domingo, 20 de junio de 2010

El hombre de la nariz de oro

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Apuntes - por Pilar Alonso


Cuando las estrellas aún no tenían nombre y en la hoguera ardían quienes afirmaban que la Tierra no era el centro del Universo, vivía en el Norte, en la fría Dinamarca, el que sería conocido como el príncipe de los astrónomos: Tycho Brahe (1546-1601).

Y no vivía de cualquier modo, que el rey Federico II de Dinamarca y Noruega le había hecho construir dos observatorios y un laboratorio para que pudiera estudiar las estrellas a su antojo. A falta de telescopio, Tycho Brahe diseñó instrumentos para poder observar y medir más de mil estrellas con bastante precisión.

A la muerte de Federico II otro no menos poderoso reclamó los servicios del astrónomo: el emperador Rodolfo II. Y a Praga se marchó Tycho Brahe, donde le habían hecho construir otro observatorio para que continuara explorando los cielos. Allí se le unió un discípulo, Johannes Kepler, que terminaría heredando todos sus trabajos sobre astronomía, trabajos que le ayudarían a elaborar las “leyes de Kepler” sobre el movimiento de los planetas.

Y como no hay personaje que carezca de anecdotario o de leyenda, Tycho Brahe no iba a ser una excepción. Cuentan que a los 20 años, en diciembre de 1566, discutió en una fiesta con Manderup Parsberg, otro matemático. Y no por causa de una mujer, sino por cuestiones de números y de egos. Tres días más tarde se enfrentaban en un duelo en el que Tycho perdería la nariz.

A pesar de que, imagino, casi siempre caminaba con la vista clavada en el cielo, para no perderse ningún fenómeno estelar, no disponer de apéndice nasal podía representar un problema cada vez que bajara la cabeza. Como recursos no le faltaban, se hizo fabricar una nariz de oro, plata, y seguramente cobre, que llevaba siempre puesta, pegada a la cara con una especie de pasta o pegamento, y cuya apariencia, según cuentan, resultaba bastante natural.

Eso sí, no he conseguido averiguar cómo se las apañaba con los resfriados o la primavera. Espero que no fuera alérgico al polen.
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2 comentarios:

Raúl dijo...

La relación entre Tycho y Kepler podría dar pie a una buena película. Tycho era alegre, mujeriego, amante de las fiestas y la buena comida. Kepler austero, tremendamente religioso y tendente a la melancolía. Pero lo que les unió fueron las matemáticas y los cálculos estelares, Kepler deseaba que cuadrasen los datos con los modelos matemáticos que tenía en mente (siempre fue un místico matemático), Tycho tenía recogidos los mejores datos y eso Kepler siempre se lo admiró, y le necesitó.

Blas Malo Poyatos dijo...

En cuanto he visto el título supe que era él: Tycho Brahe. Inolvidable el capítulo de la serie "Cosmos" de Carl Sagan sobre el descubrimiento de las tres leyes de Kepler.

Un hombre vividor, un mujeriego, un genio.

Un saludo