domingo, 11 de enero de 2009

El último viaje de Charles Chaplin

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Apuntes - por Pilar Alonso


Hay vidas que merecen la pena ser contadas. Y muertes que se ganan un lugar especial en la historia. Charles Chaplin tiene sin duda el “honor” de poseer ambas cosas.

Nacido en Londres en 1889, de padre alcohólico y madre esquizofrénica, se estrenó en el teatro a los cinco años, cuando tuvo que sustituir a su madre en el escenario cuando ésta se quedó sin voz. Junto a su hermano Sydney, dos años mayor, actuó en repetidas ocasiones a las puertas de las tabernas para conseguir unos peniques.

Abandonados por su padre, la madre apenas podía mantenerlos y pasaron largas temporadas en distintos hospicios. Cuando su hermano consiguió trabajo en una compañía de comediantes, se lo llevó con él. Una gira los llevaría a Estados Unidos.

Allí, el director de cine Mack Sennett se fijó en él y le ofreció trabajo. En 1914, en su segunda película, aparecía el personaje de Charlot, que lo haría mundialmente famoso y más rico de lo que jamás pudo soñar.

Unas cuantas películas más tarde, pasó a dirigirlas. Dicen que era un perfeccionista, al que no le importaba tener que rodar una toma un centenar de veces hasta que quedaba justo como él quería. Y le gustaban las mujeres jóvenes: tres de sus cuatro esposas eran menores de edad en el momento de contraer matrimonio: dos tenían 16 años y la última 17, cuando él contaba ya 54.

Esa actitud, algunas frases inoportunas y la crítica social contenida en algunas de sus películas no aumentaron precisamente su encanto a los ojos de los círculos más conservadores. Fue acusado de moral disoluta y, además, de simpatizar con los comunistas. Era la época de la “caza de brujas” de McCarthy. Citado frente al Comité de Actividades Antiamericanas en diversas ocasiones, no acudió a ninguna.

Y así fue como, aprovechando que se hallaba en Londres promocionando su última película, Candilejas (1952), el gobierno norteamericano le negó el visado y no pudo regresar.

Se instaló entonces en una mansión en Suiza, junto a su esposa, la madre de Geraldine Chaplin. Y fue allí donde murió, en la Nochebuena de 1977, mientras dormía.

Pero sus viajes no habían terminado ahí. En marzo, tres meses después de su entierro, desapareció su ataúd, por el que se pidieron 600.000 francos suizos de rescate. Dos meses más tarde, el 17 de mayo de 1978, unos refugiados políticos de Europa del Este confesaron el delito, tras ser capturados por la policía, y reconocieron haber enterrado el cuerpo en un campo de trigo de Noville (Suiza).

Cuando se recuperaron sus restos, volvió a ser enterrado. Y esta vez, para evitar posibles viajes futuros, bajo dos metros de hormigón.
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3 comentarios:

Patricia Tena dijo...

Pilar, gracias por este post. Me ha parecido muy interesante y no tenía ni idea de lo que pasó con su tumba. Me he quedado alucinada.

Anónimo dijo...

Bueno, padre de Geraldine y de algunos mas. Hasta ¡11 hijos 11! tuvo el buen señor.

Norman, Charles, Sydney, Geraldine, Michael, Josephine, Victoria, Eugene, Jane, Annete y Christophe.

Reconozco que he tenido que consultarlo que no me acordaba de todos.

Y pensar que sus esposas se quejaban que las desatendia por el trabajo...

Como siempre muy interesantes tus cronicas. Sigue, sigue.

felicita

Historia y Libros dijo...

jeje, lo sé. Con su última esposa tuvo ocho. Pero Geraldine es la más famosa.