sus oídos?

Bueno, los franceses mandaban espías continuamente y en Zaragoza también había una población de franceses y de vez en cuando la emprendían a pedradas contra ellos; los sacaban de sus casas y los metían en la cárcel para salvarlos de la población, luego los soltaban...
Algunos soldados, disfrazados de campesinos, entraban en la ciudad, e incluso traidores, y traían panfletos, instándoles a la rendición, o de repente llegaba un batallón de soldados franceses que quería rendirse y venían con bandera blanca. Era para entrar en la población. Ya que no podían hacer lo del caballo de Troya, pues trataban de entrar como fuera, aunque muchas veces no los dejaban pasar. Pero los que lo conseguían se enteraban de todo lo que pasaba, y por eso luego quisieron conocer a las heroínas. Y Agustina de Aragón, cuando se estaba muriendo de la peste en un convento, y se la llevaron a los campamentos franceses, la reconocieron, porque además llevaba su uniforme de sargento.



Las joyas que se llevaron las duquesas de Montebello, de Treviso y Abrantes del joyero de Nuestra Señora del Pilar ¿pudieron recuperarse, siquiera algunas?

De lo que se llevaron estas duquesas no se recuperó nada, pero inmediatamente se volvió a empezar el joyero. De todos modos, algo se salvaría, porque los canónicos ya se habrían ocupado de esconder cosas. Una de estas duquesas, la de Abrantes, escribió un diario íntimo, que estaba muy de moda entre las nobles, y ella misma contó que se había llevado de Zaragoza cincuenta esmeraldas sin engastar. Y ésas, en los años cincuenta, se subastaron en Londres. Todo esto me lo contaron los canónicos.
Pero no sólo fueron ellas. Tú cogías el zurrón de un francés y de allí salían cálices, patenas... todo lo que les cabía en el zurrón y hay que ver lo que hicieron en los monasterios, que fue terrible, y las multas que impusieron a las ciudades, aparte de llevarse el tesoro público y las cajas militares, que a los particulares les hicieron pagar una fortuna, hasta con joyas. Que entraban en un monasterio y no dejaban títere con cabeza, que hasta la Dama de Elche se llevaron. Y por ejemplo en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, destrozaron todas las tumbas de los reyes de Castilla, excepto una, que es la única que queda, la del Infante de la Cerda. Y en San Isidoro de León, que tiene una cripta preciosa con pinturas románicas, única en el mundo, la usaron de caballeriza y mezclaron todos los huesos de todos los reyes. Arrasaron todo por donde pasaron.



El episodio que más ha logrado emocionarme ha sido el de la rendición de las armas, cuando a los miles de soldados se les da a elegir entre ser hechos prisioneros y llevados a Francia o jurar lealtad a José Napoleón I. ¿Siente Ángeles de Irisarri predilección por alguno de los pasajes o protagonistas de su obra?

Yo le suelo coger cariño a todos mis personajes pero en ésta me ha gustado mucho la condesa de Bureta o la Casta Álvarez y también me han gustado mucho las fulanas, son muy cándidas, las cosas que les pasan, y la mayor parte del tiempo no se enteran de nada...


Ángeles de Irisarri escribe, especialmente, sobre mujeres en la Historia. ¿Su próximo trabajo versará sobre alguna otra protagonista femenina? ¿Puede adelantarnos algo?

Será otra protagonista femenina, que hay mucho que hablar de las mujeres, pero, de momento, no se puede comentar (risas).


Si quieres añadir algo...

Decirte que me encanta que te hayas leído la novela y que he disfrutado mucho con esta entrevista.


Muchas gracias, Ángeles, y mucha suerte. Ha sido un placer.
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