sábado, 17 de enero de 2009

Un juicio de muerte

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Apuntes - por Pilar Alonso


Pongámonos en situación.

Finales del siglo IX. Lamberto de Spoleto es Rey de Italia. Arnulfo de Carantia es emperador carolingio. Y el Papa, desde el año 892, es el Papa Formoso.

Formoso se había visto obligado a nombrar emperador de Occidente a Lamberto y logró convencer a Arnulfo para que invadiera Italia y derrotara a la familia Spoleto. Así, en el año 896, Arnulfo llegó Roma, expulsó a Lamberto y fue coronado emperador por el Papa. Pero, poco después, fallecía Formoso.

Pocos meses más tarde, Lamberto, aprovechando la ausencia de Arnulfo, al que una enfermedad había alejado de Italia, reconquista Roma. Entonces es Papa Esteban VI, que ha conseguido el trono eclesiástico gracias al apoyo de Lamberto y de su madre, Ageltruda.

Para poder anular el nombramiento de Arnulfo no se les ocurrió otra cosa a estas mentes preclaras que convocar un sínodo para juzgar al Papa Formoso. Los cargos: haber abandonado la diócesis de la que era obispo, en Porto, para ocupar como Papa la diócesis de Roma. Desconozco qué de malo había en ello, pero debía de ser mucho, porque de ese modo pretendían anular todos los nombramientos y actas emitidos durante su papado, especialmente la coronación de su rival.

El juicio se llevó a cabo en la Basílica Constantiniana. Se exhumó el cadáver, que llevaba más de ocho meses bajo tierra, y no quiero ni imaginar cómo olía, se le vistió con los ropajes papales, corona y cetro incluidos, y se le sentó en el banquillo. La estampa debía ser bastante parecida a este cuadro que Jean Paul Laurens pintó en 1870.

El Papa Esteban VI fue el fiscal. Un diácono de nombre desconocido, el defensor. Acusación: haber usurpado la Silla de San Pedro. Evidentemente, el Papa Formoso fue declarado culpable, se le despojó de sus vestiduras, se le arrancaron los tres dedos con los que impartía las bendiciones y se arrojó su cadáver, o lo que quedaba de él, al río Tíber.

Cosas de la vida, menos de dos años después moría Lamberto, asesinado tras una batalla, y le sucedía, precisamente, Arnulfo, que sólo le sobrevivió un año.
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